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Actualidad #Frente de todos#juntos por el cambio#Venezuela

¿Por qué Venezuela forma parte de la grieta política argentina?

El posicionamiento del actual y último Gobierno nacional marcan una clara diferencia respecto de las consideraciones sobre el gobierno chavista, trasladando la postura sobre la figura de Maduro y compañía al interior de la vida política nacional.

¿Por qué Venezuela forma parte de la grieta política argentina?
La "cuestión Venezuela" vuelve a estar en debate nacional

Las palabras del embajador argentino ante las Naciones Unidas, Federico Villegas, encendieron nuevamente la discusión sobre qué es y qué no es la República Bolivariana de Venezuela, algo que por fuera de lo retórico y subjetivo, responde a un posicionamiento en la coyuntura política nacional desde hace algunos años. 

Tras Villegas fue el propio Presidente de la Argentina, Alberto Fernández, quien aclaró con énfasis que se planteó lo mismo que se ha marcado desde que su administración entrara en funciones el 10 de diciembre último. 

El mandatario reiteró que desde el Ejecutivo "nunca reconocimos a Guaidó como lo había hecho el Gobierno anterior. Esto es lo que siempre hemos dicho". 

"Yo no voy a promover ningún golpe de Estado contra un Presidente, yo no creo en eso, por eso nunca he reconocido la autoridad del gobierno boliviano actual. No lo voy a hacer, yo soy un hombre de la democracia. Me puede gustar lo que elijan o no me puede gustar lo que elijan los pueblos hermanos pero solo estoy obligado a respetar lo que eligen los pueblos hermanos", cerró Fernández.

Ahora bien, la pregunta sería, ¿por qué, por ejemplo, plantear que Venezuela es una dictadura convierte automáticamente a alguien en macrista, en tanto que plantear opciones diferentes sería propio de un kirchnerista de pura cepa?

Fundamentalmente porque tanto durante el armado electoral como durante la totalidad del paso de Juntos por el Cambio, el fantasma de la chavización fue movilizado para plantear esta idea que resumen en algo así como “de la que nos salvamos”.

Esto lógicamente a partir de entender este modelo como un espejo del kirchnerismo, quien siempre tuvo una situación incómoda frente a este punto. No podía asumirlo como propio, pero tampoco criticarlo y negar una serie de gestos, más simbólicos que concretos, explotados al máximo por el período macrista.

Por ejemplo, fue durante el mandato kirchnerista que se hizo entrega de la Orden del General San Martín a Nicolás Maduro, algo propio también a Hugo Chávez, en este caso con el premio Rodolfo Walsh a Chávez.

La discusión en este punto sería si uno no puede aducir de gestos propios de la política un compromiso ideológico y/o la aceptación sobre la triste evolución de los hechos que tuvieron lugar en Venezuela.

Desde el lado de Cambiemos, lo cierto es que a pocos días de haber asumido funciones, el por entonces presidente argentino tomó palabra en la Cumbre del MERCOSUR desarrollada en Asunción, condenando las reiteradas violaciones sobre los derechos humanos en Venezuela, uno de los cinco miembros plenos de este bloque económico.

La postura frente al gobierno de Maduro no solo supuso un drástico giro en las relaciones mantenidas durante el kirchnerismo, sino que al mismo tiempo se presentó ilustrativo de un proceso estructural que toma lugar en la región y se escenificó con el declive de los gobiernos progresistas y una recomposición neoliberal iniciada con la llegada de Macri al poder.

En este sentido, podemos considerar si la crítica de las violaciones de los derechos humanos y la deriva generalizada del gobierno de Maduro realizada desde muchos de los gobiernos de América Latina responden o no a un aprovechamiento pragmático que consistió en aquel entonces (en el caso de la Argentina) en intentar demonizar a un sector de la oposición.

Un ejemplo de esto podría darse a partir de la comparación de un punto simbólico recién mencionado. Ese mismo Gobierno oficializó una condecoración al presidente de China, Xi Jinping , con la orden del Libertador San Martín en el grado de "Collar". En este caso, los pisoteos a la democracia del gigante asiático parecerían no haber sido advertidos desde Cambiemos.

¿Democracia, dictadura o qué?

Quienes respondan sobre si Venezuela es o no una dictadura lo van a hacer desde su propia subjetividad. Lo que cada uno entiende por democracia en lo teórico, así como la transición efectiva  hacia el día a día y la información a la que uno acceda.

Lo indiscutible es que no es una democracia plena y se presenta como un régimen autoritario, lo cual habla de un sistema de reglas que plantea de qué manera se accede al Gobierno y fundamentalmente, cómo se ejerce el poder.

Además de las incontables acciones propias al ejercicio diario del gobierno, hay dos puntos muy concretos que hacen que un gobierno, este Gobierno, distorsione el funcionamiento pleno de una democracia:

  • Límites a la competencia política: Ser opositor en Venezuela es peligroso, hay una gran cantidad de políticos detenidos, al tiempo que las manifestaciones en las calles han tenido en estos años una gran cantidad de fallecidos por parte de las fuerzas de seguridad.
  • Límites a la participación política: Particularmente en la posibilidad de ejercer un voto pleno. No en cuanto al llamado a elecciones, algo que no ha sido interrumpido en el país, pero sí al respeto de las elecciones realizadas por la ciudadanía.

Y en este punto surge como innegable la derrota del chavismo en las elecciones legislativas de diciembre de 2015, donde a partir de no lograr los resultados esperados se termina convocando a una Asamblea Nacional Constituyente, la cual termina instalando un órgano legislativo paralelo a la Asamblea Nacional.

De ahí en más, la presencia y alcance real de la oposición quedó desestimada, al tanto que la presencia de veedores en los comicios (como el Centro Carter o la ONU) también siguió esa lógica.

Venezuela no es una dictadura en el sentido estricto e histórico de la palabra: No hay violaciones masivas a los derechos humanos, no hay un partido único, la libertad de expresión no está plenamente impedida.

A su vez, no es un régimen totalitario, no controla ni politiza todas las esferas de la vida, al punto que no hay tampoco una represión completa de todos los órdenes sociales. De hecho, la debilidad propia del Estado venezolano no le permitiría poder llevar a cabo estos puntos.