Una muestra más de que el amor lo puede todo. En Japón, la nieta mayor del emperador Akihito, la princesa Mako de 25 años, decidió renunciar a sus títulos de nobleza y salir de la casa imperial de su familia para poder cumplir con su deseo: casarse con Kei Komuro, un empleado de un estudio jurídico y ex compañero de universidad.

Ante la locura de los japoneses, Kei se presentó ante la prensa pero no dio detalles sobre los preparativos de la boda que, se presume, se celebrará el año entrante. Se limitó a decir que será anunciada "cuando sea el momento adecuado".

Mako es la hija mayor del príncipe Akishino, segundo en la línea sucesoria tras el príncipe heredero Naruhito.

El joven conoció a la princesa hace cinco años a través de amigos en común y le habría propuesto matrimonio un año después del primer encuentro.

El matrimonio de la nieta mayor del emperador mermará todavía más a la familia imperial de Japón, una institución avejentada y cada vez más escasa, abocada a una amplia brecha generacional.

Según las reglas de la monarquía más antigua del mundo, las mujeres tienen prohibido el ascenso al Trono del Crisantemo.

La normativa que rige la casa imperial nipona desde 1947 eliminó las llamadas ramas colaterales de la institución, de manera que las mujeres que nacen en su seno pierden su estatus de realeza al contraer matrimonio, algo que ha reducido sustancialmente el número de sus integrantes.

La de Japón es la dinastía hereditaria reinante más antigua del mundo. Hoy tiene 19 miembros, de los cuales sólo cuatro son varones, únicos que pueden acceder al trono: el emperador Akihito (83), el príncipe Naruhito (57), el príncipe Akishino (51) y el príncipe Hisahito (10), hermano menor de la princesa Mako.

Qué pasará ahora con la princesa Mako

Como es tradición, el gobierno pagará a la princesa Mako una indemnización por la pérdida de sus derechos, cuyo importe será decidido por una comisión de ocho miembros, incluido el premier japonés, Shinzo Abe.

Cuando la única hija del emperador Akihito, Sayako Kuroda, decidió casarse con un ciudadano común en 2005, el Estado le pagó alrededor de 150 millones de yenes (equivalentes a poco más de un millón de dólares).