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Conocé al hombre que vive con el brazo robótico más avanzado del mundo

Johnny Matheny está probando un brazo biónico de 120 millones de dólares durante un año. ¿Cómo es su vida?

Conocé al hombre que vive con el brazo robótico más avanzado del mundo
Johnny Matheny y su brazo robótico

En 2005 a Johnny Matheny le diagnosticaron cáncer. Después de varias cirugías y sesiones de radiación los doctores llegaron a la conclusión que la única solución era amputarle el brazo izquierdo. 

Lo que parecía el fin de una era para este repartidor de pan se convirtió en el comienzo de una nueva vida como el hombre con el brazo biónico más avanzado del mundo.

Un año después de la cirugía de Johnny, en 2006, la división de investigación desarrollo militar de los Estados Unidos DARPA comenzó a trabajar en el Miembro Prostético Modular (MPL por sus siglas en inglés) en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins

Durante la última década la Universidad ya ha recibido más de 120 millones de dólares para el desarrollo de la prótesis.

El brazo biónico es parte de un programa enfocado en prótesis para las extremidades superiores. El objetivo es crear miembros artificiales que respondan a la actividad neuronal y puedan restablecer funciones motoras de manera natural —o dicho de otra manera, brazos robóticos que puedan controlarse con la mente—.

Johnny fue aceptado como voluntario hace cuatro años y ha colaborado con los investigadores en el prototipo que, desde principio de este 2018, usa a diario en una inédita prueba en condiciones reales. 

Johnny en el laboratorio probando el MPL | Imagen: Universidad John Hopkins

Este tipo de prótesis de control neuronal han sido probadas y demostradas en situaciones de laboratorio en el pasado, pero por primera vez los investigadores están permitiendo a un civil utilizar el dispositivo fuera de la universidad.

Johnny Matheny se convirtió en el primer hombre de la historia en vivir con un brazo robótico.

El objetivo es evaluar los límites de la prótesis y solucionar los ocasionales problemas que puedan presentarse. Johnny mantiene reuniones regulares (virtuales o en persona) con los investigadores de la universidad para mostrar sus avances, reportar problemas o buscar soluciones.

La prótesis puede ser reprogramada a distancia, por lo que en caso de algún desperfecto particular Robert Armiger, uno de los ingenieros del proyecto, puede conectarse al brazo y modificar su funcionamiento a través de una videoconferencia.

En el seguimiento que realizó el portal Quartz puede verse a Johnny realizando todo tipo de tareas cotidianas como cocinar o cortar el pasto, pero según el hombre biónico su objetivo es aprender a tocar una canción en piano para fin de año.

“Esto no es un brazo prostético. Ahora es mi brazo. No somos solo una pareja: somos uno,” dice Johnny con optimismo.

El brazo robótico | Imagen: Universidad John Hopkins

¿Cómo funciona?

Cuando movemos cualquier parte del cuerpo, como la mano o un dedo, el cerebro produce señales eléctricas que viajan por los nervios. Cuando el miembro objetivo ha sido amputado, esas señales se encuentran con un callejón sin salida.

Sin embargo, aunque la extremidad no se encuentre ahí, los músculos del brazo o el pecho involucrados en el movimiento continúan contrayéndose para ejecutar la acción. Gracias a ello es posible, a través de una cirugía, captar esa señal para traducirla en el código que controlará la prótesis.

Ese proceso se conoce como reinervación del músculo y es el primer paso de un largo proceso de aprendizaje.

Como quien toma un joystick de PlayStation por primera vez, Johnny está todavía acostumbrándose a darle órdenes a cada una de las partes de su brazo; pero como cualquier jugador sabrá, eventualmente el control se vuelve algo natural.

Johnny en casa | Imagen: Free Think

¿El usuario siente algo?

La reinervación permite no solo que la señal viaje del cerebro a la prótesis, sino también el camino inverso. El usuario puede efectivamente sentir la presencia extremidad, pero no necesariamente sensaciones.

La prótesis tiene unos 200 sensores integrados pero apenas una fracción está siendo utilizado.Johnny no siente calor, frío o dolor en ese brazo, pero los especialistas aseguran que en el futuro, cuando se mejore la conexión con el cerebro, será posible ampliar las señales que llegan a él.

Johnny Matheny | Imagen: Free Think

¿Cuándo llegará este tecnología al mercado?

El mayor problema, según los investigadores, es el financiamiento. El número de pacientes es muy pequeño en relación a la población como para que estos dispositivos de cientos de miles de dólares se produzcan de forma masiva y reduzcan su costo.

Para alcanzar ese volumen es necesario encontrar aplicaciones que no se limiten al ámbito de las prótesis, un mercado que aún no está desarrollado. Más allá del avance de la tecnología, los investigadores precisan inversionistas. Y esos inversionistas no llegarán hasta que no haya una forma de hacer negocio (o, en el caso del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, lucrar a través de la implementación en conflictos armados).

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