Este sábado 9 de noviembre se cumplen tres décadas de uno de los símbolos más destacados en la historia contemporánea global.
Lo que alguna vez fuera la esencia del poderío de la Alemania nazi y luego el síntoma de su declive en manos del bando aliado, ilustró desde el Muro de Berlín la división de un orden internacional bipolar consagrado en la Guerra Fría y con Estados Unidos y la Unión Soviética como superpotencias.
Como te contamos en esta nota, esta división produjo lo que se conoció simbólicamente durante toda la Guerra Fría como "La Cortina de Hierro" entre dos mundos y dos Alemanias, la Occidental, lógicamente administrada desde el bando aliado y la Oriental o Democrática regenteada desde la URSS.
Es por esto que para el sistema internacional todo, la caída del Muro de Berlín se entiende como el cierre de una etapa, de un proceso estructural y el inicio de otro.
Es el puntapié que permite observar un último y definitivo ciclo de distensión en la Guerra Fría, así como el inicio de un nuevo orden internacional dominado política y militarmente por Estados Unidos donde el capitalismo es el sistema económico hegemónico.
Esta hegemonía claro de ninguna manera supuso el final de todos los conflictos, sino que de hecho, los multiplicó. Las tensiones regionales aumentaron y el sistema no aportó paz ni estabilidad.
De hecho, la idea de paz, además de vincularse exclusivamente a Occidente, pasó a estar cada vez más difusa y cercana a la idea de seguridad y el discurso que, con los Estados Unidos a la cabeza, se tomaría para hablar del concepto del riesgo y las sociedades que transitan ininterrumpidamente en este estado, funcional a los intereses de unos pocos.
El mundo de posguerra fría, marcado en sus inicios con la caída del Muro de Berlín como antecedente y la emergencia de la globalización como resultante, es el rasgo que caracteriza actualmente a un mundo que si bien con el arribo de nuevos liderazgos se debate sobre las bondades y la continuidad de este proceso, permanece vigente y sin alternativas visibles.