Cumpleaños. Reunión familiar. Las primeras palabras o pasos. El abrazo a un afecto. El comienzo de las clases o algún logro conseguido. Sea cual sea el motivo social o el acontecimiento al que le damos significado, la cámara está ahí, testigo.
Imágenes con algún diente menos, de vacaciones, un proyecto de la escuela o el juego en algún parque. Les niñes están en las redes, en nuestras redes. Y sí, claro que nos parece natural en una era del compartir, en la que podemos elegir abrir nuestro mundo. Sin embargo, ¿pensamos qué alcance tiene esto? ¿qué es el sharenting? ¿está mal subir imágenes de les chiques? ¿les consultamos y escuchamos a la hora de hacerlo?
Llamamos sharenting a la publicación de imágenes o videos de menores en plataformas y redes sociales. En su traducción al inglés significa "crianza en línea" (share = compartir y parenting = crianza). "Cuando decidimos subir un video o una foto de ellos a las redes, este contenido pasa a ser parte de su huella digital, es decir, parte de su identidad, un derecho humano básico que figura en la Convención de los Derechos del Niño y eso hay que cuidarlo", advierte a Filo.News, Laila Pokorski (25), estudiante de Letras y activista y asistente de proyectos en Chicos.Net, una ONG que se dedica a fomentar los derechos de niñez en entornos digitales.
"Sacar fotos familiares siempre se hizo, la diferencia es que ahora, cuando subimos una foto a una red social, perdemos la posibilidad de borrarla si no nos gusta. Básicamente la foto va a perdurar en el tiempo", complementa Julián D'Atri (25), estudiante de Ciencias Políticas de la UBA, también activista en Chicos.Net, fundamentalista de la participación juvenil y la lucha por los derechos de la niñez en el acceso y uso seguro y responsable de los las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación).
Los datos hablan por sí mismos. Ocho de cada diez posteos que subimos a redes sociales son acerca de terceros. Y se calcula que cuando un menor cumple 5 años sus familias ya han compartido más de mil fotos suyas (según Parent Zone).
"Publicar imágenes en las redes se trata de ser consumido, y todo lo que es público se convierte en un elemento de consumo de otros. De la misma manera que se consume a los famosos, influencers, las personas 'corrientes' también necesitan emular esa capacidad de ser consumidas y el shareting entra en esta cuestión", opina por su parte, Natalia Zuazo, politóloga, militante de derechos humanos en Internet, directora de Salto Agencia y autora del libro Los dueños de Internet.
"De todas formas creo que la cuestión a analizar ahí es el exceso, lo mismo que el exceso del yo-propio", advierte la especialista, puntualizando en la cantidad y frecuencia de las imágenes a subir, y recomienda: "Mi postura es que no deberían compartir hasta que los menores puedan decidir si hacerlo, pero no es una postura que todos compartan y sé que suena tajante".
"La privacidad debe cuidarse tanto para algunos como para otros y la de los niños y niñas debe respetarse como la de cualquiera. Yo no comparto una foto de una persona si no está de acuerdo. Una no puede apropiarse de otres sin una consulta previa", asegura.
Analía Devita es cantante y artista plástica. Creó cuentas en redes sociales para difundir eventos, proyectos y su trabajo. Sin embargo, también tiene tres hijes de 16, 14 y 7 años. ¿Cómo maneja la publicación de imágenes sobre elles? ¿significa un debate?
"Me gusta la privacidad en general. Mi trabajo es muy expuesto al público, lo que genera que a veces se confunda con tu vida privada", reconoce. "Mi relación con las redes sociales es continua por mi trabajo, es una muy buena herramienta, pero hay que saber usarla sino pueden traer inconvenientes. Pienso que cada uno puede actuar de la manera que le sea conveniente si conoce a sus contactos o lo sube a plataformas un poco mas privadas que otras, aunque realmente no hay mucha privacidad en las redes", expresa.
Y es justamente esa la cuestión. Las imágenes de niños y niñas que están publicadas en cuentas no privadas pueden ser distribuidas en sitios de pornografía infantil o pedofilia, o incluso, generar delitos de vulneración como el grooming.
No se trata sólo de los posteos en sí mismos sino de la información que se está brindando en cada uno de ellos: una foto con uniforme, en la puerta de la fachada de un edificio, entre otros, pueden ser ejemplos de datos que se aportan quizá sin ser verdaderamente concientes de lo que se está compartiendo en verdad.
Un reciente artículo de Chicos.Net visibilizó que durante el aislamiento "se cuadruplicó a partir de abril" la distribución de materiales de abuso sexual infantil, como informa Pilar Ramírez, directora de Protección de la Niñez y Asuntos Legales del ICMEC (International Centre for Missing & Exploited Children).
El mismo artículo alerta sobre una cuestión de género: en su mayoría, las víctimas de esta difusión de imágenes (así como de vulneraciones y casos de grooming) son mujeres, niñas, menores; "el 78 % de las denuncias involucran a niñas y el 15 % a varones menores", detallan. Cabe destacar que con esto no se pretende minimizar el impacto en niños y otros géneros sino puntualizar que las femeneidades suelen ser doblemente víctimas por una sexualización sobre sus cuerpos y un sistema patriarcal que oprime.
En este punto es importante hacer una salvedad. Si bien esta nota no pretende echar culpas en las familias -ya que es sabido que el foco de los delitos mencionados está en les acosadores- sí la idea es concientizar sobre los riesgos de publicar imágenes de infancias. Y así construir un espacio de representación y bienestar colectivo.
"Con mis hijos esta todo hablado con respecto a los cuidados que hay que tener, en el caso de los grandes qué publicar y qué no. Están de acuerdo con que no es conveniente exponer tu vida privada en todo momento a desconocidos. Utilizan las redes con precaución quizá algunas fotos con sus mascotas, o con amigos y todo teniendo presente a quiénes tienen entre sus contactos. Aunque eso no garantiza seguridad", añade y asegura que a su hijo menor no le interesan estas plataformas.
El caso de Analía es uno entre las millones de imágenes con las que nos cruzamos en redes sin embargo, lejos de ponernos la gorra, la idea es empezar a preguntarnos ¿qué piensan las infancias en todo esto?
"Emiliano (13) al igual que su papá es muy consciente del impacto que tienen las redes sociales, de lo que generan y no está a favor de hacer pública todo el tiempo nuestra vida. No comparten esto de 'voy a subir un video a IG' , más bien tratan de evitarlo. Milena (10) al contrario, es más parecida a mí en ese sentido y le gusta ver sus posteos, sacarse fotos y compartir momentos con 'sus fans' así llama al público que reacciona con sus videos porque la mayoría le escribe 'Mile soy tu fan'. Ambos coinciden en decir 'por qué no le preguntan a los chicos que les gusta y que no'. Son muy críticos de las publicidades o cuando escuchan algo que no los representa dan su opinión", reflexiona su madre, la locutora Rocío González Toniolo.
Rocío sube imágenes de sus hijos a sus redes. Es conciente de ello, por lo que tiene privadas sus cuentas de modo que sólo personas a quien conoce sean las que miren ese contenido. "Me gusta generar algo en quien me está viendo. Si son historias de Instagram trato de que tengan una correlatividad y que sea como un 'cuentito'. En el caso de publicaciones comparto prácticas de locución, momentos en familia o imágenes mías con mensajes motivacionales", cuenta.
"A Milena si le gusta que la grabe y espera la reacción del público o cuantas visitas o likes tuvo el posteo. A Emiliano ya no le gusta mucho que lo grabe, él elige cuándo puedo subir ese contenido. Muchas veces hay una producción atrás de cada video. Otras, sólo me gusta grabar la vida cotidiana en casa. Emiliano tiene cierto pudor con lo que sube en las redes, y a veces me bloquea porque no quiere que lo vea. Le gusta compartir su opinión sobre algún tema o videos graciosos. Milena en cambio me pide que la grabe y es ella quien propone como tiene que ser ese video. Ella busca que quien mire se ría y se ponga feliz al verla", asegura su madre.
La participación de la niña y el adolescente son activas, ambos participan, y se expresan. "Trato de enseñarles a mis hijos a generar opinión propia y que no todo lo que ven en las redes sociales es real. Que se sientan libres de manifestar lo que sienten. Que no sientan opresión ni temor por 'el que dirán'. Charlamos que contenido subir, y a quienes aceptar como 'amigos'. Como mamá aprendo mucho de ellos. Intento romper con mandatos familiares, estereotipos y modelos culturales que se me impusieron cuando era chica. Es muy importante escuchar a los hijos, brindarles nuestro tiempo", manifiesta Rocío.
"La infancia como una sala de espera": del mito instaurado a preguntarnos ¿qué opinan les chiques?
Al pensar en esta nota se me vinieron algunos debates a la cabeza, si hablamos de les niñes como sujetos (y no objetos) de derechos, ¿por qué siempre damos entidad a las voces de adultes como citas de referencia? Sin embargo, bien sabemos que entrevistarles sería exponerles, por lo que la participación de Laila y Julián propone abrir el juego, desde su activismo joven y como referentes de niñez y adolescentes en Chicos.Net.
El uso de redes sociales no es exclusivo de adultes, ya que bien sabemos que jóvenes y adolescentes son uno de los públicos más fuertes y frecuentes en ese consumo. En este punto es importante que tengamos presente que el sharenting no es la publicación sólo de hijes: cada vez que subimos un contenido con menores hablamos de esto. Puede ser tu prime, tus alumnes, chiques a los que acompañás a algún campamento, los que animás en fiestas de cumpleaños y talleres, entre infinidad de vínculos y situaciones.
Julián D'Atri advierte que puede ser también ese meme que compartís: como la imagen del niño al que lo vemos notablemente afligido y conmovido. "¿Nos preguntamos qué pensará el niño del meme en unos años cuando entienda el alcance de su imagen?", reflexiona el activista.
Lo mismo sucede con decenas de pequeños y pequeñas que se vuelven tapas de revistas, e incluso tienen cuentas propias en redes sociales, cuentas que, claro, manejan adultes a su cargo. ¿Qué nivel de exposición manejan esas infancias? ¿cuán vulnerada se ve su intimidad?
Estos casos se pueden ejemplificar con decenas de famosos. Aunque, al mismo tiempo, son varias las reconocidas figuras que prefirieron y prefieren reservar los rostros de sus hijos e hijas o limitar su contenido. ¿Cuánto tiempo demoró la China Suárez en publicar fotos con el rostro de Rufina? Darío Barassi podría ser otro caso: protege el rostro de su hija cada vez que elige mostrarla.
Hace un tiempo, la marca holandesa Koppie Koppie lanzó una campaña para concientizar sobre la publicación de menores en la web. "El niño de alguien en tu taza favorita", era el slogan con el fin de visibilizar los riesgos de los permisos que otorgamos sin darnos cuenta. Una niña que podría ser la portada de una página de Internet, de un folleto de ventas, de tu taza.
A raíz de esto, hace a la diferencia preguntarnos: ¿cuán representada está la voz de lxs niñxs en estos debates y cómo generamos participación? ¿Cuánto de adultocentrismo hay en la acción de compartir fotos de menores sin consultar? ¿Se habla de consentimiento?
"La voz de lxsniñes está bastante poco representada. Generalmente cuando se hacen este tipo de noticias se habla desde la perspectiva de les adultes. ¿Cómo les damos entidad? si partimos del problema del adultocentrismo -que sostiene que hay un poder total de los adultos por sobre los niños- no se los considera sujetos de derecho sino sujetados a su poder", advierte Laila Pokorski.
"Está bueno tener presente que las tecnologías traen muchos beneficios siempre y cuando las sepamos usar a conciencia y respetando ciertos límites. No podemos negar que está buenísimo conectarse con un amigo o pariente de otro país y que pueda ver el crecimiento del niño, y más en este contexto de pandemia en el que no queda otra opción que tener esta clase de contacto virtual", añade. "Pero a la vez sí puede ser una práctica adultocéntrica, si es que no hay un consentimiento de los niños. Obviamente es difícil analizar esto porque hay edades en que los chicos no tienen determinada experiencia o conciencia de lo que implica que suban una foto suya. En esos casos nuestra propuesta es que las familias puedan imaginar si a ese niño le gustaría después verse expuesto de esa manera", visibiliza.
"Lo importante es no exponer lo íntimo, cuidar quién ve nuestras publicaciones", precisa Julián, y con ello, la sensibilidad del contenido que se muestra: por supuesto evitar desnudos o llorando.
"Muchísimas personas adultas no creen que les niñes y jóvenes puedan tener una opinión marcada y una voz fuerte. Esto es terrible", alerta el activista, quien destaca iniciativas que llevan a cabo desde Chicos.Net para fomentar la expresión y participación de las infancias: tales como el concurso Zoom a tus Derechos, hasta la cuenta de Instagram La Gran Data, realizado y manejado por adolescentes con temáticas de su interés.
Otros casos a destacar son Jóvenes por el Clima y el movimiento medioambiental liderado por Greta Thunberg y otras las movilizaciones en género. "Es importante que se empiece a tener registro de la voz de niñes y adolescentes, que les empecemos a incluir en debates y pensar en el Interés superior de las Infancias", menciona.
"Por lo general en las grandes ciudades del país como en ambientes de clase media se puede ver cómo les jóvenes cada vez toman más protagonismo en decisiones, debates públicos o hasta en cómo pasar su tiempo, eligiendo si prefieren hacer un taller de programación o ser youtubers, el tema que más les guste. No nos olvidemos que en nuestro país desde los 15 años les pibes están autorizados para votar", señala Julián y destaca la cantidad de contenido desde Netflix kids, y múltiples videos.
"El problema, es que hay muches niñes y jóvenes que resultan excluides por parte de la sociedad. En el contexto actual de confinamiento obligatorio, resulta sumamente importante para les jóvenes y niñes tener acceso a las Tecnologías. Le chique que deja la escuela porque no tiene Internet en la casa o comparte un celular entre varies hermanes no cree que puede alzar su voz para que la escuche el mundo", manifiesta poniendo como eje la desigualdad de oportunidades y clase social.
"Está ese mito instaurado de que la infancia es como una sala de espera, una instancia previa a la adultez, y eso hay que deconstruirlo porque los chicos tienen mucho para dar hoy. Obviamente no negamos que los adultos tengan más experiencias que los chicos pero la idea es abrir la escucha en su derecho a la participación y a la expresión. Es clave preguntarles si les gusta, plantearles que las tecnologías ya son parte de la vida cotidiana. Es adultocéntrico subir algo creyendo que tiene el poder completo sobre ese menor y que éste no es partícipe de esa decisión", advierte Laila.
"La privacidad es un derecho político"
La fotografía nació para poder conservar una porción de un ahora. De un momento que no es posible congelar por la velocidad del tiempo, el avance de la tecnología lo hizo posible. Sin embargo, ¿qué objetivo persigue el grabarnos o fotografiarnos en nuestros días?
La llegada de las redes sociales fue lo que difuminó los límites, sembró debates. Lo que años atrás se conservaba en álbumes o portaretratos, ahora es la carta de presentación a un mundo o habla de una renovada forma de compartir(se) con les demás, y que no casualmente en determinadas aplicaciones se llaman seguidores.
"Justamente el derecho a la privacidad es el de ser dejado solo y eso tiene que ver con la capacidad de poder formar opiniones propias. Por eso la privacidad es vista como un derecho político. Y por supuesto que un niño puede manifestarse sobre lo que desea a cualquier edad y debe ser escuchado", resalta Natalia Zuazo.
La politóloga reflexiona sobre el uso de las redes sociales en uno de los capítulos de su libro: En vez de construir palacios y grandes murallas, se instala en oficinas abiertas llenas de luz en Silicon Valley. En vez de desplegar un ejército, suma poder con cada “me gusta”. En vez de trasladar sacerdotes y predicadores, se nutre del “capitalismo del like” –en palabras del filósofo surcoreano Byung-Chul Han (1)–, la religión más poderosa de una época en la que nos creemos libres mientras cedemos voluntariamente cada dato de nuestra vida. Cien años después, estamos viviendo un nuevo colonialismo.
¿Cómo llegamos a ese punto de naturalización en que estamos convencides y nos gusta publicar sobre nuestras vidas y ver las de les demás? "Por una serie de cuestiones que van más allá de Internet y de las redes sociales, que tienen que ver con muchos trabajos, viajar muy mal en el subte, que nos ignoren en muchos de nuestros derechos; entonces las redes son esos lugares donde encontramos esa satisfacción de consumir y ser consumidos", señala la especialista que explica que si bien las redes no son una herramienta de control, sí los datos personales que compartimos. "Dado que esos datos pertenecen a personas es importante considerar que tenemos derecho a revocar esos permisos si queremos hacerlo", explica.
"Darnos un latigazo cada vez que publicamos imágenes es una forma muy parcial de ver la cuestión. Creo que cuando uno tiene eso tan cerca, lo que es más conveniente hacer es alejarse, alejarse de esa forma de compartir las vidas y pensar cómo llegamos a ese punto: de que esa sea la única forma de vivir. Porque probablemente esa manera responda a la del capitalismo. Una no está rescindida de la otra", agrega.
Esto da pie a reflexionar sin ir más lejos en la terminología. No es casual que términos como sharenting surjan del inglés, así como grooming, bullying y ciberbullying, y no prefiramos llamarlas en nuestra propio idioma.
Zuazo puntualiza sobre otra cuestión: la desigualdad. "Si la tecnología no sirve para que más personas vivan de un modo digno, entonces algo está fallando", advierte en su libro donde detalla que el negocio del Internet está en manos de cinco monopolios: Google (Larry Page y Sergei Brin), Microsoft (Bill Gates), Facebook (Mark Zuckerberg), Apple (Jack Ma de Alibaba y Lauren Powell Jobs, viuda de Steve Jobs y heredera) y Amazon (Jeff Bezos).
"En términos de desigualdad mi punto es más estructural. Las empresas, las plataformas de tecnologías son pocas. Facebook (que tiene 2.3 mil millones de usuarios en el mundo, lo que a través del sistema de publicidad convirtió a su dueño en uno de los hombres más ricos del mundo) además es dueño de Whatsapp y de Instagram. Lo que se discute ahora es cómo regulamos esa cuestión y cómo innovamos creando otras formas de tecnologías que distribuyan más las riquezas", menciona la politóloga.
"No necesariamente las redes sociales acentúan las desigualdad siempre, aunque sí estamos en un momento de grandes monopolios y debemos hacer la transición a otras plataformas más plurales. Eso depende de nosotros: desde innovar, hasta usar las redes de otras formas", recomienda.
¿Cómo cuidarnos?
"Las redes sociales llegaron para quedarse, pueden cambiar pero no van a dejar de existir. Lo que tenemos que hacer es pensar que todo lo que se postea o sube a Internet deja de pertenecernos y pasa a ser practicamente imposible de borrar, por eso es importante pensar dos veces antes de subir algo, preguntarnos qué le parecerá a la persona que aparezca en una foto", aconseja Julián D'Atri.
Otras recomendaciones, sugieren publicar tapando los rostros, o compartir las imágenes en redes sociales más privadas como Whatsapp. Aunque todo puede guardarse a través de una captura de pantalla por lo que tenemos que saber que todo lo que se comparte puede volverse público.
Para cerrar, Laila considera: "Una distinción que está muy buena y que nosotros siempre hacemos es distinguir entre lo íntimo, lo privado y lo público. Lo íntimo recomendamos compartirlo con una persona con la que tengamos confianza, o simplemente no hacerlo. Lo privado, manejarlo en una red social con acceso a gente que conocemos y que no cualquiera pueda ver lo que se sube (también están disponibles las listas de mejores amigos). Y lo público, pensar antes de subir si queremos que ese contenido se convierta en acceso público".
"Sabemos que usan las redes desde edades muy tempranas por lo que es central que creemos espacios de diálogo sobre lo que implica este uso y que podamos acompañarlos para que sea crítico y responsable", cierra.