En las últimas semanas, los movimientos ambientalistas se posicionaron en el centro de los debates actuales. Probablemente te hayas cruzado con consignas en redes sociales, videos explicativos y de concientización, y hasta convocatorias para reunir firmas pero ¿a qué se debe esto? ¿de dónde parten estas discusiones y qué vigencia cobran hoy?
La noticia de un acuerdo comercial con China para producir y enviar 9 millones de toneladas de carne (lo que Cancillería luego corrigió a 900 mil) alarmó a decenas de agrupaciones, activistas y habitantes del país no sólo por la falta de transparencia, irregularidades e información que se ocultó debajo de la alfombra, sino por los riesgos ambientales, sociales, alimenticios y de la salud que acarrearía este memorándum.
"Mientras que en nuestro país 12 provincias y 250 mil hectáreas se vieron afectadas por los incendios, el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina continuaba negociaciones con China para un posible acuerdo que implicaría la producción y exportación de carne porcina", detalla a Filo.News, Federico Pellegrino, líder en el departamento de investigación y política socioambiental de la organización Eco House, miembro de Alianza por el clima y estudiante de Ciencia Política en la UBA.
¿Cómo surge este acuerdo? La carne de cerdo es la más consumida en el mundo y la mitad de esta demanda es de China (dato obtenido a través de un estudio de mercado en 2019). Para tener una idea, el cerdo representa el 60% de su consumo cárnico; y a comparación de nuestro país, en China se consume alrededor de 30,29 kg anual per cápita, mientras que en Argentina 9 kgs.
Sin embargo, un reciente acontecimiento generó notables pérdidas en el agronegocio asiático, lo que contribuyó a que la Argentina emergiera como un jugador clave. "En el 2018 en China comenzó lo que se conoció como la gripe porcina africana que afectaba a los animales, en este caso a los cerdos. Por la misma, China perdió cinco años de producción de cerdos o mejor dicho, asesinó a la mitad de la población de cerdos que tenía en ese momento. Y ante esto, el mundo vio la oportunidad de hacer negocio", detalla la activista , Malena Blanco, co fundadora de la organización por los derechos de los animales, Voicot.
La gripe generó que los cerdos manifestasen diversos síntomas de modo que su carne no podía ser vendida, además del temor que se siguiera propagando la enfermedad (que la Organización Mundial de la Salud alertó, puede transformarse en un virus mutable y contagiar a seres humanos) motivo por el que China se deshizo de 250 millones de animales enterrándolos vivos y hasta quemándolos.
Ante la disminución de carne porcina -que recordemos, implica uno de los hábitos de alimentación más frecuentes de la población, lo que se modificó con el desarrollo urbano del país- el valor comercial de dicho consumo se aumentó un 25% y llevó al gobierno chino a buscar potenciales sitios donde establecer su agronegocio. En palabras del vice primer ministro chino, Hu Chunhua: "incrementar la producción de carne de cerdo constituye una 'cuestión política importante'".
Y aquí aparece Argentina. El acuerdo consta de la instalación de 25 mega granjas industriales (con 12 mil madres cada una, es decir, cerdas pariendo lechoncitos en jaulas de gestación), establecimientos de concentración de cerdos, para producir y enviar a China más de 900 mil toneladas en cuatro años. De efectuarse este arreglo, Argentina pasaría de producir unos 6 o 7 millones de cerdos a 100 millones, lo equivalente a multiplicar por 14 la cantidad de carne porcina que se genera en el país.
En julio de este año, Cancillería argentina difundió una comunicación entre el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Felipe Solá, y el ministro de Comercio de la República Popular China, ZhongShan, donde se anuncia una "asociación estratégica" para la producción y envío de carne porcina.
La potencialidad del acuerdo, alertó el accionar de diversos legisladores, actores sociales, activistas, agrupaciones y movimientos ambientalistas que le exigieron especificar los términos y condiciones del acuerdo, en el que dicho sea de paso, no estaban involucrados ni el Ministerio de Salud ni el de Medio Ambiente. Además de posteriormente, participar de una serie de charlas, reunir firmas y conseguir que el memorándum no se concrete a mediados de año y se postergue para noviembre.
Una mirada al acuerdo: el argumento oficial y ¿qué impacto genera la instalación de dichas mega granjas industriales?
"En este contexto, Cancillería inicia un tipo de acuerdo señalado por la velocidad y de oscuridad. No da mayores señalamientos", explica Guillermo Folguera, otro de los actores clave en la toma de palabra y manifestación en torno al memorándum entre la Argentina y China.
El biólogo, investigador del Conicet, profesor en UBA e integrante del Grupo de Filosofía de la Biología y de Después de la Deriva (FM La Tribu) detalla que a partir de ciertos pedidos de ampliación, por ejemplo, frente a diputados y diputadas (como Miriam Bregman y Nicolás del Caño), reconoce que no están en las tratativas ni el Ministerio de Salud ni el de Medio Ambiente y que simplemente "está en juego un intento para garantizar rápidamente el ingreso de dólares a nuestro país".
"Se sabe que China viene de una depresión muy marcada por esta cuestión, que países como Alemania están sufriendo esto, y Argentina decide incorporar estos riesgos tercerizados por parte de China. Esta mezcla de celeridad, oscuridades y equívocos dan a entender algunas reflexiones que son muy significativas de marcar en la actualidad, quizás a modo de pregunta: ¿qué significa motorizar en la Argentina, en tiempos de pandemia, un proyecto que se sabe que tiene riesgos zoonóticos?", reflexiona Folguera.
"Es bastante basto el desastre que implica la instalación de estas granjas", detalla la periodista Soledad Barruti, voz elemental en este debate por su activismo, participación e información. Autora de los libros Malcomidos y MalaLeche, argumenta que "la Argentina ya tenía un vínculo con China y no estamos poniendo reparos a lo que ellos necesitan".
"Lo que se sabe del acuerdo es a partir de filtraciones de documentación oficial, una del Ministerio de Agricultura (de dónde sacamos cómo serían esas granjas, dónde estarían distribuidas físicamente, qué presupuestos necesitan para hacerlas, cómo se imaginan los espacios alrededor, qué tipo de 'recursos' necesitan) y ahí encontramos estos datos espeluznantes como: un millón y medio de litros de agua, que estén cerca de zonas con cierta urbanización para garantizar los servicios básicos, lugares donde haya una carretera y tendido eléctrico", menciona.
"Es un proyecto bastante oscuro, Cancillería nunca clarificó demasiado en lo que implicaba y justamente no fue claro porque parece más una firma entre privados que entre gobiernos", añade por su parte la activista Malena Blanco, quien asegura que según Jorge Neme estas granjas industriales o mega factorías porcinas se construirían "en la nada": "La 'nada' para Neme son lugares donde hay monte, bosque, y otras comunidades, es Misiones, Chaco, Formosa".
Jorge Neme no es una firma más (según precisan los artículos de la Red Eco Alternativo) sino un actor central en este acuerdo por conocer muy bien el sector agropecuario y formar parte de las negociaciones internacionales.
Otro actor central y en quien no se suele centrar el foco es en Luis Basterra, el ingeniero agrónomo quien se desempeña como ministro de Agricultura de la Nación, y quien debería garantizar que se cumplan las medidas de salubridad en los espacios, además de responsabilizarse por el impacto de este agronegocio.
Federico Pellegrino completa que estos complejos productivos necesitan como mínimo 100 hectáreas. "A su vez se pensó en puntos como el Noroeste y Noreste del país donde tendría que tener disponible 17 mil hectáreas para la plantación de soja y maíz. Por supuesto que la cantidad de hectáreas necesarias para poder plantar más maíz y soja para alimentar a estos cerdos, traería como consecuencia más deforestación y desmontes", explica el líder del departamento de investigación y política socioambiental de Eco House.
Este acuerdo que se pretende firmar con China se asemeja al que en 1996 habilitó la producción de soja transgénica en Argentina, impulsado por el actual ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Felipe Solá. Una producción que hoy ocupa el 60% de la tierra cultivable argentina y que aumentó en 25 años un 1400% el uso de venenos, y la convirtió en uno de los 10 países con más deforestaciones del mundo.
"¿Por qué sostener este tipo de emprendimiento que va a incidir en una mayor producción y por lo tanto, mayor fumigación de una forma agroindustrial a partir de que los cerdos consumen soja y maíz y que va a perjudicar en deforestaciones? ¿Qué significa un proyecto que utiliza fuertemente bienes comunes como el agua en un contexto en que la Argentina está sufriendo una sequía muy marcada y de hecho tenemos una parte fuertemente atravesada por incendios que están directamente vinculados con un deterioro de la tierra?", pregunta y a la vez advierte Folguera.
La instalación y el desarrollo de cada granja implicaría el consumo de como mínimo un millón y medio de litros de agua por día para el consumo de esos animales, entre otras cuestiones. "Otro punto a destacar es la generación de efluentes altamente contaminantes para el agua y la tierra que se van a producir en estas mega granjas. Y como si fuera poco también aumentarían los gases con efecto invernadero por este sector que como bien sabemos por el último inventario nacional de la Argentina la agricultura, ganadería y civilcultura son responsables de más del 39% de nuestras emisiones", enfatiza Pellegrino y detalla que hasta el momento no se ha realizado ninguna valoración de impacto ambiental para medir los riesgos que implica un proyecto de tal magnitud.
"La contaminación que generan estos lugares es monstruosa"— agrega Malena Blanco— "No solamente la contaminación del agua (ya que los restos de estos animales van hacia las napas de agua), sino que también los animales que consumimos son los principales consumidores de antibióticos a nivel mundial. ¿Y esto qué genera? que todas las personas que consumen animales o viven en cercanía de estas fábricas consuman a través del agua y/o de esos animales, antibióticos. Lo que produce la superbacteria, que es la resistencia a los antibióticos que justamente se da por la expansión de la agroindustria y la ganadería a nivel mundial".
En otras palabras, los cerdos confinados están expuestos a enfermedades y para ello consumen esos antibióticos (que además estimulan el crecimiento), antibióticos que las personas a su vez consumen al ingerir la carne. Eso hace que las bacterias sean más resistentes y ahí otro riesgo que advierte Barruti: "lo que aumentó la esperanza de vida en la humanidad no es que la industria nos da mejores alimentos sino que hay remedios como los antibióticos. Si te enfermás y no tenés un antibiótico que te cure estás en serios problemas y tu esperanza de vida baja radicalmente, al punto que ya se habla de que en los próximos años las personas van a morir más por bacterias con resistencia a los antibióticos que por enfermedades como el cáncer".
Una cerda da a luz entre 12 y 14 lechoncitos cada seis meses. Este proyecto propone encerrar 12 mil cerdas toda su vida en jaulas de gestación del tamaño de su propio cuerpo: paradas mientras están gestando y acostadas al parir y amamantar a sus cerditos.
Al nacer, a los lechoncitos se les extraen los dientes y se les corta la cola porque como es tal el nivel de estrés de las condiciones de encierro y hacinamiento, enloquecen y se lastiman; "y para las empresas, que se lastimen es perder dinero", visibiliza la activista Blanco.
"De más está decir que el hacinamiento de 12 mil animales puede traer como implicancia la propagación de nuevas enfermedades de origen zoonótico y por supuesto, su transmisión a seres humanos", desarrolla Pellegrino. Dato que Barruti complementa: "Salir de una pandemia con un negocio que tiene el peligro de generar una nueva pandemia es demencial".
¿Posibilidad de empleo? ¿para quiénes?
En un reciente comunicado, Felipe Solá -principal impulsor de este acuerdo, y en representación de quienes firmaron como adherentes- argumenta como principales beneficios de la implementación de estas mega factorías la "posibilidad de generar divisas, empleo y reducir la pobreza y el hambre produciendo proteína barata", además de generar "progreso" para les, las y los pequeños y medianos productores. ¿Pero esto es así? ¿Quiénes son las personas destinadas a trabajar en esas granjas industriales y en qué medida se benefician?
"El 90% de los productores en la Argentina son pequeños y medianos", afirma el investigador Guillermo Folguera, quien invita a preguntarnos: "¿Qué significa en un contexto de crisis social con una desigualdad evidentemente ostensible donde los sectores con bajos recursos están sufriendo más que nadie la pandemia, que sea en nombre de estos sectores que se manifiestan tipos de emprendimientos que se saben perfectamente que lo único que hacen es incentivar la desigualdad social?"
"Las deposiciones de los animales concentrados -conformadas por materia fecal, pis, fluidos, vísceras- termina en grandes piletones en los que después se extrae material para hacer biocombustibles y/o fertilizantes. La instalación de esos piletones hace que los espacios se vuelvan irrespirables por una carga de malos olores, que no son inertes sino que están compuestos por moléculas de volátiles que cargan muchas veces gases peligrosos para la salud. Las primeras víctimas de esto son los trabajadores", señala la periodista.
Las granjas industriales de cerdos de México - Imágenes sensibles realizadas por Mercy For Animals - Latinoamérica
"El proyecto se está divulgando con la idea de que va a generar más trabajo pero los que generan en mayor cantidad son trabajos precarios de las personas que están en contacto con esos animales. En estudios realizados en países como España, Inglaterra y México se encontró que en todos los casos sufren problemas respiratorios crónicos y de estrés constante porque estar en esos espacios es contrario a cualquier búsqueda de calidad de vida. Obviamente esos espacios se deprecian económicamente, se vuelven imposibles para el turismo, tierra sacrificada y entregada para que ese negocio pueda suceder para que esa empresa prospere y todo lo demás lo tiene que aguantar", añade y cita los casos que actualmente suceden en provincias como Salta y Santa Fe.
Barruti señala que estos espacios además de generar tóxicos traen un montón de plagas enormes, que multiplican la aparición de enfermedades provenientes de las moscas, mosquitos y roedores.
"En esos lugares las personas no pueden vivir sin tener el ventilador prendido (en invierno, por ejemplo), porque la cantidad de moscas que hay es increíble. ¿Qué otras cosas pasan y pasarían? el olor que se siente en las escuelas y viviendas es terrible. Yo invitaría a todas las personas que firmaron esto y/o que están a favor, que vivan en las cercanías de estos lugares porque realmente son sitios del terror", complementa Blanco.
"La promesa del trabajo es la que surge cada vez que se impulsa un proyecto de estas características. Desde la aprobación del cultivo de soja transgénica (1996) sin siquiera hacer un estudio de impacto ambiental o análisis del cultivo en sí, de la mano del mismo funcionario que está incentivando el acuerdo con China, Felipe Solá", evidencia la periodista Barruti.
Y es mediante el mencionado comunicado que el funcionario dijo: Cuando llega el momento de hacer algo no encaja con la doctrina o las ambiciones de distintos grupos que están lejos de entender de qué se trata y que no les interesa si producen dólares para el Banco Central o no, sino seguir con su relato (...) Vamos a hacer todo lo posible por no contaminar pero sobre todo lo que vamos a hacer es producir y generar dólares (...); exportar y generar empleo (...). Esta es una solución, ¿la vamos a boicotear o a defender?
Video realizado por Voicot en conjunto con Soledad Barruti
"No solamente no han cumplido con ninguna de estas promesas sino han empeorado la pobreza en el campo"— contraargumenta Barruti— "Todo lo contrario, la sojización del país ha significado la expulsión de 200 mil familias, producto del avance de monocultivos tóxicos con los que es imposible convivir y de la no incorporación de mano de obra porque estas granjas industriales se manejan con muy pocos empleados y a medida que aumenta su escala no aumenta necesariamente la cantidad de personas porque aumenta la tecnificación".
Respecto al ingreso de divisas, la periodista especialista en ecología advierte que se da según el modelo de retenciones que se aplique. "Con lo difícil que es aplicarle impuestos a un sector que está totalmente acostumbrado a hacer lo que quiere y a moverse con sus negocios con una lógica que es la misma que se imprime en su modo de hacer diario, que incluye la evasión y la protesta ante cualquier tipo de necesidad de ajuste. Un sector que ya sabemos que es problemático, que no es solidario con el país sino todo lo contrario", asegura, y con ello se refiere al agronegocio y el empresariado rural.
"En este esquema con China no queda claro cuál va a ser el negocio: porque dicen que se hacen inversiones, instalan estas granjas ¿y después qué? Acá no va a quedar proteína barata de ningún tipo, porque primero la idea de 'barato' es errónea ya que no contempla todo lo que ya mencionamos, pero además pensar que va a ser mejor que un negocio que ya está en el campo es extraño. No se han comunicado los números y hasta el momento otros negocios del estilo -como los megamineros- en ningún punto derraman riquezas ni prosperidad. Son inversiones muy cortoplasistas que incorporan mano de obra mínima en condiciones que ninguno de los que firma estos acuerdos querría aceptar si pudiera, a cambio de dejar destruidos los lugares en donde estas granjas están", asegura además de remitirse a casos reales como la granja industrial colocada en Freirina (Chile), ejemplos en México y otras partes del mundo. "Lo trágico es que se piense que no va a suceder", advierte.
"Me queda la sensación de estar discutiendo algo que no obedece a razones lógicas. Nos están apremiando con el intento de obtener rápidamente dólares y no por discutir seriamente qué país queremos y necesitamos. Así como está planteado, lo único que hace este proyecto es intensificar los problemas y en nombre de aparentes manotazos de ahogado quedarnos acogotados y acogotadas en una situación que amerita seriamente discutir como salimos de esta sin que signifique hipotecar el futuro que tenemos y al que cada vez se le presenta un signo de interrogación más marcado", señala Folguera.
"Entonces, en lugar de alimentar a la población china como se venía alimentando y cómo estos lugares que nos trajeron hasta acá, ¿por qué no empezamos a pensarnos de otra manera y a construir un mundo distinto para todos los seres que lo habitamos?", propone Blanco.
Ante la actuación de la sociedad civil, Cancillería reconoció que al acuerdo le faltaba un artículo donde se estipulen las leyes de protección ambiental, recursos naturales y bioseguridad, y es por eso que decidió atrasar hasta noviembre la firma de este acuerdo.
"No queda otra que oponerse. Cualquier idea como la resignación a este modelo, a que vamos a morir de algo. No veo a nadie dispuesto a bajar los brazos. Este acuerdo no tiene que firmarse en noviembre ni nunca, esa es la postura por la que pretendo seguir trabajando", expresa Barruti.
Activistas veganos, un documental realizado por Marcelo Figeroa para Filo.News
"Esto nos muestra que podemos hacer algo para que el acuerdo no se firme, que el activismo funciona, que la participación ciudadana tiene una incidencia política. Es por eso que tenemos que estar atentos, seguir informándonos y preparándonos para cuando tengamos que volver a manifestarnos en contra de este acuerdo. Lo que hoy está en juego es el modelo de país que queremos para nuestros próximos años y en ese tipo de decisiones, tiene que estar la sociedad civil", cierra Pelegrini.