Si de mujeres que allanaron el camino hablamos, la historia de Cecilia Grierson es realmente excepcional: no solo fue la primera licenciada en medicina de nuestro país, sino también la primera en recibir un título universitario en toda Sudamérica, la primera en Argentina y Latinoamérica en fundar una escuela de enfermería; fue pionera en la ginecología, la puericultura y los primeros auxilios y también una incansable luchadora por los derechos de la mujer. Como nadie antes logró, con algunos —más bien varios— contratiempos, desarrollarse en su profesión y hacerse lugar en espacios hasta entonces no habitados por mujeres.
En esta nota, hacemos un recorrido por esos momentos definitorios para la enfermería y para la historia formativa de la profesión de la mano de Karina Ramacciotti, historiadora, profesora de Historia Social en la Universidad Nacional de Quilmes e investigadora del CONICET; y analizamos el escenario actual de las mujeres en la ciencia así como la perspectiva futura acompañades de Valeria Edelsztein, doctora en Química, también investigadora del CONICET y divulgadora científica.
Entre la medicina, la enfermería y la educación
Un 22 de noviembre de 1859 nacía Cecilia Grierson. Hija de Parish Robertson Grierson, descendiente de los primeros colonos escoceses que llegaron a Argentina, y Jane Duffy, de origen irlandés, vivió en Entre Ríos hasta que decidió marcharse a la región más habitada del país, Buenos Aires, a estudiar.
Si bien volvió a la provincia del litoral al enfermar su padre, tras su muerte regresó nuevamente a Buenos Aires donde, además de trabajar como niñera, inició sus estudios de magisterio. En 1878 ya había finalizado esta primera etapa de aprendizaje formal y aunque siempre pensó que dedicaría su vida a la educación, la inesperada muerte de una amiga a causa de una larga enfermedad la movilizó por otro objetivo: cuidar a otres.
En una época de una vida universitaria poco receptiva para las mujeres y con la carrera de medicina particularmente reservada para varones, Grierson logró sortear los impedimentos —implícitos y no tanto— para, en 1889, conseguir su título en medicina en la Universidad de Buenos Aires, convirtiéndose en la primera mujer en conseguirlo en el país y en toda Sudamérica con una tesis centrada en las histero-ovariotomías, sobre la irritación o histeria en las mujeres recién operadas de ovarios
Según explica Ramacciotti, "Las mujeres no podían estudiar medicina y por eso las primeras tuvieron que argumentar legalmente para poder entrar. Esto no solamente sucedió acá, a nivel mundial también fue un proceso lento en donde ellas entraron más tarde y tenía que ver con las concepciones en torno a la mujer en las profesiones, no solo en la medicina. Se consideraba que sus tareas eran las del ámbito doméstico, el cuidado de niños, los quehaceres de la casa, y a su vez había prestigiosos científicos de la época que consideraban que ellas tenían un cerebro —pequeño— no preparado para el estudio. Eso las condicionaba 'biológicamente' para no hacer carreras universitarias".
Pero las obstáculos, claro está, no se limitaban al ingreso y graduación, la vida laboral posterior forma parte de la experiencia profesional y como tal, presentaba sus propias adversidades. Grierson, que también decidió especializarse en cirugía, jamás pudo ser ni jefa de sala, ni directora de un hospital, ni profesora en la universidad; de hecho, ni siquiera pudo ejercer como médica cirujana.
"Los hospitales no aceptaban cirujanas mujeres y la excusa que usaban era que nadie iba a confiar en ellas", cuenta la química y divulgadora Edelsztein. "Nadie va a confiar en una cirujana entonces no, no vamos a contratar cirujana", sostiene, eran los argumentos de la época.
El camino de Grierson tomó entonces otro rumbo que incluía principalmente la ginecología y la obstetricia pero que también se caracterizó por la fundación de la Asociación Médica Argentina, la fundación de la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios, la realización de la primera cesárea que tuvo lugar en la Argentina y la enseñanza a enfermeras.
"Cecilia fue una de las feministas más valorada luego de su muerte que durante su vida. Ella promovió la educación de sus pares, la elevación de la condición femenina, que por entonces estaba menguada y asimilada a la minoridad, y promovió, para quienes estaban en una situación más desfavorecida, que el trabajo y la formación fueran una alternativa dignificante en un mundo donde las diferencias genéricas y sociales resultaban divisorias", escribe Ramacciotti en "Historias dela enfermería en Argentina. Pasado y presente de una profesión".
Según relata en el mismo libro, el interés de Grierson por la enfermería tenía varias motivaciones: "Por un lado, expresa la preocupación por la educación y el trabajo de las mujeres en tiempos de tensiones y discursos encontrados al respecto. Por otro lado, señala su atención al orden de lo social y el lugar de las mujeres en ese aspecto".
Y si bien nunca pudo ser profesora universitaria, se dedicó a dar clases por otros medios. A este respecto, Edelsztein trae otra anécdota: "Hay un libro que recoge memorias sobre ella donde cuenta que cuando en 1894 se presentó para ser profesora sustituta de la Cátedra de Obstetricia para parteras en la Facultad de Medicina, se presentaron ella y otro médico. El concurso fue declarado desierto, no le dieron el cargo a nadie. Según se enteró después [le contó un miembro del jurado], no le dieron el cargo solamente porque era mujer. Es decir, ella tenía todas las competencias necesarias, tenía los títulos y las habilidades pero a causa de su condición de mujer no le dieron el título".
"Tampoco a su competidor. Ella estaba en mejor posición y decidieron no dárselo, tampoco se lo dieron a él porque evidentemente no llegaba a cumplir las condiciones necesarias", sostiene. Debieron pasar más de tres décadas para que una mujer, María Teresa Ferrari de Gaudino, alcanzara aquel cargo.
Pero decidida a compartir el conocimiento y partiendo de su experiencia como estudiante de medicina y como concurrente al Hospital de Mujeres, comenzó a promover de manera activa la formación de enfermeras y enfermeros porteños nada menos que en un momento en el que los centros de salud no contaban con personal profesional de este tipo: el cuidado, en el mejor de los casos, estaba en manos de religiosas y de la caridad; pero era insuficiente, no era profesional y no se pagaba salario por hacerlo.
En el año 1886 fundó entonces la primera escuela de enfermeras con una serie de cursos que dictó en las dependencias del Círculo Médico de la Capital, destinadas al público en general y al personal subalterno que ejercía en los hospitales porteños, sobre el cuidado para enfermos y sobre primeros auxilios.
"Al principio costó mucho trabajo convencer al público de la utilidad de las nociones antedichas, y para vencer esa indiferencia, enseñaba mañana, tarde y noche en los hospitales, centros obreros, reuniones aristocráticas y de beneficencia, dándolas en inglés y castellano", detalla su biografía "Doctora Cecilia Grierson. Su vida y su obra", Buenos Aires, Tragant, 1916.
Modernizar a la sociedad de su tiempo
Pero la lucha de Grierson no se limitó al campo médico, también extendió sus reclamos a los derechos civiles y políticos de las mujeres y participó de diversos congresos feministas.
La historiadora del CONICET cuenta que en esa época —fines del siglo XIX inicios del XX—, en nuestro país, las primeras feministas eran, de hecho, médicas o estudiantes de medicina que empezaron a dar la lucha para cambiar ese orden patriarcal, masculinizado, donde por mucho tiempo fueron minorías.
"Élida Paso, Cecilia Grierson, Elvira Rawson de Dellepiane, Julieta Lanteri... Es todo este grupo de mujeres feministas con matices —porque no era un grupo homogéneo sino que había diferencias en sus concepciones en torno al lugar de la mujer en la casa y los derechos políticos— que al margen de sus diferencias internas fueron sin lugar a dudas las pioneras o las primeras mujeres que bregaron por la adquisición de un lugar en la sociedad para las mujeres que las sacara de la domesticidad".
"Cecilia ademas fue impulsora de la Cruz Roja Argentina, fue integrante de un montón de asociaciones de la época y tuvo un papel importantísimo en el Primer Congreso Femenino Internacional de 1910".
Un primer congreso que contaba entre sus miembros a distinguidas médicas, educadoras, escritoras y activistas del movimiento feminista reunidas para debatir el rol de las mujeres y denunciar desde injusticias aún vigentes como la disparidad salarial entre hombres y mujeres, la esclavitud doméstica y la complicidad de estamentos gubernamentales en la explotación de la prostitución; hasta reivindicaciones propias de su contexto como lo fueron el derecho al voto, la participación política y sindical y la ley de divorcio..
Cecilia Grierson fue la presidenta del Congreso y hubo tanto participantes argentinas como delegaciones de chilenas, uruguayas, paraguayas y de peruanas. Marie Curie, María Montessori, la condesa de Pardo Bazán y Hellen Kay, fueron miembros honorarios.
Arqueología de las mujeres en ciencia
La actividad de Cecilia Grierson fue intensa e ininterrumpida hasta su fallecimiento, el 10 de abril de 1934. Sus últimos años los pasó en Los Cocos, Córdoba, y al final de su vida decidió donar su propiedad al Consejo Nacional de Educación, donde luego se construyó la Escuela Nro. 189 que lleva su nombre.
Hoy en día el techo de cristal tiene otras formas pero sigue estando: en medicina, al igual que en cualquier otra área, las mujeres ya no tienen límites para acceder a la educación, pero las posiciones de poder siguen estando ocupadas mayormente por varones.
"Hay cambios pero todavía falta y mucho. Y tiene que ver con poder, con decisión, con recursos... Porque tener esos puestos no es solamente por honor, tiene que ver con una movilización de contactos, de presupuesto, de decisiones que están en manos de varones", sostiene Ramacciotti, una investigadora que no siempre estudió cuestiones de género sino que se le fue "apareciendo", como dice ella, porque su paso por la universidad le había dado una mirada muy tradicional.
"No fue hasta que hice un curso de posgrado con una excelente historiadora feminista que se me abrió un mundo diferente, en perspectivas teóricas, en lecturas, en todo lo que yo no estaba mirando... En la que me empecé a hacer preguntas sobre qué lugares habían ocupado las mujeres y qué lugar les habían adjudicado otros a ellas".
"Hoy en día uno puede encontrarse con situaciones similares. La idea, entonces, es vincular el pasado con el presente y una perspectiva de futuro, que es lo que personalmente me interesa, ver cuestiones, problemas o preguntas del pasado que me permitan iluminar el presente y también ver desde ese análisis que se puede aportar para el futuro. Esa es mi decisión en cuanto a la historia", concluye.
Por su parte, Edelsztein, que comenzó la ardua tarea de hacer divulgación con "Los remedios de la abuela" (un libro sobre medicina casera) y siguió con columnas en televisión, programas de cocina, radio, más libros e incluso redes sociales, sostiene: "Pareciera que no existimos o que nos sumamos de una manera muy tardía a la construcción del conocimiento científico pero, en realidad, siempre estuvimos presentes, lo que pasa es que muchas veces fuimos obviadas, olvidadas y hasta deliberadamente escondidas, así que un poco el trabajo es ese, hacer arqueología de todas estas mujeres que hicieron ciencia".
Y agrega: "En general conocemos a quienes llegaron, hablamos de Marie Curie porque tiene dos premios Nobel, es la científica que todo el mundo puede nombrar. Ahora, la pregunta es: ¿por cada Marie Curie cuántas se quedaron en el camino? Y se quedaron en el camino, ¿por qué? ¿Porque no eran capaces? ¿Porque no podían hacer sus aportes? ¿Porque no eran la excepcionalidad que fue ella? Bueno, se quedaron en el camino porque había un montón de factores que hicieron que se quedaran en el camino, entonces, la pregunta es cómo podemos desarmar eso, cómo podemos repensarlo, cuál es nuestra idea de éxito".
"Es una estructura, algo sistémico. Por eso también me interesa revisar la lógica individualista, no solo de la construcción del conocimiento científico sino también de cómo vamos a cambiar aquello que nos parece hay que cambiar, porque no es una cuestión individual, es algo que tiene que ser colaborativo", concluye Edelsztein.
"No es solamente que haya mujeres, no alcanza con eso, necesitamos que haya una perspectiva de género sistémica y necesitamos políticas públicas con perspectiva de género, sino es muy difícil plantear una igualdad de oportunidades real".