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Con orgullo y dignidad: hablemos de las trabajadoras domésticas migrantes en el cine

Más de un tercio de las trabajadoras migrantes en América Latina ejercen el trabajo doméstico remunerado, históricamente designado a las femeneidades. ¿Y en el cine latinoamericano, cómo andamos?

Con orgullo y dignidad: hablemos de las trabajadoras domésticas migrantes en el cine
Especial 8M

Pensemos en las películas. En una suerte de ejercicio rápido, probablemente sea “Roma” (de Alfonso Cuarón, 2018) la primera que se nos venga a la cabeza a la hora de pensar cuáles representan el trabajo doméstico, pero sí, el universo es más grande y sus historias también.

Así como Cleo barre el piso de la casa en que trabaja (“Roma”), Dora limpia la vajilla de la señora Beba (“Cama Adentro”). En una radio de Bolivia, un grupo de mujeres migrantes del campo y otras ciudades cantan “trabajadora del hogar con orgullo y dignidad” en una radio comunitaria para compartir sus recetas, contar sus experiencias y que sus orígenes no se pierdan en el barullo de lo urbano, en lo invisible de su precarización (“Boconas”). Mientras Gladys deja impecable la casa, “tiene que estar agradecida” de que su patrona la contrató y cuida de su hijo (“Crímenes de familia”). Personajes que podrían seguir. 

Según un informe de Economía Femi(s)ta -que comprende el segundo trimestre del 2020- más de un tercio (35,3 %) de las trabajadoras migrantes en América Latina está ocupada en el trabajo doméstico remunerado, oficio históricamente ejercido y designado a las femeneidades. Según se especifica: “más del 18% de las trabajadoras domésticas ha migrado de provincia y más del 14% proviene de un país limítrofe”. Es decir, que un porcentaje altísimo de estas femeneidades (sí, porque suelen serlo en términos mayoritarios) mueven la economía regional y mundial.

Como periodistas pensamos el cine no sólo como un canal de entretenimiento sino como la herramienta para la reflexión, la denuncia y un espacio político como tal. Entonces, volvamos unos años atrás. Con todo este contexto nos preguntamos: ¿cómo se ven representadas estas realidades en el cine latinoamericano y cómo comenzó ese camino? 

Foto: Filo News

Quizá podamos imaginar que es sólo un elemento contemporáneo pero desde hace décadas, personajes que ocupaban roles marginales o que permanecían en la periferia, estuvieron desde hace siglos en la pantalla, la gran cuestión radica en cómo son contadas sus historias. Si nos remontamos a 1895, los hermanos Lumière -precursores del cine- grabaron la salida de los trabajadores de una fábrica en “La salida de la fábrica Lumière en Lyon” (“La Sortie de l'usine Lumière à Lyon”). Tal vez un pequeño ejemplo de cómo las realidades del cotidiano comenzaron a hacerse un lugar entre lo que se esperaba proyectar.

Mariano Veliz es licenciado y profesor en la cátedra de “Análisis de películas y crítica cinematográfica” (UBA), Magíster en Análisis del Discurso y doctorando en Historia y Teoría de las Artes (UBA) . En su artículo “Política doméstica en el cine latinoamericano contemporáneo” analiza la importancia de considerar la representación de los sectores populares dentro del cine latinoamericano: “Estos sectores que están en general invisibilizados empiezan a ocupar otros lugares, y las empleadas domésticas migrantes aparecen en ese contexto”.

En este punto, el especialista cita al pensador Jacques Ranciere, filósofo y autor de La noche de los proletarios, para explicar cómo desde las primeras décadas del siglo XIX, grupos obreros que ocupaban el lugar de lectores o espectadores del arte pasan a ser protagonistas del mismo: "Así las mujeres que están recluidas en el ámbito doméstico empiezan a aparecer como figuras que emergen políticamente muy combativa, sumaría ciertas crisis de los binarismos, que ponen en crisis la relación entre empleadores, empleadas”, reflexiona en diálogo con Filo.News. 

En esa variedad de representaciones, Veliz traza un recorrido -que nosotras complementamos- entre decenas de películas del cine latinoamericano en cuanto a la representación del trabajo doméstico. Desde la chilena "La Nana" (Sebastián Silva, 2009), el documental mexicano "Mi vida dentro" (Lucía Gajá, 2009), la panameña "Empleadas y patrones" (Abner Benaim, 2010), “Doméstica” (2012), siete adolescentes brasileños filmaron a les empleades que trabajan en su familia durante una semana; todo desde la mirada juvenil; la brasileña "Una segunda madre" (Anna Muylaert, 2015) que reflexiona sobre la crianza de les hijes propies y ajenes, el corto "Babas", el documental “Trabajadoras internas del servicio doméstico” (2016) y más. Y así como en otros focos y personajes, el especialista trae ejemplos como "Reimon" (Rodrigo Moreno, 2014), la gran "La Ciénaga" (Lucrecia Martel, 2001) donde "la empleada doméstica ocupa un lugar preponderante en la narrativa"; el documental de la misma directora "Las dependencias" (2018) que trabaja en la escritora Silvina Ocampo; y el documental brasileño "Santiago" ( João Moreira Salles, 2007).

¿Qué pasa en la actualidad? ¿qué es el cine migrante? ¿de qué manera se representan a las relaciones de género? ¿qué lugar ocupan las masculinidades? ¿por qué es importante hablar de esto? 

Vayamos de a poco. Isabel Coronel y Marcelina Alvarado, dos mujeres migrantes que trabajan como empleadas domésticas en Argentina, nos cuentan sus experiencias, luchas, sueños y reclamos que viven día tras día.

Ser trabajadora doméstica migrante en Argentina

Trabajadora doméstica migrante | Imagen ilustrativa

Isabel nos recibe por videollamada un viernes por la tarde y al final de su jornada laboral. “Es fácil comunicarse ahora con esto de las cámaras y celulares. Antes iba al locutorio y perdía la mañana del domingo haciendo la cola para hablar con mi familia, ahora por suerte todo cambió para bien, hablo con ellos todos los días”, dice.  

Hace 10 años migró desde Paraguay a Argentina. Específicamente a La Plata, donde se instaló junto a su hermano. Aunque no pensaba quedarse, nunca más pensó en volver. Su primer trabajo fue como camarera en un bar, luego como ayudante en un taller de costura, y luego como empleada doméstica. A sus 29, ya trabajó en más de 6 hogares. 

“Al principio como yo no tenía documentación, me acuerdo que era bastante complicado. Siento que es mucho más fácil conseguir este empleo para los migrantes, que te toman igual aunque no tengas eso. Hay hombres que trabajan también de esto pero no es tan común”, dice.  

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Marcelina tiene 54 años. Aprendió a planchar y desmanchar cuando tenía 12, la edad en que consiguió su primer trabajo en una fábrica de ropa coreana, situada en la Zona Franca en República Dominicana. “Me enseñaron a planchar profesionalmente, no con cualquier plancha. Eso se paga por hora, así que ahí empecé a pensar lo que eran las horas”, recuerda. 

Foto: Gentileza Marcelina Alvarado

Fue a los 25 cuando comenzó su carrera como mucama en diferentes hoteles. Por su desempeño laboral fue creciendo y ascendió a supervisora del sector. “En ese tiempo no era fácil poder agarrar una carrera, ya tenía hijos, entonces eso fue lo que encontré. Un día estoy chequeando habitaciones y una chica me dice si quería venir a la Argentina que pagaban mejor por lo que yo hacía. Tuvimos que hacer malabares para conseguir la plata para el viaje. Estaba asustada, tú nunca sabes lo que te espera. Entré legal en 2014, con 44 años; a los tres meses caí como quien dice ilegal hasta que pude hacer mi ciudadanía”, recuerda. 

Llegó junto a una compañera dominicana, que volvió a los pocos días. “Al principio pasé por muchos momentos difíciles. Iba al supermercado y no entendía qué comprar. Comí comida peruana, hasta que me fui acostumbrando a la milanesa y guiso de carne”, recuerda. Nuevas costumbres, hábitos y rutinas; pero si algo quedó intacto, según confiesa, es el “olor de su familia”, de su esposo y de sus siete hijos en República Dominicana. “No hay cosa que en mi casa no se haga que ellos no me comenten, porque para ellos estoy mitad aquí y mitad allá. Estoy trabajando para poder llevarle todo a mi familia”, dice.

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Isabel trabajó en Tortuguitas, Nordelta, San Isidro, Palermo, San Martín. La mayoría tenía niñes. Actualmente trabaja en una casa de 8 personas; mamá, papá, seis hijes; el más chiquito tiene 10 y la más grande 25. “Es una familia bastante numerosa”, comenta. Estuvo con cama adentro por muchos años. Se levantaba a las 5 de la mañana de un lunes y volvía a su casa el sábado siguiente. En este trabajo tiene retiro, por lo cual aprovecha sus tiempos libres para tomar mates con su marido y hacer un curso de cocina. 

“Es importante que se cumplan las ocho horas de trabajo, aunque yo tengo nueve. Muchas casas no te dan horario de descanso si trabajás cama adentro. Depende de la familia que te toque, algunas son bastante exigentes, que explotan mucho. También el tema del viático, que no toda la gente lo quiere pagar y entre idas y venidas se te va mucho, o el sueldo, o tener los papeles de trabajo en blanco, para que uno pueda tener su obra social, todo eso es muy importante, yo no lo tengo por ejemplo. Es complicado y a la larga perjudica a la trabajadora”, analiza. 

"Se minimiza mucho el trabajo de empleada doméstica, no entiendo por qué. Hay mucha gente que trabaja con uniformes. Uno sale a la calle y sientes que todo el mundo te está mirando. Hay gente que lo hace notar. Si tengo que salir sí o sí me pongo otra ropa para estar más cómoda, para evitar eso. Pero es muy importante que se nos reconozca. Ahora las empleadas domésticas tienen más derechos. Cualquier cosa podés llamar al sindicato que te guía más o menos. Pero todavía falta. Hay que aclarar las cosas de entrada y exigir lo que nos corresponde", finaliza.

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Marcelina comenzó a trabajar como empleada doméstica en diferentes hogares. “Cuando vine aquí pagaba 500 pesos un cuartito para poder descansar, donde dormía con un grupo de personas, cada quien en su cucha, nunca lo vi eso”, recuerda. Hoy trabaja en un hogar con cama adentro de lunes a viernes; cuando llegó había sólo un nene, hoy hay tres. “Cuando eran chiquitos pensaban que yo era de la familia. Porque eso fue lo que su mamá les dijo, que éramos una familia”. 

Como todes Marcelina vivió la llegada de la cuarentena frente al avance del coronavirus. Pero la opción de ‘quedarse en casa’ no fue igual para todo el mundo. Al igual que ella, muchas tuvieron que ir a trabajar igual, poniendo en peligro su salud y la de sus empleadores. Además, aunque el 95% del personal ocupado en el servicio doméstico tendría que haber cobrado el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), según indicó la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), muchas empleadas no lo recibieron por burocracia de migraciones.

“Muchas compañeras se han dedicado a trabajar en la enfermería, ser cuidadora, creo que ese ha sido el rubro más fuerte que he visto de las migrantes. Y es un poco desvalorizado, ella lleva el día a día, lleva una carga y una responsabilidad grande, y si pasa cualquier cosa te miran”, analiza. De hecho, muchas están expuestas a prejuicios, violencias y xenofobia; por eso opina: “Hay que tener en claro lo que se va a hacer desde el principio, un documento que la identifique y que su jefe se sienta comprometido. Las personas que trabajan en los hogares son las que menos ganan. No se toman en cuenta a las mujeres. Hay que ponerse en el zapato de uno, nos gusta un trabajo digno. Yo deseo que las mujeres se cuiden, que nos cuidemos, que nos valoricemos”.

Ahora bien, ¿por qué es importante visibilizar a las trabajadoras domésticas en la pantalla grande?

Yanina Ávila | Existimos: ser protagonista del cine 

Yanina Ávila

Yanina Ávila tiene 28 años y todavía recuerda con mucho cariño el día que el director Diego Lerman y la directora de casting María Laura Berch llegaron a su pueblo oriundo de la provincia de Misiones en busca de la actriz que protagonizara "Una especie de familia" (2017). No pensó que ese día cambiaría muchas cosas; tampoco que ese personaje la llevaría a ser reconocida con el Premio Sur como Revelación. "Yo trabajo acá. Me llamaron y fui. Tenía mucha vergüenza. Hice lo que tenía que hacer, me fui a mi casa. De 15 chicas no pensé que me iba a quedar, cuando me llamaron no lo podía creer. Siempre miré la tele pero nunca pensé en llegar a un cine", nos cuenta a través de una videollamada.

Años después fue convocada nuevamente por Berch y el cineasta Sebastián Schindel ("El patrón") para "Crímenes de familia" (2020), cuyo estreno no sucedió en las salas por la pandemia pero resonó en el mundo entre las diez más vistas de Netflix. Allí interpretó a Gladys, una trabajadora doméstica con cama adentro, empleada del personaje que desempeña Cecilia Roth, una mujer de la clase media-alta porteña cuyo mundo acomodado comienza a desmoronarse a medida que avanza la película (donde también trabajó su hijo más pequeño, Santiago).

"Trabajar en el lugar de Gladys fue muy fuerte, para todas las mujeres que vivieron como ella. Es muy emocionante, un trabajo muy bien hecho por el director. Lo hice con mucho amor, sabiendo que mi carrera es muy chiquita, con todo su apoyo y así se vio en la pantalla", expresa. Si bien en su primera película no interpreta a una trabajadora del hogar, Marcela, su personaje visibiliza otra marginalidad, el comercio ilegal de bebés y la opresión de clase y los roles sociales del maternar.

"Marcela y Gladys fueron personajes muy fuertes. Marcela me conectó un poco con la historia de mi mamá. Son películas que me erizaron la piel. Me puse en el lugar de ellas y yo pasé por eso. No hay forma de ver las y que no se te caiga una lágrima y se te erice la piel. Existe lo que le pasó a Gladys y hay que hacer mucha bocina, gestos, para que no pase nunca más", reconoce.

"Crímenes de familia" tiene algunos puntos en común con "Cama adentro". Schindel y Caggiero trabajan las vivencias de las trabajadoras domésticas desde los personajes femeninos de "empleada" y "empleadora", así como también la desintegración de los límites que las separan. Tanto Dora (interpretada por Norma Argentina, quien anteriormente se desempeñaba cuidando niñes y realizando las tareas domésticas en un hogar) como Gladys, son trabajadoras internas con años de "servicio" y ambas se trasladaron kilómetros para llegar donde están. Actrices, en cierta forma admiradoras de sus luego colegas. Las "señoras" una Norma Aleandro en noviembre de 2001 y una Cecilia Roth de las dos décadas posteriores, representan el resquebrajamiento de la(otra) frontera de clase social, que las enfrentará en una suerte de espejismo con "sus" domésticas.

"La película piensa el rol de la empleada doméstica y el de su empleadora, a partir de cierta crisis de territorialización tan fuerte de sus lugares, los objetos y espacios de una y de otra. En ese momento de crisis se comienza a dar esta separación y este contraste empieza a desmoronarse: los espacios se empiezan a cruzar y los objetos también. Hay algo que se quiebra en ese momento de crisis para pensar algunas formas de intercambio más horizontales", Veliz hablaba de "Cama adentro", pero vemos cómo aplican a ambas cintas.

Y lo testimonial, interpela. “He conocido a dos mujeres que me hablaron mucho y me dijeron: 'Yani lo que vos hiciste me pasó; te doy las gracias porque nos representaste a nosotras''', expresa la actriz. 

Acá un parate y un punto central. Como precisaba anteriormente el licenciado y docente Veliz, ¿alcanza con el sólo hecho de visibilizar estas realidades? "Muchas veces en la sociedad hiper visible en la que vivimos, se piensa la visibilidad y yo creo que hay que pensar otro fenómeno que es la audibilidad. ¿Alguien escucha esos relatos, experiencias, aquello que tienen para decir? Responsabilidad que el cine latinoamericano todavía tiene que cumplir", cuestiona.

"Mis compañeros me dicen un montón: 'Mirala a Yani'. Sé que hice fama pero no me olvido lo que soy. Nunca estudié teatro ni vi cine. Y saber que llegué hasta Cecilia me hizo mirarme en el espejo y decirme 'vale la pena lo que hacés'. Y no por ser famosa sino por ser alguien que está acá, que de tan chiquita y lugar bajo, a dónde llegué", afirma.

¿De qué hablamos cuando hablamos de cine migrante? 

-Buenos días, ¿cómo te llamas?

-Buenos días.

-¿Qué nos puedes decir? ¿qué te gusta hacer? 

-No sé. Me llamo Eve, tengo 24 años y soy camarista.

-¿Qué te trae por acá?

-Porque quiero estudiar. 

La escena forma parte de “La Camarista” (2018), la película de Lila Avilés que sigue la historia de Evelia (Gabriela Cartol), una empleada doméstica que trabaja en un hotel de la Ciudad de México. El único contacto que tiene con su hijo, con su familia, es a través de un teléfono. Con un libro en mano, con sus ganas de aprender, con una hoja de un árbol en su mano, proyecta una vía de libertad en medio de su rutina repetitiva y pasiva de todos los días. La directora retrata el trabajo doméstico desde la piel de la protagonista, mostrando la intimidad, el ahogo y liberación. 

¿Qué lugar tiene en el cine la realidad social de aquellos que migran para habitar otros territorios? Para hablar de sueños compartidos más allá de las fronteras la directora Florencia Mazzadi y Lola Giancarelli crearon en 2010 el Festival CineMigrante, el mismo año en que se reglamentó la ley 25.871 donde por “primera vez aparece el derecho a migrar mencionado como un derecho humano”.  Las relaciones de género son uno de los tópicos presentes en la curaduría de películas, y la importancia de hablar de las tareas de cuidado en las mujeres migrantes.

“No hay que desconocer que obviamente la mayor parte de las mujeres que migran de estos países, colonizados, conquistados y esclavizados se ubican siempre en los trabajos más precarizados, y obviamente en lo que son cadenas de cuidado”, analiza Mazzadi. Sin embargo considera: “Nosotras teníamos dos posibilidades: seguir mostrando el lugar que ocupamos como objetas oprimidas, dialogar solamente sobre nuestras opresiones, o pensar de que tenemos el derecho y deseo de pensar el mundo completo”. 

Si de trabajo doméstico migrante se trata, es inevitable hablar de “Roma” (2018), la película con la cual Alfonso Cuarón se llevó el premio Óscar a “Mejor Director”. La trama está centrada en Cleo, una joven empleada doméstica, cómo se relaciona con la familia y cómo construye paralelamente su vida personal. En esta nota analizábamos cómo se vivía la película en la piel de una trabajadora argentina y una mexicana. 

"Roma"

Aunque se trata de una gran película a nivel técnico, para Mazzadi dispara la necesidad de hablar de la representación de las empleadas domésticas en el cine: “Me parece que no da margen para el cambio de las cosas. Pone sobre la mesa de una forma muy clara y después es difícil volver atrás. ¿Cleo hablaría de sí misma de esa forma?”, dice y sigue: “El cine es un ámbito de producción de sensibilidades, donde se profundiza el concepto político de ‘mundo’. Si nuestras representaciones son solamente desde la vulnerabilidad es muy difícil entender que no solamente somos vulnerables, que existen formas de habitar otro tipo de poder, que son importantes para luchar por nuestros derechos. Por eso es importante mostrar sus momentos de intimidad, de práctica, de reflexiones, otro tipo de sensibilidades”.

En esta línea, el licenciado Veliz aporta un dato significativo al hablar de la representación de trabajadoras domésticas desde la sumisión -lo que afortunadamente no sucede en muchos ejemplos de films mencionados-: “Una anécdota que me parece perturbadora en relación con esto es que cuando Alfonso Cuarón filma 'Roma', gran parte del guión se escribe con las memorias de quien había sido durante su infancia, la empleada doméstica también a cargo de su crianza y la de sus hermanos. Esta mujer no recibe ningún reconocimiento como guionista de la película ni económico, justificando el gesto por el amor que siente por la familia. Con lo cual se reproduce no sólo esta idea de explotación de alguien que produce un contenido que va a ser generador de riqueza (material y simbólica) sino que sigue funcionando ese recurso del amor para eximir la aparición del reconocimiento”.

Históricamente, según cita Veliz, en el cine latinoamericano se asumieron estereotipos en la forma de retratar a las empleadas domésticas; ya sea como “payasescas o grotescas” en la comedia, como el personaje que llevó adelante Niní Marshall durante la década de 1940, o las sufrientes’ en los melodramas, como también el ‘sostén de la trama de los protagonistas que no son ellas’. ¿Qué cambió con el paso de los años?

"Empiezan a ocupar otro lugar y por lo tanto adquirir otra visibilidad. Existen algunos factores para pensar cómo se va produciendo esta ruptura; la aparición de ciertos procesos sociales, políticos, la expansión del feminismo, ciertas corrientes migratorias, étnicas, de clase. Me parece, si este proceso ya está ocurriendo, y estos personajes se convierten en principales veo que hay otra discusión para sostener -ahí hay mucho trabajo por hacer- es que siguen sin ser agentes activos en la producción de sus propios relatos. Mayormente siguen siendo narradas, mostradas y construidas como imagen por otros puntos de vista", destaca.

¿Cómo apelar por una figura que refleje la realidad del trabajo pero desde una visión de empoderamiento? Para Mazzadi es clave tener en cuenta una perspectiva histórica de clase, combinada con el empoderamiento del movimiento feminista: “Lo migratorio tiene sus orígenes en la conquista, la colonización y la esclavitud. Es clave pensar en las formas de construcción identitarias que siguen basados en esos conceptos. Y hay que saber que no necesariamente el reconocer nuestros derechos en igualdad a otros géneros implica el reconocimiento igualitario de todas. El feminismo será antirracista o no será”, dice. Como ejemplo cita a “Tempestad” (2016), “Letal: auto de resistencia” (2018), “Temporada”(2018) o “Las Acacias” (2011).

¿Qué pasa con los varones y masculinidades? 

Una de las propuestas en el marco del 8M invita a las masculinidades a repensarse en sus espacios, vínculos y muchas veces privilegios: ¿desde el cine, cómo se pueden trabajar estos ejes? 

Nos gusta pensar que el relato protagonizado por Oscar Martínez y Germán de Silva en "Relatos Salvajes" (2014, Damián Szifron) es un ejemplo del atropello clasista a la clase trabajadora y el pacto de silencio con "los hijos del poder". Un breve repaso: tenemos al jardinero (figura del trabajador doméstico, que pese a ocupar el mismo rol que una posible colega, sus tareas nunca serían las mismas a las de ella) a quien "su" casero le propone tomar el lugar de su hijo, responsabilizarse de un accidente fatal, a cambio de "una suma de dinero que no podría ganar en su vida" y que le garantiza el acceso a "estudio" a sus hijes.

Veliz profundiza con otros ejemplos y reflexiona si esa representación ¿no logra comenzar a desquebrajar ciertos mecanismos de la cultura para representar lo "femenino" y "lo masculino"?: "En el cine latinoamericano podría haber otras formas de pensar las masculinidades. Pienso rápidamente en una película uruguaya que se llama 'Belmonte', de  Federico Veiroj, en la que aparece una figura de la masculinidad que no es la que generalmente se sostenía hace algún tiempo marcada por la fragilidad, la incertidumbre, la búsqueda de pensar otras maneras de paternidad. Me parece que es un desafío a sostener".

Si nosotras paramos se para el mundo

El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Muchas sufren una doble precarización: por ser mujeres migrantes y por ser trabajadoras domésticas. En este día es importante reivindicar la lucha por los derechos del sector entre todes. Como resume Yanina Ávila: "No hay que callarnos, y si tenés miedo saber que con un gesto hay un grupo atrás y de una hacemos muchas”.

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