Un hermano del intendente de la ciudad salteña Salvador Mazza fue detenido por la Policía tucumana cuando transportaba seis kilos y medio de cocaína, que aparentemente tenía planeado distribuir en barrios de la ciudad de San Miguel de Tucumán. 
El detenido fue identificado como Jesús Enrique Méndez, hermano del intendente Rubén Méndez, y estuvo a cargo de la división de Drogas Peligrosas de la Policía de Tucumán.&nbsp;Además de Méndez, también fue detenido un ciudadano estadounidense que habría actuado como cómplice. 
Según indicó un medio local, tras varios meses de investigación, originada a partir de denuncias de vecinos de distintos barrios, el auto en el que circulaban los detenidos fue interceptado el miércoles último -23 de mayo- por los policías en lo que pareció un control de rutina. 
Los policías dejaron ir a los dos implicados, los siguieron y los atraparon cuando se disponían a realizar una entrega en la zona del Acceso Norte de la ciudad, en la calle Delfín Gallo. 
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 Rubén Méndez, intendente de Salvador Mazza (ciudad de Salta) | Foto: Twitter 
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"Intervinimos en el momento justo, cuando estaban entregando la droga. Eso derivó en una serie de allanamientos en diferentes quioscos de drogas, en distintos barrios", explicó al mismo medio el comisario Jorge Nacause, quien estuvo a cargo del operativo. 
El norteamericano fue detenido sin resistencia, mientras que Méndez tuvo que ser interceptado cuando intentó escapar en una camioneta. Después, continuaron los operativos antidroga, en los que fueron detenidas 16 personas, 12 por tenencia de sustancias prohibidas y cuatro por posesión de armas de fuego. 
El intendente Rubén Méndez, al ser consultado por la detención de su hermano, expresó que "si las hizo tendrá que pagar". 
En diálogo con otro medio, el jefe comunal de la ciudad limítrofe con Bolivia, dijo que su hermano había desaparecido varios días atrás y hasta este sábado no se sabía de su paradero. 
"Nunca nos había pasado algo así, con ninguno, imagínese el dolor que tiene toda la familia", expresó además.

Jesús Enrique Méndez, hermano del intendente de Salvador Mazza |

Junto con el detenido, los oficiales tambi&eacute;n interceptaron a&nbsp;un ciudadano estadounidense que operaba como c&oacute;mplice

Detuvieron al hermano de un intendente con 6 kilos de cocaína

SEGURIDAD

El pasado jueves 8 de marzo se conoció la noticia de la muerte de Facundo Burgos, un chico de 12 años, que viajaba en una moto junto a un amigo de 14 años. Recibió un disparo en su nuca, producto de una supuesta persecución policial. 
Según alegaron los policías que efectuaron disparos contra los dos jóvenes, "circulaban en forma sospechosa" por la capital tucumana. Fueron detenidos tras el hecho, pero liberados pocas horas más tarde. 
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A raíz de este hecho, la abuela de Facundo, Mercedes del Valle Ferreira, quien vivía con el pequeño escribió una desgarradora carta publicada por "La Garganta Poderosa" donde muestra el dolor por la pérdida de su nieto, acusa a la policía de mentirle en cuanto a cómo murió el chico. "Nos destrozaron la vida", dijo. 
<h3>La carta completa de Mercedes:</h3> 
"MATARON A MI NEGRITO" 
Ya no me quedan lágrimas. Nos destrozaron la vida. El Negro era un niño maravilloso, lleno de amistades, que no tenía problemas con nadie. Y anteayer a la madrugada, a pocas horas de su primer día en la secundaria, lo mataron, me lo mataron. Tenía 12 años: 12 años, tenía, ¿entienden? Un niño, hermanito de otras dos niñitas, de repente pasó a estar en el hospital Ángel Padilla, tirado en un rincón, con la cabeza destrozada… Era una criaturita, mi criaturita. 
 
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¿Cómo se hace? ¿Cómo hacemos? ¿Quién se lleva este dolor? Para colmo, debemos soportar infinidad de historias falsas, circulando por internet o televisión, porque no, nada hubiera justificado lo que hicieron, pero mi nieto no robaba, ni manejaba un revólver, como inventa la Policía. Había terminado la primaria en la escuela Miguel Lillo con muy buenas notas y estaba por arrancar su nuevo ciclo en la ENET Nº5. Ya tenía todos los útiles, la mochila preparada y su ropa lista. Es más, acabábamos de comprar unos zapatos que no le gustaban para nada, pero los necesitaba para arrancar el colegio. Vivía conmigo y con sus tíos, en mi casa, en el barrio Juan XXIII, conocido como Villa Bombilla, en Tucumán. 
El miércoles a la noche, Facu salió en moto con Juan, un amigo dos años más grande, para ir a ver las picadas en el Parque 9 de Julio, como es común acá entre los changos… Al regresar, pasada la medianoche, unos uniformados les dispararon a quemarropa, así, ¡a quemarropa! No existió ningún enfrentamiento. Y en cuanto nos enteramos, salimos corriendo al hospital, donde nos recibieron con mentiras los voceros arreglados con las Fuerzas. “Sufrió un accidente vial”, nos dijeron. Y minutos después, la tomografía nos anunció que había fallecido por el tiro de un arma 9mm. 
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La versión oficial vino acompañada por un cordón policial, porque “íbamos a generar problemas”. Y entonces inmediatamente fuimos a la Comisaría 1ª, donde nos dijeron que los agentes ya estaban detenidos. Éramos dos mujeres y ellos un montón de hombres, apuntándonos con itakas. Nos ocultaron información y nos sacaron zamarreándonos de los brazos. Ahora, el barrio está lleno de patrullas y, mientras dejo caer estas palabras como lágrimas, comienza una razia en la otra cuadra, bajo la mira de un helicóptero policial que sobrevuela la zona. 
El 7 de mayo, Facu iba a cumplir 13. Y sí, soñaba ser como Messi, para poder comprarle una casa a su mamá, que vive en Santa Fe. Allá, él había jugado al fútbol en Unión de Sunchales y tenía pensado volver en unos meses. ¡No podrá! Me parece verlo ahora, jurándonos que algún día nos iba a comprar “una mansión, para poder vivir mejor”. Lo pienso y todavía no entiendo. ¿Cómo que no volveré a ver a mi nieto? ¿Cómo que no volverá a correr hasta mis brazos, gritándome "Pachona, Pachona"? ¿Cómo que lo mataron, si nunca nadie dijo nada malo de mi negrito? No puedo explicar lo que siento aquí, en el pecho. ¡No saben cuántos amigos tenía! No saben cuántos niños había en su entierro. 
¡Su entierro! 
Ahora sólo nos queda luchar, yendo a Tribunales todos los días, caminando en los pies de todos ustedes, todas las veces que haga falta, porque nosotros no tenemos plata, pero tenemos dignidad. No entendemos y nunca podremos entender por qué hicieron lo que hicieron, pero no van a detenernos hasta que no se haga justicia, para que mi nietito pueda descansar en paz. Yo sigo llorando. No puedo parar. Siento un dolor inmenso, que ya no puedo calmar con sus abrazos... 
Te juro, mi negrito, que no voy a bajar los brazos.

La abuela de Facundo Burgos escribió una carta

Facundo Burgos ten&iacute;a 12 a&ntilde;os y recibi&oacute; un disparo en la nuca cuando iba en una moto junto a un acompa&ntilde;ante. Su abuela lo record&oacute; de esta manera

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