En las últimas horas, el sur de la Franja de Gaza fue escenario de un nuevo episodio de violencia que podría fracturar el frágil alto al fuego vigente entre Israel y Hamas. Según reportes, Israel lanzó ataques aéreos en respuesta a lo que calificó como un “presunto ataque” por parte de Hamas desde esa zona.

El gobierno israelí sostiene que militantes de Hamas dispararon misiles antitanque o realizaron acciones hostiles hacia sus tropas en la zona sur de Gaza, lo que activó la respuesta militar. Hamas, por su parte, niega haber participado en esa operación y acusa a Israel de inventar el pretexto para retomar los bombardeos.

Este enfrentamiento adquiere mayor gravedad porque ocurre en un contexto de alto al fuego pactado recientemente, mediado por actores internacionales, que permitía vislumbrar una hoja de ruta hacia una paz más duradera en Oriente Medio. La ruptura de este acuerdo implicaría no solo una escalada militar, sino también el retroceso de las negociaciones diplomáticas.

Los bombardeos en Gaza han dejado víctimas civiles y generado alarma entre las organizaciones humanitarias, justamente cuando la región permanece en una situación extremadamente delicada en materia de derechos humanos y desplazamientos. Desde Israel se ha anunciado además la demarcación de una “línea amarilla” en la zona controlada de Gaza, advirtiendo que cualquier cruce será respondido con fuego, lo que sugiere una intensificación del control militar israelí en la zona sur.

El desafío ahora será ver si ambas partes logran frenar la espiral de violencia o si este nuevo choque marca el inicio de una escalada mayor. Las implicancias trascienden lo militar: están en juego las expectativas de normalización de relaciones entre Israel y países árabes, así como la posibilidad de reconstrucción y ayuda humanitaria para los civiles de Gaza.