La ansiedad climática o eco-ansiedad es la preocupación y el miedo crónico, muchas veces abrumador, que sentimos las personas como consecuencia de los efectos del cambio climático. Puede generar reacciones emocionales diversas, como irritabilidad, insomnio, depresión, desesperanza, frustración o ira; arraigadas en la incertidumbre sobre el futuro y los peligros de un clima cambiante.
¿Qué tan común es? La American Psychological Association, por ejemplo, estima que más de dos tercios de los estadounidenses la presentan. Mientras tanto, un estudio publicado por The Lancet que encuestó a 10.000 niños y adultos jóvenes de entre 16 y 25 años en diez países (Australia, Brasil, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Filipinas, Portugal, Reino Unido y Estados Unidos) encontró que el 84% están al menos moderadamente preocupados por el cambio climático, el 59% está muy o extremadamente preocupado, y casi la mitad de los encuestados dijo que la preocupación por el estado del planeta interfería en su sueño, su capacidad de estudiar, de jugar y de divertirse.
Ante un escenario que advierte que la actividad humana está aumentando la frecuencia y la intensidad de los incendios forestales, elevando los mares, secando los ríos y alterando las estaciones y la temperatura ambiental tal y como las conocemos, es lógico que nuestra salud mental se vea afectada, sobre todo teniendo en cuenta que dichas condiciones extremas solo van a empeorar.
Aún más, la bioquímica Claudia Azpilicueta, explica que a muchas personas les resulta difícil procesar las emociones y cuestiones existenciales relacionadas con el ambiente, hasta el punto de desarrollar lo que se llama un trauma climático, es decir, una preocupación severa y debilitante relacionada con un entorno natural incierto y que llega a afectar no sólo la vida de las personas, sino también las relaciones interpersonales, jurídicas, económicas o materiales de la comunidad.
Ahora, ¿cómo podemos manejar la ansiedad climática? Pasar de la desesperación a la acción puede ser todo un desafío. Los especialistas coinciden en que el primer paso es reconocer a fondo el propio dolor. "Reconocer que estamos siendo víctimas de un daño moral podría ayudarnos a tomar conciencia de nuestras responsabilidades en este contexto de cambio climático y así transformar la desesperación en acciones concretas", señala Azpilicueta a la Agencia de Notificas Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes. "El dolor nos da claridad sobre lo que amamos y no queremos perder, y la ira nos motiva a luchar contra la injusticia", sostiene Jennifer Atkinson, educadora e investigadora del clima. "Insto a ver estos sentimientos intensos como una especie de superpoder que pueden canalizar para ayudar a crear un mundo mejor".
Por otro lado, también a nivel individual, es terapéutico compartir las preocupaciones y temores con amigos de confianza, un terapeuta o un grupo de apoyo; así como pensar en el cambio climático cuando decidimos qué comemos, cómo viajamos y qué compramos, de manera tal de orientar nuestros hábitos de consumo hacia beneficiar las empresas realmente respetuosas con el medio ambiente.
En lo colectivo, teniendo en cuenta que la mayor responsabilidad para producir grandes cambios es de los líderes políticos y los empresarios, es importante exigir acciones concretas ante el calentamiento global de manera sostenida para enfrentar los intereses comerciales y políticos, en los que se anteponen una y otra vez el interés propio a la supervivencia colectiva. En esta línea, participar en la acción colectiva puede tener una multitud de beneficios, incluida la conexión social con personas que comparten objetivos y valores similares.
Por último pero no menos importante, Azpilicueta sostiene que puede ser útil educar a otros sobre la importancia de tomar conciencia de este fenómeno global que estamos padeciendo y que, si bien pareciera que es preocupación de algunos solamente, afecta la vida cotidiana de todos y todas.
Pero no todo son malas noticias: los centennials y los adultos jóvenes son quienes más muestran un alto nivel de compromiso con el tema y quiénes más están haciendo por vivir de forma más ecológica.
En conclusión, la ansiedad climática es un problema cada vez más común entre la población, y es importante reconocer su existencia y tomar medidas para abordarla. Proteger nuestro planeta es importante para asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras, favorecer la supervivencia y evolución del resto de seres vivos, y por que el entorno que nos rodea no es solo nuestro hogar, sino todo lo que nos mantiene vivos.