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–Tortuga, ¡ven por favor!
–¿Qué quieres de mí, escorpión?
–Pequeña tortuga, tengo una urgencia y debo cruzar hacia el otro lado del río, ¿serías tan amable de llevarme sobre tu lomo?
–No puedo, eres un escorpión y en cuanto me acerque a ti me picarás y moriré.
–En verdad necesito cruzar al otro lado y no tengo tiempo para rodear el río; es una pena que no me quieras ayudar sólo por que soy un escorpión, yo no tengo la culpa de ser lo que soy.
–Lo siento mucho, pero no puedo ayudarte o me matarías.
–Por favor espera, te propongo lo siguiente. Acércate a la orilla del río y yo subiré a tu lomo mediante un salto, de ese modo estarás segura. Además, si yo te pico nos hundiríamos los dos, si tu mueres yo moriría también.
La tortuga lo pensó una y otra vez, hasta que la explicación del escorpión la convenció de ayudarlo.
–Está bien, te llevaré al otro lado.
Justo cuando cruzaban sobre la mitad del río ella sintió un pinchazo en el cuello y mientras todo su cuerpo se adormecía alcanzó a preguntar:
–¿Qué pasó? ¿Por qué lo hiciste?
–Lo siento, no pude evitarlo, está en mi naturaleza…
Como todo relato tiene su moraleja. Al analizar esta sabia fábula podemos compararla con miles y miles de relaciones que no terminan siendo lo que parecían o lo que ambos juraban ser.
Muchos tienen personalidad de escorpión y tantos otros de tortuga, saber cuál es la que lastima más es difícil porque ambos tienen sus puntos en contra.
La tortuga sería aquella persona que trata de mostrarse fuerte y audaz, que en un primer momento trata de ser egoísta y prevalecerse ella, pero termina por acceder siempre a los requerimientos del otro para ser aceptada, querida y sentirse útil.
Tristemente, el escorpión sería la persona más oscura de la pareja, aquella que trata de engañar todo el tiempo, que sabe que va a cometer el error pero lo disfraza incluso sabiendo que él mismo va a salir lastimado o perjudicado. Una persona ambiciosa que solo tiene un fin: hacer lo que mejor le sale.
Lo importante ante dichas personalidades es detectarlas a tiempo, no caer en las redes del escorpión ni ser tan ingenuo como la tortuga, que termina relegando su vida por ayudar o complacer al otro.
Lo que sucede muchas veces es que terminan creyendo que uno necesita del otro, y ahí está el grave problema. El trastorno de la dependencia emocional es más grave de lo que se piensa: la forma en que una de las partes se entrega y la manera en que la otra se aprovecha son la combinación más letal.
Los dos temen perder su parte, por lo que ninguno es capaz de alejarse a pesar del daño que se hacen estando juntos. La tortuga prefiere ser picada antes de cruzar sola y al alacrán no le importa hundirse junto con ella, pues está en su naturaleza herir al otro.
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