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La película de Todd Phillips no se agarra de ningún universo extendido y logra sorprender con su particular visión de este icónico antagonista.
Decir que Arthur Fleck, el personaje interpretado por Joaquin Phoenix en “Guasón” (Joker, 2019), es la lectura definitiva de la némesis más famosa del Hombre Murciélago puede sonar un poco extremo, o no tanto, para los tiempos que corren. Pero, sin dudas, es una versión más que interesante y propensa a abrir el debate, no sólo entre los fans del payaso del crimen, sino entre los cinéfilos en general porque el drama dirigido por Todd Phillips excede el ‘género’ comiquero para sumergirnos en una historia de origen diferente y, al mismo tiempo, cargada de cierta coherencia que le sienta muy bien a este misterioso villano.
Decimos misterioso porque el Joker es uno de los pocos personajes dentro de la mitología del Caballero Oscuro, cuyo nombre real y origen no están del todo definidos dentro del canon. Claro que tuvo infinidad de historias que intentaron descifrarlo, pero es esta misma aura de ‘anonimato’ lo que lo hace realmente peligroso.
“Sólo hace falta un mal día para sumir al hombre más cuerdo del mundo en la locura. Así de lejos está el mundo de donde estoy yo, a sólo un mal día”, asegura el payaso desde las páginas de “Batman: La Broma Asesina” (Batman: The Killing Joke), el opus de Alan Moore, Brian Bolland y John Higgins que mejor define al personaje en su versión ‘moderna’. Tomando esta gran frase como punto de partida podemos decir que Arthur no tuvo un mal día, sino una mala vida que lo propulsó a esa insania. Claro que en su caso también hay otros factores, los que deciden explorar Phillips y Scott Silver dese su guión, una historia que habla de la alienación social, las enfermedades mentales y ese pequeño (no tan pequeño) empujón que transforma el orden en caos.
Phillips y Warner Bros. se la juegan por varias razones: por un lado hablamos de una película comiquera relativamente chica (su presupuesto apenas excede los cincuenta millones de dólares), no apta para menores, justamente por el nivel de violencia que expone, centrada en el villano -te estamos mirando a vos “Venom”-, con el acierto de no querer glorificarlo ni justificarlo. En cambio, los realizadores se encargan de presentarnos un minucioso estudio del personaje, el cual atraviesa diferentes procesos mentales y el rechazo social, en una ciudad y una época decadentes, donde los ricos (como siempre) lo pasan bien y los que menos tienen intentan sobrevivir… hasta que deciden dar vuelta la tortilla.
“Guasón” bebe sin miramientos de gran parte de la filmografía de Martin Scorsese, sobre todo de “Taxi Driver” (1976) y de “El Rey de la Comedia” (The King of Comedy, 1982). Sin dudas, Fleck guarda algunas similitudes con Travis Bickle y Rupert Pupkin, pero no son más que pequeños guiños que enriquecen este relato subversivo desde los temas y las formas.
La Gotham que exhibe “Guasón” no es diferente a la sucia y caótica Nueva York de principios de los ochenta, tan opuesta a la urbe turística que conocemos hoy. Hay un aire reaganista impregnado a lo largo de toda la película, con su alta sociedad y sus yupis jóvenes y todopoderosos que creen que pueden llevarse a todo y a todos por delante. En este contexto de disparidad y malestar socioeconómico, Arthur se dedica a robar alguna que otra sonrisa, ya sea como payaso multipropósitos o como aspirante a comediante, quien prueba suerte en los clubes de stand-up fantaseando con la fama. Fleck ya es un hombre grande que vive con su mamá Penny (Frances Conroy), una mujer frágil de salud (física y mental) que no siempre alienta las ambiciones de su hijo. Su mejor momento de conexión es durante el show de Murray Franklin (Robert De Niro), famoso conductor de un late night que va a terminar jugando un papel fundamental en el nacimiento del ‘Joker’.
Arthur es, principalmente, un descartado: por la sociedad que le da la espalda, por sus pares, e incluso su propia familia. Ésta metida de dedo en la llaga constante es el primer detonante para un movimiento del cual es responsable, aunque no del todo consciente, el germen de una revolución que, de alguna manera, lo tiene como líder, pero que también lo excede. Si el Joker de Nolan es un terrorista anárquico y el de Burton, un criminal caricaturesco y sin límites, Fleck es lo que vino antes de que estas versiones se solidificaran, y no podemos saber con certeza lo que vendrá después de que se suelte completamente.
Phoenix se apropia del personaje y no da concesiones a aquellos que lo precedieron. Arma su propio universo alrededor de este payaso con ganas de hacer reír, pero falto de amor y compañía, y de una figura paterna que lo guie. En este aspecto es donde los guionistas más juguetean con el canon y pueden hacer enojar a los fans más acérrimos, pero en definitiva a nadie le debería importar porque, como tantas otras, esta es una nueva visión del icónico villano. ¿O ya se olvidaron que Jack Napier (Jack Nicholson) también es responsable de la muerte de los Wayne en el film de 1989?
Así como cada película de Batman insiste en mostrarnos el asesinato de los padres de Bruce para que no olvidemos cómo y dónde nació verdaderamente el Caballero Oscuro, “Guasón” se las ingenia para darle un trasfondo y un contexto a las ‘locuras’ de este antagonista, teniendo el tacto necesario para no exaltar ni celebrar sus peores características (sobre todo sus desdén por la vida y su amor por la violencia desmedida), y encarar con respeto las enfermedades mentales -acá, Arkham es un hospital psiquiátrico y no el asilo gótico que conocemos-. En el medio tenemos un personaje que se va descarrilando, empujado por algunos, mientras va empujando a otros.
Phillips -sí, el responsable de la trilogía de “¿Qué Pasó Ayer?” (The Hangover) y otras tantas comedias irreverentes- se olvida de los superhéroes y se concentra en el relato y, sobre todo, se arriesga a la hora de poner al villano en el centro de la historia sin dejarse llevar por los efectismos. La fotografía, los planos, la puesta en escena y la música de Hildur Guðnadóttir forman un todo sórdido y repulsivo, sucio y decadente, para que al final no quede ninguna duda y no cometamos (nosotros) la locura de empatizar con este oscuro personaje.
Este Joker podría llamarse de cualquier otra manera y salir triunfante con su narración, pero cabe la coincidencia de que encaja muy bien en la batimitología más refinada y una coyuntura que no se puede obviar a la hora de leer entre líneas.
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