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Disney sigue invadiendo las pantallas con reversiones de sus clásicos animados. Esta vez le toca el turno a su más grande éxito cinematográfico, una historia visualmente impactante, que tiene poco para ofrecer desde el punto de vista emocional.
Puede sonar muy bíblico, pero: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su alma?”. Esta frase tan repetida, incluso en la pantalla grande, puede aplicarse a los estándares de Disney y sus nuevas remakes live action, o remakes a secas, como vendría a ser el caso de “El Rey León” (The Lion King, 2019). El nivel de hiperrealismo y perfección visual que alcanza la película de Jon Favreau es de otro mundo, pero en el camino… el clásico animado perdió su alma.
Desde “Alicia en el País de las Maravillas” (Alice in Wonderland, 2010), el estudio del ratón encontró una nueva veta para reflotar sus éxitos de antaño, mezclando la nostalgia arraigada a las viejas generaciones, con esa vuelta de tuerca y ‘aggiornamento’ que necesitan las historias para conquistar también a las más nuevas. El resultado, desde entonces, es una montaña de hits cinematográficos como “La Bella y la Bestia” (Beauty and the Beast, 2017) y “Aladdín” (Aladdin, 2019), reversiones musicales con actores de carne y hueso que se conectan directamente con la infancia de los millennials.
Hasta el día de hoy, “El Rey León” (The Lion King, 1994) sigue siendo la película de Disney (no cuentan las de Pixar) más taquillera en los Estados Unidos -la cosa cambia a nivel mundial con “Frozen” (2013)-, por eso era cuestión de tiempo para que esta remake llegara a las pantallas. Semejante tarea quedó en las manos de Favreau, director con la experiencia necesaria después del suceso de “El Libro de la Selva” (The Jungle Book, 2016). Aunque la historia de Simba no incluye personajes humanos, de ahí que no podemos llamar “liveaction” a esta reversión que toma el relato original de RogerAllers y Rob Minkoff, y lo rescata -casi escena por escena- con la magia del CGI y otros truquitos computarizados. Lo único ‘real’ de esta película son los impresionantes paisajes de África y las voces de un elenco estelar que trata de darles vida a estos protagonistas creados en base a unos y ceros.
Si vieron los adelantos, saben que Favreau y su equipo crearon algo único, visualmente hablando. El problema viene por el lado de una narración que no se molesta en innovar ni cambiar absolutamente nada del original, muy inspirado a su vez en el shakesperiano “Hamlet”. El guión de Jeff Nathanson (“Atrápame Si Puedes”) apenas introduce pequeñas modificaciones y guiños (a otras películas del estudio), y Hans Zimmer vuelve a hacerse cargo de la banda sonora para sumar nuevas canciones.
Hasta ahí, las novedades de esta nueva/vieja versión que sigue la historia del pequeño Simba (JD McCrary), príncipe de la sabana que escapa de su hogar y su destino, tras culparse de la muerte de su padre, el rey Mufasa (James Earl Jones). El camino del héroe para este cachorrito se convierte en valentía y responsabilidad cuando le toca enfrentar a su tiránico tío Scar (Chiwetel Ejiofor) y sus secuaces, las hienas, para recuperar el reino que abarca “todo lo que toca la luz”.
Para aquellos que no conocen la historia, “El Rey León” puede representar una primicia, pero aun así carece del atractivo y la sensibilidad que ostenta todavía la versión animada, una película un poco dura y truculenta para los más chiquitines, pero cargada de emociones fuertes si uno no está del todo preparado. La traslación de Favreau es mucho más cercana a un documental de National Geographic donde los animalitos hablan sin demasiadas expresiones, muchas veces sin correlación con las voces que tiene detrás, entre ellas, Donald Glover (el adulto Simba), Beyoncé (Nala), John Oliver (Zazu), Alfre Woodard (Sarabi), Seth Rogen (Pumba) y Billy Eichner (Timón), estos dos últimos de lo mejorcito que tiene para ofrecer el film.
Podemos discutir largo y tendido sobre la maravilla tecnológica que representa pero, ¿cuál es la gracia de una historia que, además de aburrida, no despierta ninguna emoción en el espectador? “El Rey León” es una película insípida narrativamente hablando, incluso sin correrse del material original. A diferencia de una aventura como “Babe, el Chanchito Valiente” (Babe, 1995), las peripecias de ESTE Simba tienen poco y nada para ofrecer, y hasta un documental como “La Marcha de los Pingüinos” (La marche de l'empereur, 2005) nos puede pegar más en las emociones. Las comparaciones pueden parecer un tanto aleatorias, pero si Favreau quiere apegarse de su hiperrealismo, que se banque las consecuencias.
Estamos ante una película correcta, totalmente innecesaria, visualmente imponente que le habla a un público nuevo al mismo tiempo que los seguidores de la original. A diferencia de otras live action del estudio, carece del factor “espectáculo” cuando se trata de sus números musicales, y hasta le cuesta recrear momentos icónicos como el de “Puedes Sentir el Amor esta Noche” (Can You Feel The Love Tonight). Los pocos pasos de comedia le dan ritmo y frescura a la trama que parece querer hacer constante hincapié en el naturalismo, aunque estemos ante un grupo de animalitos parlanchines (y cantarines) que apenas mueven la boca.
Nadie duda del éxito que va a tener “El Rey León”, pero esta remake en particular vuelve a sacar a flote el debate de estas nuevas versiones que explotan al máximo la nostalgia y pocas veces aportan algo nuevo a lo ya conocido. Favreau se esfuerza por hacer un trabajo impecable, y lo logra a medias, ya no que consigue rescatar esa fibra emotiva que sí tiene sus criaturas en “El Libro de la Selva”.
De esta manera, estará permitida la exportación e importación de las piezas “sin trabas, sin restricciones, ni trámites engorrosos”, explica el comunicado.
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