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Cine y series #Netflix#stranger things

Crítica | Stranger Things S03E07

El final de temporada está a la vuelta de la esquina, y mientras todas las historias confluyen en el centro comercial, y monstruo busca su esperada revancha. 

Crítica | Stranger Things S03E07

ACLARACIÓN: Está reseña contiene spoilers de la tercera temporada de Stranger Things.

La tercera temporada de “Stranger Things” entra en su recta final, y a pesar de presumir algunas de las mejores escenas de acción y efectos especiales, y presentarnos momentos emotivos, vulnerables e íntimos entre los personajes, los hermanos Duffer -encargados del guión y la dirección de estos últimos dos episodios-, no pueden (ni quieren) evitar los tropos más gastados de la narrativa, entorpeciendo la trama con escenas ‘confesionales’ en medio del peligro o, aún peor, el “product placement” más desfachatado que se haya visto en la TV.

Ok, ya entendimos que la nueva Coca-Cola tiene que volver al mercado gracias a los niñitos de Hawkins, pero lo absurdo del momento, y la pérdida de tiempo dentro de la historia, es uno de los tantos errores del drama de Netflix. ¿El más grave? A sus creadores no les interesan las consecuencias de lo que ocurre en pantalla, sólo el espectáculo y sus constantes guiños a la cultura pop, dejando bien en claro que detrás del show no hay tantas ideas originales como uno quisiera creer. Ya vamos a volver sobre este tema cuando hablemos del final de temporada, pero retengan la idea de que Matt y Ross Duffer no saben cómo lidiar, por ejemplo, con la muerte de sus personajes, ¿se acuerdan cuando Barb se convirtió en meme, justamente, por ello?

Pero concentrémonos en “Chapter Seven: The Bite”, un capítulo que encentra a Eleven y sus compañeros en medio del bosque -guarecidos en la cabaña de Hopper-, intentando urdir algún tipo de plan, a sabiendas de que el Mind Flyer viene por ella a través de esta nueva criatura que creó a partir de los cuerpos de los habitantes del lugar. Mientras el pueblo se divierte en la feria, festejando el día de la independencia, el monstruo ataca sin piedad, hiriendo a la chica de los poderes y obligando al grupo a escapar. Igual, Eleven logra ahuyentarlo, pero sabe que va a necesitar todas sus fuerzas para derrotarlo.

Ese PNT, sí se puede ver (o no)

Ahí está la cuestión principal de esta entrega: no relegar toda la responsabilidad sobre la chica -al parecer, la única que puede vencer a las fuerzas oscuras del UpsideDown- y explotar el trabajo en equipo. Después de dos temporadas plagadas de peligros, Nancy, Jonathan, Will, Mike, Lucas y hasta Max, aprendieron a improvisar cuando se trata de amenazas, y este es el momento de poner toda esa experiencia en práctica. El grupo termina entrando a la fuerza en una tienda de la zona para poder curar las heridas de Eleven y juntar suministros para enfrentar al monstruo.

Es ahí donde logran contactar con Dustin vía walkie-talkie, quien anda necesitando ayuda para escapar de los rusos y lidiar con Steve y Robin, un poco pasaditos de drogas. Una vez más, mientras todo se desmadra, los realizadores encuentran un momento para que sus personajes confiesen sentimientos no correspondidos. Claro que el chico del jopo siente cosas por su genial compañera de trabajo, el problema es que a ella no le van los del sexo opuesto. Es genial como Maya Hawke (hija de Uma Thurman y Ethan Hawke) lo hace de taquito, pero sigue molestando un poco (bastante) como los responsables de la historia se toman a la ligera los “chistes” sobre la comunidad LGTB+. Y no, no podemos poner todo el tiempo de excusa, “así era en los ochenta”, porque la idea de este tipo de shows que se agarran de la nostalgia, es resignificar los temas y las actitudes que quedaron un tanto añejas, y no seguir perpetuando clichés y estereotipos en favor del entretenimiento.

Retomando “The Bite” (porque a Eleven la mordieron, eh), al no poder contactar con Dustin, el grupo decide movilizarse hasta Starcourt para rescatar a sus compañeros. No lejos de ahí, Jim, Joyce, Murray y Alexei llegan hasta la feria del pueblo para encontrar a sus pequeños sanos y salvos. Claro que los pibes no están ahí, pero el alcalde Klein enseguida los pone tras la pista de los matones rusos. El científico (ahora un compinche simpático y ya no más ese enemigo de la nación que nos quisieron vender) es la primera baja de Grigori, quien arremete contra el jefe de policía en un encontronazo, dentro de la casa de los espejos, digno de las mejores películas de súper acción ochentosas. Igual, les queda el plan que trazaron para sumergirse en las entrañas del centro comercial, robar las llaves y destruir la máquina que está propiciando la apertura del Portal hacia el “otro lado”.

Momento de confesiones

Al final, todo confluye en el shopping. Los adultos que van al rescate de unos supuestos jovencitos perseguidos por los rusos, y la pandilla de Eleven que llega justo a tiempo para salvar a sus compañeros. El momento de la victoria dura poco, ya que la chica colapsa a causa de la herida infringida por el monstruo. Algo está creciendo en su interior, debilitando sus poderes, al mismo tiempo que el Desuellamentes viene para acabar lo que empezó.    

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