Cada generación tiene su Hombre Murciélago predilecto para adorar, así que sería un tanto imprudente asegurar que la versión de Christopher Nolan es el Batman definitivo (lluvia de cascotazos). Tal vez, del otro lado, no compartan dicha afirmación, pero no pueden esquivar el hecho de que hay un antes y un después de “Batman Inicia” (Batman Begins, 2005), película que diera origen a la famosa trilogía superheroica del realizador inglés.  

Las cosas -léase, el panorama comiquero cinematográfico- eran muy distintas allá por 2005, cuando esta nueva historia de origen aterrizó en los cines sin muchas expectativas más que las de borrar el mal trago que dejó la última aventura del quiróptero a cargo de Joel Schumacher y sus polémicos batipezones. Ocho años de distancia (y duelo) parecía tiempo suficiente para hacer borrón y cuenta nueva y, de paso, probar suerte con un enfoque muy diferente hasta el momento, directamente influenciado por el thriller neo noir, la visión de Frank Miller, y una actitud más “realista, adulta y oscura” en cuanto a personajes y temáticas. Nolan quería tomarse (y que nos tomemos) al justiciero de Gotham un poquito más en serio, poniendo como punto de partida el nivel de producción de “Superman” (1978).

Qué tendrá que ver, se preguntarán ustedes, pero Richard Donner también fue un pionero al momento de adaptar las aventuras del último hijo de Krypton, priorizando una historia de fondo anclada en ese realismo que ya mencionamos, más un elenco cargado de grandes estrellas ajenas a este tipo de mega producciones. Con esta proyección en la cabeza, y varias ideas sobre el icónico personaje, Nolan se acercó a la gente de Warner Bros. con su peculiar visión y dispuesto a no dar el brazo a torcer, más allá de que este sería su primer blockbuster.   

Suerte para nosotros que el estudio no se puso quisquilloso y dejó que el realizador hiciera gala de esa libertad creativa de la que goza hasta el día de hoy. Nolan realizó todo lo que se propuso de entrada, y si bien “Batman Inicia” no rompió ningún récord de taquilla -apenas recaudó unos 375 millones a nivel mundial-, nos mostró una forma diferente de encarar estas historias superheroicas, hasta ese momentos, todavía consideradas un “género” menor que empezaban a abandonar el nicho de la mano de los mutantes de Bryan Singer (y sí) y el arácnido de Sam Raimi.   

Puede ser que el Batman interpretado por Christian Bale no sea el definitivo (¿cuántos nos quedaran por delante?), pero la película de Nolan supo trascender con creces el mote comiquero gracias a su mezcla de espectáculo ‘veraniego’, algún que otro comentario sociopolítico, sus personajes ambiguos y una solemnidad que caló hondo en la crítica y el público, convirtiéndose en modelo para el mal/bien llamado “blockbuster inteligente”. El director, que venía del cine independiente, ciertamente no inventó nada, aunque supo amalgamar con destreza los mejores elementos del thriller, la atmósfera cosmopolita de las aventuras de James Bond (una de sus tantas influencias), y cierta visión pesimista para describir a este nuevo tipo de (anti)héroe en spandex, versión siglo XXI.       

Hace 14 años, una nueva interpretación del Caballero Oscuro llegaba a la pantalla grande y, esta vez, no había muchas voces de protesta. Nolan logró juntar a un gran equipo delante y detrás de las cámaras reafirmando su compromiso con el icónico personaje creado por Bob Kane y Bill Finger y su historia, dejando, incluso, la puerta abierta para una posible secuela, más allá de que él no estaba (todavía) comprometido para llevarla  a cabo. Esa, como dicen, es otra historia, y la versión nolaniana podría haber quedado simplemente ahí: en un individuo buscando aplacar su ira y sus culpas salvando a la ciudad que lo vio nacer (y renacer), dando sus primeros pasos como justiciero nocturno sin pedir recompensas ni agradecimientos.