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Cine y series #Westworld#hbo

Análisis | Westworld revela uno de sus más grandes misterios

Y ahora que ya sabemos quién es fake Charlotte, ¿se acabaron los misterios para Westworld? Por supuesto que no.  

Análisis | Westworld revela uno de sus más grandes misterios

ACLARACIÓN: esta reseña puede contener spoilers.

Todavía nos cuesta acostumbrarnos a los nuevos planteos simplificados de la tercera temporada de “Westworld”, más centrada en sus escenas de acción y espionaje empresarial futurista, que en los temas relevantes sobre la complicada y traicionera naturaleza humana de las primeras dos entregas. Igual, cada uno de estos episodios se hace lugar para la reflexión y el lucimiento de sus personajes, los cuales convergen por primera vez en “The Mother of Exiles”, título que hace referencia a la mismísima Estatua de la Libertad, y el poema de Emma Lazarus (“The New Colossus”) que se exhibe en su base.

Lisa Joy y Jonathan Nolan -creadores del show de HBO- pueden ser muy sutiles, o no, a la hora de sus metáforas y alegorías, y por ahí pasa este nuevo simbolismo que ubica a Dolores como “la madre de todos los exilios” (o la señora Libertad) al enterarnos, de una vez por todas, que es ella misma la que habita los diferentes host que la acompañan en su cruzada en el mundo real. La androide con consciencia se tomó muy en serio esto de “si querés algo bien hecho, hacelo vos mismo”, y antes de salir del parque al final de la segunda temporada, realizó cuatro copias (perlas) de su código, además de sustraer la de Bernard, quien también parece compartir una parte de ella dentro de sus enmarañado sistema.     

El epicentro de la divergencia era por acá 

Listo, misterio revelado, aunque sabemos que éste recién es el comienzo de una batalla que puede tener muchísimos resultados y vueltas de tuerca, más si tenemos en cuenta la inestabilidad emocional del host Charlotte, el papel de Maeve como “antagonista” bajo las órdenes de Engerraund, o que todavía nos falta develar esa quinta perlita. Ni hablar que no queda tan claro el papel de Bernard como ¿enemigo? o ¿aliado? en la liberación, tanto de los seres artificiales como los de carne y hueso.

En el episodio anterior descubrimos los verdaderos planes de Dolores y su propósito final de “despertar” a los humanos del ‘loop’ del que los tiene prisioneros Seracy su Rehoboam, esta gran inteligencia artificial que domina cada aspecto de los individuos para evitar, justamente, que no repitan todas las atrocidades del pasado. Un pasado donde, ahora sabemos, París quedó destruida por alguna calamidad irreparable que marcó la niñez y la vida del poderoso empresario que quiere adquirir Delos con el único fin de acceder a ese mapeo realizado en el sector 16. Datos que, en apariencia, están bajo el control de Abernathy, al igual que el Edén digital donde fueron a parar muchas de las consciencias de esos host que podrían volver y habitar el mundo real, aunque no haya posibilidad de convivencia entre seres mecánicos y orgánicos.   

Una mujer (androide) y su misión

No podemos asegurar que esa sea la intención de la chica, pero sin dudas NO es la de Serac, obsesionado por detenerla o, al menos, frenar al responsable de la famosa “divergencia” ocurrida tres meses atrás, que alteró ese futuro impecable que tenía planeado para los de su especie. Muchos pensamos que la divergencia se había producido en el parque con el despertar de los robots, pero ahora queda claro que ocurrió en Singapur, en esa casa que solía ser de Arnoldy se convirtió en cuartel de Dolores tras su partida de Westworld. Lugar donde (re)nacieron los cinco androides que ahora se pasean por el mundo de los humanos, incluyendo a Charlotte Hale, Bernard, Martin Connells y un viejo conocido de Shogun World. Entonces, ¿estamos realmente seguros de que Dolores es la verdadera amenaza?

A Maeve le toca descubrir este truquito de “clonación” al ir tras la pista de las identidades que, supuestamente, Dolores y los suyos usurparon para mezclarse en el mundo real (como Lara Espin). Una misión -comandada por Serac- que la cruza nuevamente con Musashi (Hiroyuki Sanada), acá convertido en líder de la Yakuza y propietario de la destilería Itaidoshin donde, al parecer, lo que menos se fabrica son bebidas espirituosas. En cambio, lo que sí podemos apreciar son barriles de la supuesta sustancia blanca que se utiliza para crear el cuerpo de los anfitriones, dejando entrever que una parte del plan de Dolores es traer a más de los suyos a la “vida”, tal vez, con el propósito de un ejército.   

¿Te acordás del núcleo accumbens?

Así se produce el primer encontronazo entre Dolores y Maeve en el nuevo mundo, uno que no termina muy bien para la ex madama del Mariposa, quien volverá a estar bajo los influjos de Serac. Pero como ya dijimos, esta no es la única convergencia del episodio dirigido por el debutante Paul Cameron -director de fotografía de varios capítulos del show-, que termina de juntar a todos sus protagonistas bajo el techo de una velada tan hedonista como cualquiera de los recovecos del parque, reforzando la idea de que ambos universos tienen demasiadas cosas en común. Mucho más que la dupla Liam Dempsey y su amigo Roderick (Rafi Gavron), un simpático paralelismo con el joven William y Logan en su momentos de desmadre.

En este marco kubrickiano -engalanado con el cover de “Wicked Games” de Weeknd, a cargo de Ramin Djawadi- donde el sexo vende y los cuerpos (femeninos) son mercancía (en total oposición al empoderamiento de las heroínas de esta historia), Dolores y Caleb se hacen con una nueva pieza para llevar a cabo sus planes (Liam), sorteando la embestida de Arnold y Ashley Stubbs (Luke Hemsworth), quienes tratan de detenerlos. Escenas bellísimas que muestran las miserias de este mundo adinerado, y que se acercan mucho más a un tecnothriller de recontra espionaje, recargado de artilugios y usurpación de identidades al mejor estilo “Misión Imposible”.  

El Hombre de Blanco

Igual, la acción se disfruta, tanto como el regreso del avejentado William (Ed Harris), quien logró salir bastante ileso del parque, pero ahora carga con un nuevo fantasma sobre su conciencia. Tras matar a su propia hija (KatjaHerbers), el vicepresidente ejecutivo de Delos todavía sigue cuestionando la naturaleza de su realidad, viviendo en un mundo poblado de sospechas y las ánimas de aquellos que destruyó. Charlotte llega al rescate para solicitar su presencia en una reunión clave de la junta, en vísperas de la adquisición hostil por parte de Serac. El momento “Succession” pronto se convierte en otra cosa, cuando Dolores revela su verdadera identidad y lo saca definitivamente del juego al declararlo psicológicamente incompetente.

No sabemos si este es el final del juego para William, quien pasará el resto de sus días (o gran parte de ellos) encerrado entre cuatro paredes acolchadas preguntándose quién es realmente. Podemos sospechar que los realizadores tienen (o tenían) otros planes para este personaje, más si nos guiamos por esa escena post-créditos de la segunda temporada, donde el Hombre de Negro se paseaba por un parque en ruinas, en un futuro no tan lejano. Claro que esas imágenes pueden ser parte del mismo producto de los tormentos que se ven en “The Mother of Exiles”, un episodio que no juega con las líneas de tiempo, pero sí su realidad… y un concepto de “libertad” cada vez más paradójico.      

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