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Cine y series #Estafadoras de wall street

Análisis | Estafadoras de Wall Street es un thriller empoderador

JLo toma por asalto la temporada de premios con esta particular historia basada en hechos reales. 

Análisis | Estafadoras de Wall Street es un thriller empoderador

Durante la temporada de premios siempre se cuela esa película ‘chiquita’ a la que pocos le tienen fe, pero la rompe con el público y la taquilla. Este año, dicho honor lo puede aceptar “Estafadoras de Wall Street” (Hustlers, 2019), una dramedia basada en hechos reales que pega fuerte en la empatía y en una coyuntura que lidia día a día con historias muy parecidas.  

Lorene Scafaria (“Buscando un Amigo para el Fin del Mundo”) tiene a su cargo la dirección y el guión de esta película que toma como punto de partida un artículo de la revista New York -“The Hustlers at Scores”-, escrito por Jessica Pressler en 2015. La historia arranca en el año 2007 con la joven Dorothy (Constance Wu), también conocida como Destiny, stripper del club Moves que intenta ganarse unos mangos para subsistir, ella y su abuela. La chica no tiene la experiencia necesaria, ni el carácter, para afrontar los abusos del trabajo, pero queda maravillada al conocer a Ramona (Jennifer Lopez), quien parece la dueña indiscutible del escenario.

Ramona es la stripper curtida que se conoce todos los gajes del oficio. No es una persona que suele hacer amigos en el trabajo, pero decide cobijar a Dorothy bajo su ala y enseñarle todos los trucos. Ambas terminan formando una pareja ganadora que la junta con pala, pero aún más importante, conforman una amistad a prueba de todo.

 

Un año después, la crisis financiera golpea a los Estados Unidos. Ramona y Destiny ya no tienen los mismos ingresos, y las cosas se complican un poco más cuando la chica queda embarazada. Sin trabajo para mantener a su bebé, a Dorothy no le queda otra que volver al club a ganarse el mango, pero la crisis también hizo estragos en Moves, dejando a las empleadas en una situación aún más precaria. La competencia es cada vez más feroz y las nuevas bailarinas procedentes de Rusia están más dispuestas a cruzar ciertos límites por menos dinero. En este panorama tan desalentador y poco favorable para la inocente Destiny, Ramona idea un nuevo plan donde el blanco son los clientes más ricos.

Un poco de alcohol de por medio y algunos polvitos mágicos, y los hombres que caen en la trampa no toman conciencia de que están dejando todo su dinero en los bolsillos de las strippers. Con el tiempo, y la ayuda de Mercedes (Keke Palmer) y Annabelle (Lili Reinhart), Ramona y Destiny van perfeccionando la estafa, buscando entre los ejecutivos más adinerados de Wall Street, esos mismos que salieron impunes durante la debacle económica.

Scafaria no pretende ocultar (ni romantizar) que sus protagonistas están cometiendo un crimen, pero tampoco podemos dejar de empatizar con ellas y su situación. Ramona es como la Robin Hood de esta historia, una madre todo corazón dispuesta a hacer lo que sea (aunque ilegal) para ayudar a sus pequeños retoños, y Dorothy se deja llevar muy consciente de sus actos. Este es uno de los hilos conductores de esta historia que tampoco glamoriza el lugar de las strippers. Para la realizadora y sus protagonistas es un trabajo más, uno que da disgustos y satisfacciones.

Master class

La atención al detalle y el punto de vista son cruciales para que el espectador no se equivoque y entienda las intenciones de este relato que muestra un empoderamiento muy diferente y efectivo. Acá no hay trucos ni golpes bajos, tampoco los efectismos que suelen tener las películas de atracos, y a pesar de la ficcionalización, “Estafadoras de WallStreet” se siente (y se disfruta) como un historia sincera que se acomoda sobre los hombres de sus dos protagonistas.

La relación entre Ramona y Dorothy es esencial y brilla, justamente, por sus diferencias. Destiny es la chica naive que va aprendiendo de sus errores, y Ramona la figura avasallante que no siempre sabe dónde poner los límites. El glamour, el derroche, el estilo de vida particular que empiezan a llevar estas mujeres también es un factor determinante para la trama, pero no las define. Si hay que arremangarse, se arremangan, y eso las convierte en personajes tan humanos y queribles.

El contraste entre Wu y Lopez también es un elemento destacable y ya podemos ir haciendo nuestras apuestas, prediciendo la primera nominación al Oscar para JLo, quien se roba cada escena donde aparece. Y claro, hace honor a todas esas ‘virtudes’ que siempre le hicieron notar.    

El toro por las astas

“Estafadoras de WallStreet” cruza géneros, brilla cuando tiene que brillar y es un poquito patética y oscura cuando tiene que serlo. Siempre se mantiene dentro de sus límites sin llegar al exceso, aunque por momentos se pierde en la repetición y monotonía argumental antes de volver a encontrar su rumbo. Tiene algunos elementos de ‘feel good movie’, pero también la impronta de la historia femenina -detrás y delante de las cámaras-, un detalle que se nota en la visión y en la representación, porque Scafaria se preocupa por mostrar mujeres reales, aunque sean glamorosas estrellas de Hollywood.

Dato no menor que Adam McKay (“La Gran Apuesta”) sea uno de los productores, reforzando esas ganas constantes de exponer al poderoso que siempre se sale con las suyas, y las consecuencias de una crisis económica que perjudicó a las clases menos afortunadas. Tampoco es azaroso que las ‘víctimas’ sean esos mismos hombres que creen que todo se puede comprar, incluso el favor de un grupo de strippers que sólo buscan un buen pasar.         

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