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Ryan Reynolds se pone al frente de ste grupo de 'fantasmas' altruistas que lucha por un mundo mejor.
No todos pueden ser estrenos oscarizables cuando se trata de Netflix. La plataforma de streaming tuvo un gran año en materia de películas originales pergeñadas por autores como Martin Scorsese (“El Irlandés”), Noah Baumbach (“Historia de un Matrimonio”) o Craig Brewer (“Dolemite es mi Nombre”), así que había que compensar tanto talento con el pochoclo y las explosiones descerebradas de Michael Bay. El tanque on demand de 2019 -tiene un presupuesto estimado de 150 millones de dólares- llega de la mano de “Escuadrón 6” (6 Underground), una historia de súper mega híper acción en la vena de “Misión Imposible”, “James Bond”, “Rápidos y Furiosos” y “La Gran Estafa”, todo junto en la misma ensalada de héroes desinteresados con ganas de salvar el día.
Después de desbarrancar con “Transformers: El Último Caballero” (Transformers: The Last Knight, 2017) y dedicarse más de lleno a la producción televisiva, Bay vuelve a hacer lo que mejor le sale: explotar cosas sin mucho sentido, mover la cámara frenéticamente y editar sus escenas como si se trataran de videoclips (¿viejos vicios de sus primeros trabajos?). “Escuadrón 6” lo tiene todo, menos un argumento interesante y personajes con algún tipo de tridimensionalidad. Entendemos que no importa quienes fueron antes de convertirse en estos justicieros anónimos, pero el guión de Paul Wernick y Rhett Reese ni siquiera se esfuerza por darles un contexto a cada uno, y falla miserablemente cuando intenta sumar una fibra emotiva. Tampoco logran dar en la tecla con el humor, y eso que estamos antes los escritores de ambas entregas de Deadpool.
Ryan Reynolds es “Uno”, un multimillonario bastante nerd que alguna vez se enamoró, y decidió fingir su muerte para disfrutar de la libertad que le da el anonimato. Desde ahí, resolvió combatir las infamias del mundo reclutando a un equipo de personas con diferentes habilidades especiales y ganas de compartir sus ideales y su cruzada justiciera. Una ex agente de la CIA (Mélanie Laurent), un antiguo sicario mexicano (Manuel Garcia-Rulfo), una doctora (Adria Arjona), un veterano de Afganistán con tendencias suicidas (Corey Hawkins), un delincuente aficionado al parkour (Ben Hardy) y un conductor experto (Dave Franco) son la muchachada dispuesta a seguir a este líder que no siempre sabe lo que hace.
Después de una primera misión un tanto desastrosa por las calles de Florencia, donde no queda monumento por romper ni peatón por atropellar (sí, Miguelito hace su propia GTA), el escuadrón pierde a un hombre y gana otro, con vistas a su próximo trabajo: derrocar a Rovach Alimov (Lior Raz), el tirano gobernante de una nación de Medio Oriente, y reemplazarlo con su bondadoso y democrático hermano Murat (Payman Maadi).
Las Vegas, Hong Kong y los Emiratos Árabes, Bay nos pasea por medio mundo (y se gasta el presupuesto más abultado de Netflix desde “Bright”) para mostrarnos los preparativos previos al rescate de Murat y el golpe de estado final en Turgistan. Disparos, explosiones, disfraces, lucha cuerpo a cuerpo e imanes, el director no puede contenerse y ofrece un festín de sangre y cosas que vuelan por el aire en nombre de las buenas acciones. Pronto, las habilidades de cada miembro del equipo ya no importan porque todos hacen de todo, así como sus propios incentivos para desaparecer del mapa y convertirse en estos ‘fantasmas’. Sólo algunos de los personajes cuentan con la posibilidad de mostrarnos un atisbo de sus pasados, pero estos detalles no parecen importantes para la trama.
En realidad, sí lo son, pero Bay y compañía no se percatan y siguen explotando todo, incluyendo el aura de misterio que rodea a Uno y sus verdaderos motivos para crear este grupete. Por eso, “Escuadrón 6” es una historia demasiado básica que sólo intenta ir del punto A al B rompiendo la mayor cantidad de cosas en el proceso. Tiene tiempo de sobra (más de dos horas de duración) para presentar en profundidad a sus protagonistas y tratar de darles cierta dimensión, pero no lo hace y, en cambio, prefiere utilizarlo en un despliegue continua de secuencias de superacción, mucho enfoque de traseros femeninos y escenas de alcoba que no suman nada.
“Misión: Imposible - Protocolo Fantasma” (Mission: Impossible - Ghost Protocol, 2011), “The Italian Job”, “John Wick”, todas se ganan su merecido homenaje en este festín de violencia y recontraespionaje. Lamentablemente, la gota emotiva (y las moralejas) nunca funciona, como tampoco el carisma de Reynolds para llevar adelante esta odisea. Al fin y al cabo, es una película de Michael Bay, pero un Bay desprolijo y desaforado que, al no tener límites de presupuesto ni reclamos por parte del estudio, hace lo quiere y entrega una historia disfrutable… si todavía estuviéramos en 1995.
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