Análisis | En el final de Apache, chocan el triunfo y la tragedia
La serie biográfica de Carlos Tévez llega a su fin, y a pesar de querer mostrar las desfavorables condiciones de su niñez, se pierde en efectismos y violencia desatada.
Al final, “Apache, la Vida de Carlos Tévez” era una historia de amistad, como bien reza el título del séptimo episodio de la serie de Netflix: “Las Dos Caras de una Moneda”. La de Fuerte Apache y sus habitantes, los que logran escaparle a la violencia que se impregna y los que no. En este caso, el paralelismo y contrapunto entre Carlitos (BalthazarMurillo) y Danilo “el Uruguayo” Sánchez (MatíasRecalt), ese compañero incondicional de la infancia con el que arrancó en All Boys.
Una vez que Danilo entra en Vélez, ambos toman caminos separados, y AdriánCaetano se encarga de diferenciar (y remarcar) las desventuras de estas dos jóvenes vidas y la influencia del entorno familiar. Ahora sabemos que gran parte del triunfo de Tévez tiene que ver con ese ambiente que lo rodeó y lo protegió de las peores influencias del barrio bonaerense; mientras que Sánchez -basado en Darío Coronel-, acá un chico sin padres que vive con su hermano mayor, cae bajo el peso de las drogas y la delincuencia como único escape posible.
Estos dos últimos capítulos de la primera temporada de “Apache”, son una caída en picada para el prometedor jugador de El Fortín, una que Carlos trata de evitar a toda costa, incluso, poniendo en riesgo su propia permanencia en Boca Juniors. Mientras Tévez debuta con la selección sub 20 y se prepara para jugar en la primera del club de sus amores, el barrio Ejército de los Andes se convierte en un verdadero campo de batalla cuando las bandas de Jorge y el Cochi deciden enfrentarse para remarcar sus territorios y quedarse con el monopolio de las drogas.
El raid de violencia revanchista se cobra varias víctimas (incluyendo al hermano de Danilo y gran parte de la banda de Cochi) y propicia la intervención de la policía, que no hace más que sumar leña al fuego. La historia de Caetano avanza en el tiempo sin demarcar muy bien sus límites, tampoco podemos darnos cuenta, ya que los jóvenes actores son siempre los mismos y queda en nosotros hacer dichos cálculos.
De repente ya estamos en 2001, y todas las subtramas que se fueron planteando a lo largo de estos ocho episodios empiezan a cerrarse, algunas de forma más prolija que otras. En el final, el realizador apura un tanto las cosas y se empapa de una espectacularidad demasiado irreal para el relato que tenemos ante nuestros ojos. La relación de los amigos y la de Carlos con su familia terminan siendo los elementos más “realistas” de una biopict que tiene mucho más de ficción que de drama “basado en hechos reales”.
La narración rara vez funciona, muchos menos los momentos dramáticos forzados que intenta resaltar el director. Un poco por las pocas facultades interpretativas de sus protagonistas, pero más que nada por un guión que parece un rejunte de frases improvisadas y un montaje inconexo. Lamentablemente, las series argentinas originales de Netflix no encuentran su lugar de pertenencia, y en vez de mantener la idiosincrasia local, se desmadran en fórmulas que resultan más efectivas en otros mercados como el western urbano.
El resultado no es positivo. Entre la violencia espectacular y desmedida, sus personajes y tramas agarradas de los pelos, y el foco de una historia que no siempre se ilumina sobre Carlitos, “Apache, la Vida de Carlos Tévez” pierde una gran oportunidad de sumarse al boom de las biopics televisivas que sí pegan entre el público.