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Análisis | En Apache, el amor no siempre le gana a la violencia

"Apache" deja un poco la violencia de lado para concentrarse en la relación de Carlitos con su mamá biológica, un giro que la serie anda necesitando. 

Análisis | En Apache, el amor no siempre le gana a la violencia

ACLARACIÓN: esta reseña puede contener spoilers.

Si bien, la trama criminal viene sobrepasando la propia historia personal del joven Tévez (Balthazar Murillo), estos dos nuevos episodios -“El Valor de la Identidad” y “Dos Madres, un Acto de Amor”- corren un poco su eje, y nos trasladan de la violencia desbordada del barrio a la relación más íntima del protagonistas con su madre biológica, hasta ahora un personaje bastante secundario y sin mucho peso en el día a día de Carlitos.

Desde aquel primer episodio, ambientado en 1984, donde Fabiana (Sofía Gala Castiglione) decide poner a su bebé al cuidado de su hermana Adriana (Vanesa González) y su esposo Segundo (Alberto Ajaka), pocas veces vimos interacción entre madre e hijo, dejando bien en claro que, a pesar de conocer sus orígenes sanguíneos, Carlos no deja de considerar a los Tévez como su verdadera familia. Esto no cambia en ningún momento, y Fabiana tampoco intenta mejorar la relación, pero para poder anotarse en la AFA y soñar con una carrera futbolística profesional, el muchachito necesita la firma de sus progenitores, asunto que remueve el pasado y este conflicto familiar.

Sus chances para seguir en Boca Juniors son cada vez más grandes, y mientras se destaca en la cancha, adquiere disciplina y nuevos compañeros de equipo con los que empieza a entablar amistad, descubriendo una vida mejor más allá de las paredes de Fuerte Apache. A pesar de estas nuevas relaciones, Carlitos no olvida a su mejor amigo Danilo, quien tiene su lugar casi asegurado en Vélez, pero las malas influencias de su hermano y la banda que frecuenta, pronto van a empezar a impactar en su vida y su futuro.

Algunos que se van, para mejor o peor

Mientras vemos a un Carlitos que va madurando y tomando las riendas de una posible carrera profesional deportiva, todo a su alrededor parece retroceder: su papá ya no tiene un trabajo estable y se deja seducir por las propuestas non santas de sus hermanos; su mamá biológica no parece querer ayudarlo en esta nueva etapa porque sabe que estaría cediendo mucho más los derechos sobre su hijo; y el barrio empieza a experimentar una guerra entre pandillas cuando la sociedad entre Jorge y el Cochi toma caminos más revanchistas y violentos.

A esta altura, Fuete Apache es un barril de pólvora que está por estallar, y en el medio tenemos a Carlos y Danilo, dos chicos con sueños y ganas de triunfar. Pero incluso, en este panorama social que plantea Adrián Caetano dentro de las inmediaciones del barrio, las posibilidades de ambos parecen ser muy diferentes, y es ahí donde la familia juega un papel fundamental. Esta diferencia se hace cada vez más notoria y, por primera vez (y aunque conocemos el futuro de Tévez), vemos un rayito de esperanza para él y los suyos, mientras empezamos a intuir un triste final para su amigo uruguayo.

“Apache, la Vida de Carlos Tévez” no va mejorando en cuanto a narrativa y personajes, pero al menos le da un poco de respiro a la violencia desmesurada y a los estereotipos culturales que se van acumulando. Estos dos episodios se concentran mucho más alrededor del protagonista, sus primeros pasos en Boca, su relación con Fabiana y el pasado de su verdadero papá, al cual nunca conoció. Así descubrimos que hay bastante de culpa y orgullo en ese abandono familiar, pero también cariño, cuando descubre que el nene puede tener un mejor pasar.

Crónica de una guerra anunciada

Caetano suma un poco de ternura (a su manera, claro), pero no puede evitar los excesos, los finales predecibles y muchos lugares comunes. Sus malos están desatados y llenan todas las casillas (sexo, drogas, etc.), preparando el terreno para esa guerra que se anuncia a los cuatro vientos. Al menos, en esta oportunidad, agrega un toquecito más de fútbol para aquellos espectadores que lo andan necesitando, y una suerte de señor Miyagi en la figura de Roberto Carnaghi como Gandi, un “utilero” que va ayudar a Carlos a superar su primera lesión importante.

Llegando casi al final de esta primera temporada, “Apache” demuestra que no tiene mucho más para ofrecer además de esto: una historia que se regodea en la miseria y la marginalidad, buscando constantemente el artificio y el shock, y nunca un verdadero análisis social, olvidándose de su verdadero protagonista, la mayoría de las veces.

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