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Análisis | El Recluso, la remake mexicana de Netflix de El Marginal

"El Marginal" se ganó su remake mexicana, y a pesar de las diferencias, tiene muchos puntos de conexión con la versión local. 

Análisis | El Recluso, la remake mexicana de Netflix de El Marginal

Si no te alcanza con la dosis local de “El Marginal”, la cadena Telemundo se despachó con su propia reversión para los latinos de Estados Unidos, adaptando la historia de Osvaldo ‘Pastor’ Peña (Juan Minujín) y Juan Pablo ‘Diosito’ Borges (Nicolás Furtado), en el contexto de La Rotunda, una prisión de máxima seguridad en Reynosa (Tamaulipas), a pasitos de la frontera entre México y sus vecinos del Norte.

“El Recluso” -remake de la creación de Sebastián Ortega y Adrián Caetano- ahora llega al catálogo de Netflix para que puedan comprobar por ustedes mismos cuantas semejanzas y diferencias hay entre las dos versiones. De entrada, nos anotamos otro poroto, ya que el drama criminal está protagonizado por el argentino (radicado en Nueva York) Ignacio Serricchio, acá en la piel de Dante Pardo, quien después de un confuso episodio donde (supuestamente) asesinó al hijo de un gobernador, va a parar derechito a la boca del lobo, o mejor dicho, a La Rotunda.

Pronto nos enteramos de que nada es lo que parece. El verdadero nombre de Dante es Lázaro Mendoza, ex marine que trabaja como guardaespaldas de John Morris (Guy Ecker), un prominente juez estadounidense. Resulta que Linda (Isabella Castillo), la hija del magistrado, es secuestrada y, ahora, Mendoza tiene la tarea de infiltrarse en la cárcel mexicana con una identidad falsa para averiguar si la pandilla de Tavares es la responsable del rapto. Lázaro acepta la misión sin ser del todo consciente de que se está adentrando en el mismísimo infierno: un lugar donde los abusos y los ataques son moneda corriente, tanto como la corrupta conducta de los guardias que hacen la vista gorda ante estos asaltos, o se encargan de favorecer a los presos más influyentes.

En este clima de malos tratos y diferentes pandillas que cuidan su territorio dentro del penal, Pardo intentará conseguir información sobre el secuestro de la chica y buscar algún aliado por el camino antes de terminar en la enfermería. Adentro de La Rotunda nadie sabe su verdadera identidad. Afuera, su hermano Porfirio (Moisés Arizmendi) es el único lazo con Morris.

Dante lo pasa mal (no importa cuando leas esto)

Este primer episodio de “El Recluso” no se contiene al mostrarnos la brutalidad del lugar y la marginalidad extrema de sus habitantes, además de lo difícil que le resulta a nuestro protagonista adaptarse en sus primeras horas como el ‘nuevo recluso’. Al mismo tiempo, y a través de flashbacks desordenados, va reconstruyendo el pasado de Lázaro -padre y esposo-, y esos días previos y confusos antes de entrar en La Rotunda.

Dentro de la cárcel -el verdadero escenario de la serie-, todo está teñido de violencia y corrupción. En el patio, donde se hacinan los presos y se miden poderes, y en las oficinas, donde el director también intenta sacar provecho. La única que parece ajena a la realidad del lugar -aunque la vea con sus propios ojos- es Frida Villarreal (Ana Claudia Talancón), asistente social que trabaja codo a codo con los internos para asegurarles un mejor pasar (¿?) dentro de las instalaciones, y la posibilidad de rehabilitarse cuando consigan la libertad. Desde su llegada, Frida parece bastante interesada en Pardo, aunque desconoce las circunstancias que lo llevaron hasta el penal.

Pardo y Villarreal, ¿conexión inmediata?

“Dante Pardo es un infiltrado” deja entrever lo que se viene. Lázaro va a tener que infiltrarse en los grupos más peligrosos de La Rotunda y ganarse su confianza si quiere averiguar el paradero de Linda. El episodio también nos deja en claro que este es un producto bien enfocado a la audiencia mexicana, recargado de modismos e idiosincrasia que no siempre funcionan por estos pagos.

Los realizadores explotan al máximo la marginalidad y se olvidan de la redención de sus personajes. Sacando al protagonista, la historia carece de humanidad  o, al menos, una bien llevada, y prefiere regodearse en la violencia y la ‘bajeza’ de este grupo social, en vez de concentrarse en el thriller criminal.  

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