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Una de las grandes obras de Hitchcock celebra aniversario redondo y qué mejor que sumergirse en su concepción y su legado.
Muchos directores llegan al summun de su brillantez cinematográfica y luego deciden experimentar. Puede salirles muy bien o muy mal, en el caso de Alfred Hitchcock, el ‘volantazo’ se convirtió en “Psicosis” (Psycho, 1960), un thriller psicológico de terror que poco y nada tenía que ver con sus éxitos más recientes como “Vértigo” (Vertigo, 1958) e “Intriga Internacional” (North by Northwest, 1959). A simple vista, la adaptación de la novela homónima de Robert Bloch y su producción no parecían ajustarse a los estándares del realizador, pero Alfred luchó para concretar su visión, sumergiéndose en aguas inexploradas cuando prescindió de los presupuestos abultados que venía manejando, la herramienta del color y un equipo técnico puramente fílmico. Como dicen, hay una primera vez para todo, y “Psicosis” es la primera de muchas cosas.
Bloch editó su novela en 1959, inspirado en el caso de Ed Gein -un asesino de Wisconsin que vivía muy cerca de su casa-, del que Norman Bates tomó muchos elementos prestados, incluyendo los ‘mommy issues’. Peggy Robertson, asistente de Hitchcock -de sus pocos allegados autorizados a buscarle material en potencia-, leyó una reseña muy positiva de la novela y no dudó en acercársela a su empleador. Para su sorpresa, Paramount Pictures ya había rechazado esta premisa para una película, pero esto no desanimó al director que adquirió los derechos por 9.500 dólares, aceptó achicar el presupuesto (e incluso su propio salario), filmar en blanco y negro, y hasta utilizar al equipo de producción (televisivo) de “AlfredHitchcockPresents”.
Hitchcock ya había sufrido varios reveses con otros proyectos frustrados y estaba resuelto a concretar esta historia. Las negociaciones con el estudio, finalmente, llegaron a un punto de encuentro cuando Alfred ofreció pagar de su propio bolsillo, desechando sus honorarios habituales a cambio de una participación del 60% en el negativo de la película (o sea, más control creativo y ganancias de taquilla). Podemos afirmar, entonces, que “Psicosis” es un film independiente financiado y producido por su director, un autor que vio más allá de la superficie de un género que estaba a punto de explotar.
Cuenta la leyenda que Hitchcock le ordenó a Robertson comprar todas las copias de la novela para preservar las sorpresas de la historia. Y no hablamos (solamente) de la madre de todos los “plot twist” (o giros narrativos), sino también de la manera en que el realizador acomoda su relato y sus puntos de vista, obligándonos a cambiar de ‘alianza’ después de la muerte de la ‘protagonista’. Recordemos que, tras robar una suntuosa suma de dinero, la joven secretaria Marion Crane (Janet Leigh) se da a la fuga rumbo a Fairvale (California). Una tormenta (y los giros del destino) le exigen hacer un pequeño desvío y pasar la noche en el Bates Motel, un remoto establecimiento regenteado por un muchacho de aspecto sospechoso, que vive constantemente bajo la presión de su dominante madre.
Claro que nada es lo que parece, y después de sudar por Marion y su encontronazo con la ley rumbo a California (y a su desenlace fatal), no podemos evitar preocuparnos por un compungido Norman (Anthony Perkins), cuando el auto con el cuerpo de ‘la víctima de mamá’ no termina de hundirse en el pantano. En el medio, tenemos el arrepentimiento de Crane -dispuesta a regresar a Arizona y devolver el botín-, el cual nunca llega a concretarse por esa famosa escena de la ducha. Setenta y siete ángulos de cámara diferentes, cincuenta tomas y tres minutos de violencia y tensión acompañados de la banda sonora de BernardHerrmann, apenas describen esta sacudida narrativa a los veinte minutos de película. Hitchcock describe esta combinación de planos (subjetivos) como “transferir la amenaza de la pantalla a la mente de la audiencia”, nosotros como una de las mejores secuencias en la historia del séptimo arte.
“Psicosis” llegó a las salas de Estados Unidos el 8 de septiembre de 1960, con un presupuesto estimado en 807 mil dólares y críticas un tanto mezcladas, en parte, debido a su representación de la violencia y la sexualidad en pantalla, temas tabú para la época, que violaban los estándares del llamado Código Hays. Otro día hablaremos de la misoginia exacerbada del realizador inglés, su vaga alusión a las enfermedades mentales y omisión a los elementos LGTB, o sus ganas de ver a Leigh desnuda en la ducha, aunque no fuera estrictamente necesario. Pero nada de esto desmerece el impacto de una producción que fascinó a la audiencia y la convirtió en un verdadero suceso de la taquilla norteamericana.
Sesenta años después, “Psycho” figura entre lo mejor del catálogo de Hitchcock y lo mejor de la filmografía universal. En su momento, sacudió las estanterías del género sentando el primer precedente del género slasher-acaso JanetLeigh no es la ‘screamqueen’original-, jugueteando con sus nociones de violencia intuida y su sensualidad, haciéndolas más accesibles para el público mainstream. Tras la muerte del realizador en 1980, el estudio se apresuró a explotar un poco más esta propiedad intelectual de la mano de “Psicosis II” (Psycho II, 1983), “Psicosis III” (Psycho III, 1986) y “Psicosis IV: El Comienzo” (Psycho IV: The Beginning, 1990), ninguna de las cuales estuvo medianamente a la altura de la original.
En 1998 llegó la remake de Gus Van Sant, y más tarde, Anthony Cipriano, Carlton Cuse y Kerry Ehrin se animaron a explorar la psique del joven Norman (Freddie Highmore) y la estrecha relación con su mama (Vera Farmiga) en la televisiva “Bates Motel” (2013-2017). Pero el legado de la obra de Alfred Hitchcock va mucho más allá de estas reinterpretaciones (y las que vendrán), inspirando a nuevos realizadores y conquistando a otras generaciones de espectadores, bien dispuestos a tomar el atajo rumbo a Fairvale y pasar una noche en el hotel de los Bates… bajo su propia responsabilidad.
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