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Ciencia #libros#podcast#Audiobooks

¿Es lo mismo escuchar un libro que leerlo?

En esta nota analizamos las ventajas y desventajas de los libros impresos y su versión para escuchar.

¿Es lo mismo escuchar un libro que leerlo?

La venta de audiolibros se duplicó en los últimos cinco años mientras que la de los libros impresos y digitalizados se mantuvo constante y una de las preguntas que surge a raíz es si escuchar un libro en lugar de leerlo vendría a ser algo así como hacer trampa. Algunos lectores tradicionales dicen haber probado el audio y odiarlo, mientras que los ávidos consumidores de audiolibros aseguran comprender mejor con este formato que además les permite “leer” más.

Pero primero lo primero: ¿qué es un audiolibro? Básicamente un libro leído en voz alta, ya sea por una persona que puede o no ser su autor, o por una voz generada por computadora. Para los fanáticos de la impresión (entre los que me incluyo) es importante recordar que no se trata de cosas mutuamente excluyentes, sino que es posible intercambiar entre un formato y otro y cada uno se adapta mejor a diferentes propósitos.

El primer registro de algo parecido al audiolibro vino con la invención del fonógrafo, un dispositivo para grabar y reproducir sonidos inventado por Thomas Edison en 1877 con el que solo se podía grabar un par de minutos. Escuchar un libro completo entonces era imposible, pero había tiempo suficiente para reproducir algunos versos. Luego surgieron los “libros fonográficos” que, con palabras del mismo Edison, fueron originalmente ideados para hablarle a personas ciegas sin esfuerzo de su parte. En la actualidad, los audiolibros son una gran alternativa para personas con dislexia: permiten a los oyentes obtener el significado mientras evitan el trabajo de decodificación, es decir, el ejercicio de identificar los signos y sus sonidos para luego transformarlos al lenguaje oral.

Respecto a la comprensión de lo que se lee o escucha, un estudio muestra que los adultos obtienen calificaciones casi idénticas en una prueba de lectura si escuchan los pasajes en lugar de leerlos. Sin embargo, hay diferencias entre la lectura y el audio respecto a lo que se llama prosodia, parte de la lingüística relacionada con la la expresión oral, como el acento y la entonación. No es lo mismo decirle a alguien “¡qué puntual que sos!” de manera sarcástica que con sinceridad. Escuchar la versión de audio, y por lo tanto la prosodia correcta, puede ayudar a la comprensión y parece que esta debería ser más fácil al escuchar que al leer, pero eso no siempre es cierto. 

Una investigación hecha a 48 estudiantes de un curso de psicología del desarrollo comparó la retención de información que presentaban de acuerdo a si la obtenían mediante un texto o un podcast. En ambos casos los estudiantes le dedicaron la misma cantidad de tiempo y se les realizó una prueba escrita dos días después. Los resultados sugieren que los podcasts no son una herramienta de aprendizaje efectiva, pero estiman que podrían servir para enriquecer contenidos previamente estudiados. Los textos contienen además recursos que ayudan a la organización del contenido, como párrafos y encabezados; para los que no hay convenciones en sus versiones de audio. 

Es probable que a medida que los audiolibros se vuelvan más comunes mejoren las estrategias de comunicación, pero incluso así no reemplazarán a los libros impresos porque tienen usos diferentes: mientras que los primeros son más convenientes mientras se hacen otras actividades como conducir, hacer ejercicio o cocinar; los segundos son mejores para detenerse en palabras o ideas.

En conclusión, escuchar un libro en vez de leerlo no es hacer trampa, sino que se obtendrán cosas distintas dependiendo de la experiencia. Comprender las diferencias entre ellos puede ayudarnos a descubrir cómo usarlos para nuestra ventaja.

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