En una publicación en su página web, la Sociedad Argentina de Infectología explica por qué es esperable que la vacuna contra SARS-Cov2, el nuevo coronavirus que provocó una pandemia, se demore y sugieren algunos aprendizajes que deberíamos retener de esta pandemia.
En general, afirman, desde que una vacuna se desarrolla hasta que finalmente se aplica en humanos puede llegar a pasar hasta una década, aunque ese proceso puede acortarse, en circunstancias excepcionales como esta, destinando una mayor cantidad de recursos.
De hecho, desde que se publicó el código genético completo del virus hasta la primera prueba en humanos pasaron apenas dos meses, un récord absoluto. "Esto pudo llevarse a cabo tan rápido porque ya existía mucho trabajo previo sobre virus como el SARS-CoV o el MERS-CoV, que pertenecen también a la familia de coronavirus".
¿Quiere decir esto que tendremos la vacuna pronto entre nosotros? No: en el mejor de los escenarios, "la disponibilidad de la vacuna podría demorar entre 12-18 meses, incluso si la aprobación reglamentaria se acelerara".
Dado que ya conocemos el mecanismo de acción del SARS-CoV2, lo que se está buscando con la vacuna es que quien la reciba fabrique una respuesta inmune que neutralice el virus, o sea, que bloquee su entrada a la célula para que no pueda replicarse.
Antes de que se aplique masivamente, la vacuna debe pasar, luego de su diseño en el laboratorio, por tres fases. En la primera, se verifica si la vacuna es segura y si produce la respuesta inmune que se pretende. Esta primera fase se realiza con un número bajo de adultos sanos. La segunda ya se hace con varios cientos de personas que podrían efectivamente recibir la vacuna: si se determina que es insegura, se suspende el desarrollo. La tercera involucra a miles de personas, a las que se sigue por un tiempo largo.
Los estudios de las fases I, II y III son realizados por compañías farmacéuticas y suelen costar cientos de millones de dólares.
Si pasa esas tres fases con éxito, "los datos se envían a los científicos y médicos que trabajan en la autoridad estatal de regulación" para que comprueben que todo se hizo correctamente y que los resultados sean certeros.
Por el momento, hay dos proyectos que han entrado en fase clínica I en humanos, uno desarrollado por China y otro desarrollado por USA. "Si bien los inmunólogos somos conscientes de la fuerte demanda de una vacuna contra el coronavirus, es muy importante realizar todos los estudios clínicos necesarios para no comprometer la calidad y asegurar la salud pública a largo plazo", dicen los firmantes de la nota.
"Esperamos que la experiencia de esta pandemia sirva en la mayoría de los países para mejorar y valorar el sistema de salud público y para aumentar la inversión en Ciencia, Tecnología y Salud. Esto permitirá tener un sistema sanitario y científico lo suficientemente desarrollado para enfrentar los desafíos que plantearán los agentes infecciosos emergentes y reemergentes", concluyen.
La nota está firmada por la Dra. Juliana Cassataro (Investigadora Principal CONICET), la Dra. Belkys Maletto (Investigadora Independiente CONICET), el Dr. Emilio Malchiodi (Investigador Superior CONICET) y la Dra. María Eugenia Rodríguez (Investigadora Principal CONICET).