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Deuda y fuga son las dos caras del modelo de valorización financiera al que dio lugar, una vez más, la lectura neoliberal de la economía. El resultado: una economía frágil, vulnerable, sin soberanía; y una sociedad más desigual y empobrecida.
La situación crítica que atraviesa la economía argentina es plena responsabilidad del Gobierno. Luego de casi cuatro años en el poder ha profundizado los problemas macroeconómicos heredados (déficit fiscal y de cuenta corriente, inflación, etc.) y ha generado otros problemas que no existían y que llevará años resolver: un endeudamiento exorbitante y la pérdida de soberanía a partir del acuerdo con el FMI.
La raíz de estos problemas es la equivocada lectura de la realidad económica. Según el imaginario neoliberal, la receta para el crecimiento y desarrollo de los países es la apertura total de la economía y la desregulación absoluta de los mercados. Como en todas las experiencias históricas recientes (dictadura militar y convertibilidad) estas medidas dan lugar a un régimen de valorización financiera, que solo cierra con deuda. Y vaya si este Gobierno se ha endeudado.
No hay experiencia histórica en el mundo de un proceso de endeudamiento tan acelerado como el que llevó adelante la Argentina en estos tres años y medio. Así financió el déficit fiscal y de cuenta corriente, pero sobre todo la fuga de capitales. Deuda y fuga son las dos caras de una misma moneda.
Pero ni el endeudamiento ni la bicicleta financiera pueden sostenerse indefinidamente. Cuando los acreedores externos comenzaron a cuestionar la solvencia de la economía argentina y los capitales especulativos que entraron alentados por las altas tasas de interés decidieron que era hora de tomar sus ganancias e irse al dólar ocurrió la crisis cambiaria de 2018.
Ese fue el primer gran llamado de atención al Gobierno, que lejos de entender que el esquema de endeudamiento desmedido y liberalización absoluta del mercado de capitales solo profundiza los problemas estructurales de la economía argentina, decidió redoblar la apuesta, y acudió al FMI.
El Fondo solo dio un poco de aire a un modelo económico que estaba destinado al fracaso. Pero en esencia no cambió las bases. La lógica de acumulación siguió siendo la valorización financiera. Y para peor obligó al Gobierno a llevar adelante un severo ajuste del gasto, que profundizó la caída de la actividad económica generada por la depreciación y deterioró aún más las condiciones de vida de la población.
A medida que los pronósticos del FMI (y del Gobierno) caían uno tras otro la política cambiaria se iba modificando. Así pasamos de la flotación cambiaria, a las bandas de no intervención, luego cambiamos la pendiente de dichas bandas, hasta que ya se permitió la intervención indiscriminada, violando su propio estatuto.
Como era previsible los dólares del FMI terminan financiando la fuga de dólares. O sea, alimentan el negocio de la élite financiera, mientras la inmensa mayoría de la sociedad sufre las consecuencias del mayor ajuste que impone el programa del Fondo.
Pero el tiempo que compró el Gobierno al acudir al FMI está llegando a su fin. Esos dólares le permitieron planchar el dólar de cara a las elecciones, pero la fuerte devaluación que se produjo luego de las mismas es consecuencia de la vulnerabilidad que genera este modelo económico, más la impericia (¿o falta de voluntad a modo de “castigo” a los argentinos “que no saben votar”?) del Gobierno.
Como sea, la situación económica y social es crítica. El Gobierno quedó sumamente golpeado luego de las elecciones y sufre un vacío de poder, pero a la vez restan cuatro meses hasta diciembre.
La responsabilidad de todo el arco político es esencial para evitar una profundización de la crisis
Las declaraciones de los principales candidatos de la oposición tienen mayor relevancia en este escenario. El presidente, por su parte, debe dejar la campaña política a un lado con declaraciones como “el kirchnerismo va al default” y procurar terminar su mandato de la manera menos caótica posible. Las medidas que anunció tienen aroma electoral y apuntan a evitar una crisis social de gran magnitud, pero no generan el cambio de base que es necesario para salir de la situación actual.
Es imperioso volver a poner el eje de la acumulación en la economía productiva, y para ello es necesario regular la cuenta capital y financiera, y reducir la tasa de interés. Con los niveles de fuga de capitales que hubo en estos casi cuatro años de gobierno macrista no hay economía que aguante.
*Pedro Gaite es economista de la Universidad de Buenos Aires y becario doctoral del Centro de Estudios de la Estructura Económica (CENES)
A los 85 años, el productor es protagonista de una serie que cuenta su vida y su extensa trayectoria en los medios.
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La vocera del organismo, Julie Kozack, también destacó que el programa actual ha generado “resultados increíbles”, mencionando avances en la inflación y las reservas.
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La normativa se oficializó en el Boletín Oficial y, al mismo tiempo, el jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, destacó que la medida incluye una modernización integral de la gestión de la vía fluvial.
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El ex presidente fue citado para el próximo 11 de diciembre.
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Manuel Adorni dijo que están abiertos a discutir cambios en las partidas, pero dejó en claro que lo único que no se negocia es el equilibrio fiscal.
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