“Debo confesar muchas cosas esta noche”, anticipó el presidente Mauricio Macri en el estrado donde fue condecorado con el premio al “Ciudadano Global” que le otorgó el think tank Atlantic Council. “No sé cómo describirlo”, siguió con algo de suspenso y largó: “Con Christine hemos iniciado una gran relación ya desde hace unos meses”.
Christine es Lagarde, la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, a quien Macri invitó a dar unos pasos de baile esa misma noche en Nueva York. El presidente fue incluso un poco más allá al expresar su deseo de que ese vínculo “funcione muy bien y que lleve a que todo el país termine enamorado de Christine”. El auditorio, y la propia Lagarde, sonrieron.
Filo consultó a Leandro Morgenfeld, docente de la UBA y autor del libro Bienvenido Mr. President, que será presentado la semana próxima. El historiador, conocedor del vínculo bilateral entre Argentina y Estados Unidos, entiende que la frase de Macri fue “desafortunada”.
“Las tres cuartas partes de la historia de relación entre Argentina y el Fondo estuvimos sometidos a planes de ajuste. Celebrar la vuelta al FMI es un desatino, una pésima lectura de la política interna”, opina Morgenfeld, responsable del sitio vecinosenconflicto.com
Esa llamativa empatía que tienen el presidente y la ex ministra de Economía de Francia ya había sido observada por el periodista Marcelo Bonelli quien, en una de las columnas que firma en el diario Clarín, el 21 de junio pasado, escribió: “La jefa del FMI tiene un sentimiento particular y un cariño especial hacia Mauricio Macri”.
La gran pregunta ahora es si ese vínculo podrá traducirse en beneficios para el país o si sólo quedará en ese intercambio de bellas palabras, miradas cruzadas y sonrisas que ya no se ocultan.
Por lo que trascendió del inminente nuevo acuerdo, se sabe que el Fondo Monetario inicia una fuerte intervención en las políticas económicas de Argentina estableciendo una especie de doble comando con las autoridades del Banco Central.
RELACIONES CARNALES
Los dichos del presidente en Nueva York recordaron aquella frase antológica de la diplomacia argentina pronunciada a principios de la década del ‘90 por Guido Di Tella. El entonces Canciller del menemismo explicitó que no quería relaciones platónicas con Estados Unidos sino “estrechas, carnales”.
“Ese fue el momento de alineamiento pleno a Estados Unidos”, indica Morgenfeld. Y al ser consultado sobre si estamos ante la reedición de las “relaciones carnales”, responde que si, categórico. “Macri ata su suerte al vínculo estrecho y subordinado a la administración Trump. Subordina la agenda económica, financiera e ideológica a la agenda de Estados Unidos”, dice.