Me puse contenta cuando hablé con Luis Fernández, dueño de Touring, el primer hotel de Trelew y me dijo que en la ciudad tenían miedo de que el feminismo cope las calles pero que estos dos dias habían sido distintos a lo que se imaginó. También me dijo que quería que volvamos.
Un trabajador de la estación de servicio dijo algo parecido y después una señora y otro señor. Durante la marcha había mucha gente parada en los techos de las casas, nenes y nenas, las ya clásicas señoras revoleando el pañuelo en los balcones. Trelew estaba encendida y concentrada en lo que estaba pasando. La Ciudad fue interpelada por el reclamo de las 50 mil mujeres que viajamos casi al fin del mundo para decirles "mujer, escucha, únete a la lucha".
Cuando Luis, amigo y colega trelewense, me trajo las bolsas de dormir que me salvaron la vida, hablamos un rato de cómo había recibido Trelew nuestra visita. En la charla me contó que estaba contento porque "son muy conservadores" pero se había creado un lindo clima y estaban perdiéndole el miedo a las "famosas feminazis".
Florencia Rubilar fue parte organizadora del Encuentro Nacional de Mujeres y me contó que este año la feria gastronómica (porque al ser una ciudad chica no iba a alcanzar para abastecer a tantas personas) unió mucho al pueblo trelewense. También tenían una impresión errada de lo que es el movimiento de mujeres en general y de estas cumbres en particular. "Se generó un clima muy lindo en la comunidad", remarcó.
Durante dos dias yo vi un Trelew de fiesta. Pero no.
Cuando me volví a ver con Luis fue quince minutos antes de emprender la vuelta, le di sus bolsas de dormir y volvimos a tener una breve charla. El estaba enojado porque las cosas terminaron como siempre terminan y otra vez, esos vecinos y vecinas que habían visto el costado que nunca nadie muestra de la lucha, tenían miedo.
Volví a micro masticando un poco de desilusión. No importa cuánto viajamos, cuánto nos organizamos, cuántas mujeres maten, violen, asesinen, torturen. No importa cuánto sufran las más pobres ni que nos paguen menos en los trabajos. Tampoco que las chicas sigan poniéndose perejil para abortar y mueran desangradas. Que las mujeres querramos ser dueñas de nuestros deseos. No importa nada de todo eso. A los medios lo único que le interesa es subestimarnos, ¿y cómo lo hacen? Así. No mostrándote las rondas de mates, la emoción por ser parte de algo tan gigante, las problemáticas que se abordan en cada taller, el sufrimiento convertido en garra de las víctimas que se empoderan, la profundidad de debate entre nosotres, la unión pese a las diferencias. No te muestran la sororidad que significa necesitar ayuda y que estemos todas ahí, que cincuenta mil mujeres llenemos los bares, las plazas y los hoteles sin conflictos. Que las más jovencitas se cuiden, que entiendan que su NO vale, que ellas valen. Que puedan cambiar el futuro, porque es, en definitiva, lo que importa.
Me concentro en esa juventud, en las chicas sin miedo y en el aprendizaje. Porque si algo dejan este tipo de viajes es un valor agregado para cada una de sus integrantes. Un entender que juntas somos poderosas, que damos miedo porque somos un montón y que encima año a año seremos muchas más.
Disturbios y represión al final de la marcha hay siempre. A veces más violentos, otros menos, pero las mujeres detenidas y baleadas por la Policia no faltan. Periodistas heridas que laburan y cubren lo que el resto no, tampoco.
Estas jornadas de protestas y reivindicación tienen resistencia y si hay resistencia es porque estamos ajustando las clavijas necesarias. Las oxidadas.
Faltan medios cubriendo el día a día, sí. También faltan cientos de prejuicios por quitar y que el Estado en vez de golpearnos en las marchas, nos proteja. Faltan también políticas públicas, derechos laborales y derribar a un machismo que todo lo oprime, pero lo que nadie puede negar, ni callar ni ocultar, es que el mundo está cambiando, las mujeres nos despertamos y nos dormimos nunca más.