Como primera respuesta a los hechos ocurridos durante el fin de semana, el ministro del Interior de la Nación, Rodrigo Delgado, marcó que desde la administración nacional van a seguir fortaleciendo el plan de fronteras con más personal y más medios técnicos "para poder detener el paso de personas que quieren ingresar a Chile de manera clandestina".
Pero poco o nada de esto parece tener que ver con lo realizado desde el Gobierno de Piñera en esta segunda administración que desde su regreso al Palacio de la Moneda y previo al estallido social tuvo en la migración uno de sus ejes legislativos.
El primero de los puntos tuvo lugar a días de cumplir el primer mes en el Gobierno y retomando un proyecto presentado durante su gestión inicial, cuando el mandatario dio a conocer la reforma migratoria para reemplazar la normativa vigente desde el año 1975.
Advirtiendo que Chile es el país latinoamericano donde más creció el número de inmigrantes en los últimos años, la reforma hace mención específica de dos nacionalidades en particular: la haitiana y la venezolana.
Sobre los venezolanos, se anunció la creación de una visa de responsabilidad democrática a solicitarse en el consulado chileno de Caracas y que otorgaría un permiso de residencia temporal por un año, prorrogable en una oportunidad y que luego abriría las puertas para convocar la residencia definitiva.
Con relación a los haitianos, el requisito de una visa consular de turismo simple a quienes con un máximo de 30 días busquen ingresar a Chile "con fines de recreación, deportivos, de salud, de estudios, de gestiones de negocios, familiares, religiosos u otros similares, sin propósito de inmigración, residencia o desarrollo de actividades remuneradas".
Lógicamente, como este trámite debía ser solicitado desde Haití y una vez en Chile no se podía cambiar de visa de turista a una temporaria, la medida significó una barrera para los cientos de miles de haitianos que, como ya veremos, llegaron al sur de América buscando una mejor calidad de vida.
Sobre estos dos casos y la legislación en general, por aquel entonces el director social del Servicio Jesuita a Migrantes, Pablo Valenzuela, consideró, casi que premonitoriamente, que "corremos el riesgo de que en busca de una migración segura, ordenada y regular, tengamos una insegura, desordenada e irregular".