Antes de la pandemia Vilma tenía una rutina, como muchas otras mascotas. Ella salía dos veces al día: a la mañana muy temprano -cuasi dormida- y después por la tarde. El segundo paseo era su favorito porque la llevaba a caminar por la plaza del barrio o me acompañaba a hacer los mandados.
Los sábados también eran divertidos. Nos movilizábamos hasta Pilar para ir a jugar fútbol 5 con amigas y ella estaba con la lengua afuera desde que se subía al auto hasta que se hacía la hora de volver. En el trayecto de vuelta siempre, pero siempre, se quedaba dormida. Los domingos eran de visitas a familiares, asados y reuniones con amigos. Como verán, no nos gustaba quedarnos mucho en casa y preferimos estar en grupo.
Pero un día, la OMS proclamó al coronavirus pandemia y Alberto Fernández decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio y la vida de Vilma cambió, al igual que la mía, al igual que la de todas las mascotas y sus respectivos dueños.
De un momento para el otro pasamos a estar 24/7 juntas. Empezamos a dormir más, a comer más y a movernos menos. Engordamos juntas. El paseo de Vilma fue disminuyendo porque la calle no parecía segura y nos pedían -nos piden- que nos quedemos en casa. Un día, por el principio de la cuarentena, caminé unas cuadras más de lo permitido para que ella pudiera tocar el pasto de su plaza favorita pero un policía me frenó, me pidió que me vuelva a mi casa y con aquella mala experiencia sus paseos quedaron truncos por bastante tiempo.
A mí hacer actividad física en casa me costó y no por una cuestión motivacional sino que porque cada vez que yo intentaba hacer gimnasia ahí estaba ella lista para interrumpirme, pidiéndome que le juegue y que le de amor, y yo le correspondía. Respondía a cada una de sus demandas.
Todo este combo, esta situación extraordinaria que estamos viviendo, trajo sus consecuencias y ella me lo hace saber cada vez que se queda sola...que en esta "nueva normalidad" es solo los sábados cuando salgo a hacer las compras semanales. Estas tareas me llevan bastante tiempo porque cumplir el protocolo para evitar la propagación del COVID-19 lleva tiempo y hay fila en todos lados: en la dietética, en la verdulería, en el supermercado.
Antes la dejaba sola de lunes a viernes 8 horas por trabajo y no pasaba nada y ahora, me ausento solo 3 horas, y en ese ínterin pasa de todo. Destroza el pasto, se come las plantas y a veces, algún zapato o zapatilla. Y el caso de Vilma es un ejemplo entre tantos otros. Una amiga me contó que los perros de ella cuando están solos atacan a los almohadones y las macetas...les dejo algunas fotos.
Otros encontrarán meo por todos lados o las patas de los muebles rotos. Yo, a veces, escucho que mi vecino se va y que a los pocos minutos su peludo comienza a aullar desconsolado.
Esto se debe a que nuestras mascotas pueden estar sufriendo estrés, ansiedad por separación o un problema de hiperapego y es nuestra responsabilidad tratarlo para que el animal se mantenga emocionalmente estable.
"La falta de actividad física, esa necesidad de jugar con otros perros y correr o caminar más de lo que lo hacen ahora; el cambio en la rutina, el perro tenía esa expectativa de que todos los días a cierta hora salía y ahora ya no lo tiene; y el ocio y el aburrimiento son factores que pueden generar estrés en el animal", explicó a Filo.News Juan Manuel Liquindoli, psicólogo y especialista en educación canina y felina.
"El estrés es una respuesta que tiene el organismo ante una determinada situación. Una respuesta que incluye factores emocionales, fisiológicos y conductuales. Pueden responder con síntomas activos o síntomas pasivos: en el primer caso los animales están más inquietos, ladran más que antes, están más irritables, le ladran a cosas que antes no, tienen más energía, están más demandantes, destruyen cosas; en el segundo caso los perros están más apáticos, tienen menos ganas de hacer cosas, y duermen más", detalló Liquindoli.
Ansiedad por separación es el estado de estrés que alcanza el perro cuando pierde de vista a su cuidador y puede estar relacionado con una relación de hiperapego: el perro construyó con su dueño un vínculo de hiperdependencia emocional.
"El perro no puede tolerar perder de vista a algún individuo de su grupo o no puede tolerar quedarse solo. Los indicios pueden ser: cerramos la puerta del cuarto o del baño y ya se pone a lloriquear o rasquetear la puerta o a ladrar. O hay perros que eso lo toleran pero les resulta muy frustrante que nos vayamos de casa. Entonces empiezan con síntomas de estrés y destrozan cosas, ladran, lloran", alertó Juan Manuel Liquindoli.
Hay que empezar a trabajar con ellos ahora y prepararlos para el momento en que todo se levante y volvamos a tener una rutina que nos demande más tiempo fuera de la casa. Los consejos del especialista en educación canina y felina son los siguientes:
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"Darle espacio al perro, que tenga momentos de soledad en los que esté ocupado haciendo algo solo -lo ideal sería que esté en otro ambiente sin nosotros-. Funcionan muy bien los juegos de olfato o los juguetes interactivos donde el perro tiene que trabajar por sacar algún snack. Está distraído, entretenido, la está pasando bien. Necesitamos empezar a crear estos espacios en donde el perro está solo y en lugar de conectar ese momento con una emoción de ansiedad o de angustia le queda un registro de calma y de placer en relación a este momento de soledad. Primero lo dejamos 5 minutos, después 10, después 15 y así".
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"Trabajar la tolerancia a la frustración. Si el perro me demanda atención y cada vez que me demanda atención yo le correspondo (me invita a jugar y yo le juego, me pide caricias, se las doy) y nunca le digo 'no, ahora estoy haciendo otra cosa' y miro para otro lado no le doy la posibilidad de forjarse con herramientas emocionales de autonomía. Este acto parece cruel pero en realidad le vamos a estar dando herramientas emocionales para que gestione una situación de estrés".
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"Antes de irme tengo que darle un paseo o jugarle o dejarle cosas que sí pueda masticar. Se trabaja de forma preventiva y el perro aprende por asociación inmediata...así que si cuando vuelvo encuentro algo mordido jamás hay que retar al perro. Por más que yo le muestre el sillón roto si ya pasaron más de 5 minutos no hay manera de que el perro comprenda por qué lo estoy retando".
Andrea Scocozza es la dueña de “Viverpet Constituyentes” un pet shop ubicado en el barrio de Agronomía en Capital Federal y lo que notó en las ventas durante estos tres meses de cuarentena es que "la gente compra más golosinas para las mascotas, más huesitos y cosas para masticar porque los dueños necesitan entretenerlos con algo", dijo a FIlo.News y aclaró: "Tengo muchos clientes grandes que no sacan a sus perros desde que empezó la pandemia".
La mujer, que trabaja hace 20 años en el rubro comentó que el coronavirus no afectó el negocio porque "la realidad es que los animalitos tienen que seguir comiendo". Scocozza nunca cerró las puertas de su negocio, siempre hizo envíos a domicilio y como tiene "buen precio" mantiene los clientes de siempre que son del barrio.
"Sí hubo un poquito de cambio en la calidad del alimento que llevaron porque hay mucha gente con problemas económicos entonces algunos decidieron cambiar de marca, pero se sigue vendiendo igual”, detalló.
Un punto que destacaron tanto Scocozza como Liquindoli es que durante la cuarentena muchos argentinos se animaron a adoptar gatos o perros y crecieron las consultas al respecto. “Más gatos que perros”, opina Andrea según sus ventas. “Hay un producto que se llama ‘Baby Cat’ que es de Royal Canin -alimento para gatitos en su primera etapa de crecimiento- desde que nacen hasta los cuatro meses y nunca vendí tanto de ese alimento como ahora en la pandemia”, concluyó.
¿Qué pasa con los gatos?
Los gatos son más particulares. Son cazadores solitarios que necesitan su momento de soledad y con la cuarentena de estar tranquilos sin que nadie los moleste pasaron a tener a alguien 24x7 en la casa y pueden sufrir estrés porque están necesitando como por ahí pasaba antes estar solos durante algunas horas.
En estos animales también se puede dar un vínculo de hiperdependencia emocional aunque se da en muchos menos casos que en los perros porque el perro es un animal de grupo y los gatos son de carácter más independiente. Si llega a pasar los especialistas dicen que el tratamiento para reducir el estrés es exactamente el mismo que con el perro: con juguetes interactivos y tiempos de soledad aún estando todo en una casa.
¿Qué relación hay entre la alimentación y el comportamiento del animal?
Verónica Narváez es oriunda de Venezuela, donde se recibió de veterinaria y desde el 2017 vive en Buenos Aires. Es especialista en alimentación natural para perros, gatos y ofrece asesoría para hacer el cambio de alimentación de lo que son los balanceados a una alimentación basada en comida cruda, rica en proteínas animales, que es lo que come un carnívoro (entendiendo a los perros y gatos como carnívoros, claro).
"Una alimentación que no es adecuada para un organismo genera por ejemplo problemas inflamatorios primero en los intestinos, después el hígado, los riñones. Esto se traduce en animales con problemas de hígado graso, animales con problemas renales e incluso con problemas de conducta: la inflamación del intestino genera un desequilibrio químico que altera la parte cerebral del animal y va a impactar en el comportamiento", explicó Vero en diálogo con Filo.News.
"Pueden pasar dos cosas: o tenemos un animal extremadamente deprimido o si tiene 6/7 años empieza a tener dolores articulares y lo empezamos a asociar con que se está poniendo viejito y no lo hemos asociado con todo esto de la alimentación. En un cachorro puede pasar como en los niños cuando comen mucho dulce que tienen hiperactividad. Para los cachorros los carbohidratos son azúcar, entonces de por sí por ser cachorro tiene una cantidad de energía natural pero además tiene un pico de azúcar en la sangre que lo hace destructivo por todos lados", aseguró Narváez.
"Todos los balanceados son muy ricos en carbohidratos para lo que es la dieta de un carnívoro facultativo que es como llamamos a los perros. Que puedan tolerar carbohidratos no quiere decir que su consumo en exceso les vaya a hacer bien a su organismo. Los gatos por su parte no tienen la capacidad de absorberlos ni hacer absolutamente nada con ellos sin embargo la industria de los balanceados ha hecho que los alimentos de los perros y de los gatos sean absolutamente lo mismo”, concluyó Verónica Narváez.
¿Quiénes sufren la crisis en el sector?
Los pet shop siguieron abiertos y vendiendo y tanto Vero como Juan, los especialistas y mis mentores en esta nota, se vieron beneficiados con el confinamiento porque aumentaron en sus canales de comunicación los niveles de consultas ya sea para solicitar información o para adquirir sus servicios.
Sin embargo no todo es color de rosa en el rubro mascotas durante la pandemia. Tito se llevó la peor parte. El hombre vive en Villa fiorito y hasta antes del aislamiento paseaba perros en Puerto Madero...hace más de tres meses que no puede trabajar.
"Trabajo hace 7 años de esto y nunca viví una situación tan complicada como esta. La verdad que siempre trabajé, trabajé trabajé y siempre aumenté la cantidad de clientes porque me recomendaban mucho pero hace tres meses estamos re parados mal (sic)", dijo a Filo.News. Como él hay muchos otros paseadores que están atravesando un presente crítico.
Tito trabaja “a medias con un compañero” y juntos llegaron a tener 36 clientes. El dinero le alcanzaba para mantener a toda su familia: su mujer y su hija, su papá que es desempleado y al hermano que tampoco tiene empleo y tiene “mujer y tres hijos”.
"Del Gobierno recibí el bono de diez mil pesos, pero van tres meses y recién cobré por primera vez hace un mes y medio. Sirvió para pagar cuentas, se fue en un abrir y cerrar de ojos", confesó.
"Lo que hice fue contactarme con los clientes, pedirles un adelanto y decirles que cuando pueda volver a trabajar se los voy a devolver con paseos. De los 36, 10 me ayudaron. Hay de todo, hay gente buena y gente mala. Por supuesto que las ayudas que recibimos ahora también las repartimos a medias con mi compañero", concluyó.