Si nosotros tuvimos (y tenemos, por qué no) a nuestro Zorzal Criollo, Frank Sinatra, sin dudas, es “la Voz” de ellos. El cantante, actor, productor y director ocasional es otra de esas figuras indiscutidas de la música popular durante el siglo XX, una que trascendió las fronteras de cualquier pantalla y escenario, y conquistó a más de una generación gracias a sus éxitos y versiones inalterables.
Francis Albert Sinatra nació en Hoboken (Nueva Jersey) el 12 de diciembre de 1915, y a lo largo de seis décadas ininterrumpidas de carrera, se dedicó a interpretar las obras más destacadas de compositores como Jimmy Van Heusen, Cole Porter, Sammy Cahn o George Gershwin, mezclando sus influencias jazzísticas con la música popular que nacía de la radio estadounidense, tomando el testigo de artistas como Bing Crosby, Fred Astaire, Benny Goodman y Louis Armstrong.
Como actor, no se quedó atrás y entregó interpretaciones tan intensas como mediocres, justamente, porque se negaba a someterse a métodos y ensayos y, al igual que en su carrera musical, se manejaba de manera intuitiva delante de la cámara. El balance siempre fue positivo y dejó grandes performances como “De Aquí a la Eternidad” (From Here to Eternity, 1953) -por la que ganó el Oscar a Mejor Actor de Reparto-, “El Hombre del Brazo de Oro” (The Man with the Golden Arm, 1955) y “El Embajador del Miedo” (The Manchurian Candidate, 1962).
Sinatra grabó más de mil trescientas canciones, participó en más de cincuenta películas y recibió una infinidad de galardones, pero a nosotros nos interesa su legado y el impacto en la cultura pop que llega hasta nuestros días. Tal vez no sos fan, ni te interesan sus melodías, pero seguro que éstas las tarareaste hasta el cansancio porque su ritmo es contagioso.