Entre 1959 y el cierre de 1980, la Revolución impulsó un proceso de desestratificación social, entre cuyas evidencias destaca la eliminación de la propiedad privada y la formación de un sector de propiedad estatal (que hacia 1988 daba cuenta del 96% de todo el empleo nacional); la disminución de la pequeña propiedad y la caída sostenida de la desigualdad de ingresos y de la pobreza.
Este modelo encontraría una contundente interrupción para el cierre del siglo XX. Uno de los ejes por considerar responde al “Período Especial”, eufemismo utilizado por Fidel Castro quien tras el apogeo de la República sobre finales de 1980, presenciaría la contracción más severa en la historia del país.
El súbito colapso de la URSS, la erosión de diversos procesos de intercambio e integración entre las naciones socialistas a través del Consejo de Asistencia Económica Mutua (Comecon), así como la intensificación de las políticas norteamericanas orientadas al embargo económico sobre la isla serían algunos de los ejes que determinarían el futuro financiero castrense.
Sobre octubre de 1960 y como respuesta a las expropiaciones de las compañías y propiedades de ciudadanos estadounidenses en la isla se impone el embargo económico de los EE.UU. sobre Cuba.
Para gestionar esta crisis se introdujeron algunas novedades para el socialismo cubano como los incentivos para la atracción de capital extranjero y formación de empresas mixtas (especialmente en el sector turístico); la ampliación del pequeño sector privado urbano (los “cuentapropistas”) y la autorización del envío de remesas desde el exterior.
Desde 1990 en adelante y tras la mencionada contracción del comercio exterior nacional, comenzó a circular el peso cubano convertible (CUC) como resultante a la pérdida de la funcionalidad como medio de pago y depósito de valor de la histórica moneda nacional, el peso cubano (CUP).
En ese marco, se fijaron dos tipos de cambio diferentes: uno para la población y otro para el sector empresarial. El primero en una equivalencia de 24 CUP por CUC, para lo cual se establecieron casas de cambio a lo largo de la isla. El segundo se ancló al tipo de cambio que prevalecía entre el dólar y el CUP, es decir, 1 dólar = 1 CUC =1 CUP.
Para 1996, el Congreso norteamericano aprobó la Helms-Burton Act, una ley mediante la cual se eliminó la posibilidad de hacer negocios con la isla por parte de los ciudadanos y filiales extranjeras de compañías, impidiendo comerciar por valores superiores a 700 millones de dólares anuales. El embargo tiene la excepción en alimentos y medicamentos, bienes que deben pagarse por adelantado y en efectivo.
En adición a que las estrategias castrenses para enfrentar la crisis impactaron en todos los indicadores de inclusión cubanos, lo cierto es que hasta 2004 se garantizó que se emitieran CUC que tuvieran respaldo en el dólar, con posterioridad a esa fecha, esa convertibilidad dejó de existir y el CUC se convirtió en una moneda sobre emitida.
Esta práctica dio inicio a un sostenido proceso de distorsión empresarial/nacional de las cuentas públicas, privilegiando durante décadas, propósitos contrarios a los declarados oficialmente.
En la década del 2000 el dólar fue eliminado de la circulación nacional, así como de las transacciones empresariales, manteniendo solo el CUP y el CUC en ese proceso. Sin embargo, desde hace varios años, se ha sostenido la necesidad de avanzar hacia la unificación monetaria y cambiaria, algo reflejado en el documento Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución destinados a la actualización del modelo económico y social cubano.