El Bitcoin tuvo un proceso alcista impresionante desde la llegada de la pandemia. Desde sus mínimos de marzo de 2020 hasta su máximo de US$65.000 durante abril de este año, la criptomoneda estrella acumuló una suba superior al 1.000%. Hacia junio, llegó a perder la mitad de su valor. Su precio es extremadamente volátil. Por eso, es casi imposible que sea el mismo mientras escribo que cuando estés leyendo esto.
Este es uno de los motivos por los que suele pensarse a Bitcoin como una reserva de valor (o especulación) digital, más que como un medio para realizar transacciones cotidianas. Para suplir esta dificultad existen las criptomonedas estables, o stablecoins. Suelen estar atadas al valor del dólar norteamericano y las más conocidas son Tether (USDT), USD Coin (USDC) o DAI.
El alcance de las monedas estables que escapan a la regulación de los Estados Nacionales se extiende rápidamente por el mundo. Incluso, en Argentina es posible acceder al "dólar cripto", que resulta de la compra de las stablecoins mencionadas anteriormente con pesos argentinos a través de una billetera virtual. Por los controles de cambio, su cotización suele ubicarse entre el valor del dólar financiero y el blue.
Criptomonedas privadas
La expansión del ecosistema de monedas digitales, sumado al boom de los pagos virtuales a través de aplicaciones como PayPal o Mercado Pago, llevó a Facebook al intento de crear su propia criptomoneda: Libra. Sin embargo, para el Gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea el proyecto del gigante tecnológico era demasiado ambicioso y podía atentar contra la soberanía monetaria, es decir, amenazar la supremacía del dólar y el euro.
Por este motivo, Facebook modificó su esquema original y hoy se encuentra trabajando en Diem, un proyecto más modesto, cuyo valor está ligado a una canasta de monedas soberanas.
Los proyectos alcanzan hasta a la gran banca como J.P. Morgan, quién lanzó su propia moneda (JPM Coin) respaldada por la divisa estadounidense para realizar pagos a través de su blockchain privada.
Pero la amenaza de las criptomonedas descentralizadas por un lado, y de las monedas estables privadas del otro, llevaron a los Estados Nacionales a tomar diversas estrategias para enfrentarlas y defender el sistema financiero tradicional.
La reacción de los Estados
Los Gobiernos debaten hacia su interior qué actitud tomar. Hay países que deciden prohibir la comercialización de criptos dentro de sus fronteras. Otro hace del Bitcoin una moneda de curso legal como El Salvador. Y muchos comienzan a desarrollar sus propias estructuras digitales.
Mientras China busca eliminar la amenaza prohibiendo y persiguiendo a los “mineros” (computadoras que realizan operaciones para crear Bitcoin y mejorar su red) y las transacciones en cripto, Estados Unidos analiza su incorporación en los mercados financieros. En el medio, la creación de criptomonedas estatales es propuesta como alternativa para neutralizar a las stablecoins. Retomando el comienzo de esta nota, el Bitcoin siempre estará ahí como reserva de valor (o especulación).
Las CBDC (Central Bank Digital Currency, o Moneda Digital del Banco Central) son proyectos que se están realizando en al menos 56 países, según el Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés, conocido como “el banco de los bancos centrales”).
A través de estas monedas digitales, los Estados ofrecerían dinero virtual. La diferencia con las criptomonedas que conocemos es que las CBDC estarían respaldadas por el banco central. De esta forma, serían declaradas monedas de curso legal por el Gobierno Nacional para masificar su uso, otorgando la legitimidad que el resto de las cripto carecen. Pero también se diferencian en un aspecto clave del mundo digital: la privacidad. A través de estos instrumentos, los bancos centrales podrían rastrear cada movimiento de sus monedas digitales.
En este sentido, el BIS respaldó la emisión de este tipo de criptomonedas el pasado 24 de junio, argumentando que sería un paso importante para modernizar las finanzas internacionales. El banco de los bancos centrales fue más allá, y advirtió que el objetivo central de las CBDC es evitar que las Big Tech tomen el control de la moneda.
“Las monedas digitales de bancos centrales ya son un concepto maduro. Abren un nuevo capítulo para el sistema monetario al proporcionar una representación tecnológicamente avanzada del dinero de los bancos centrales. Y lo hacen preservando las características fundamentales del dinero que solo el banco central puede proporcionar, sobre la sólida base que constituye la confianza en el banco central”, señaló Hyun Song Shin, Asesor Económico y Jefe de Estudios del BIS.
Como vemos, la preocupación es bien real. La competencia que puede significar la aparición de criptomonedas privadas creadas por las gigantescas empresas tecnológicas, que cuentan con las herramientas necesarias para masificar rápidamente su alcance y accesibilidad, amenaza el sistema monetario internacional.
Geopolítica cripto
No sólo tenemos una potencial competencia entre privados y Estados. Las criptodivisas también implican disputas geopolíticas. La pionera en el desarrollo de su propia CBDC fue China con su DC/EP (Digital Currency, Electronic Payment; Moneda Digital, Pago Electrónico), un proyecto inaugurado en 2014, que ya comenzó a circular a modo de prueba en cuatro ciudades del gigante asiático. Su meta es que esté funcionando plenamente para los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing, a principios de 2022.
Pero la apuesta china va más allá de sus propias fronteras: el Gobierno de Xi Jinping apuesta a la internacionalización del “cripto-yuan”, con el objetivo de desligarse cada vez más del dólar y el sistema bancario occidental en el comercio exterior.
A partir del avance del gigante asiático, el resto de los principales bancos centrales del mundo discuten la creación de sus propias monedas digitales. Sin embargo, se encuentran con una dificultad no menor: el veto de los bancos privados. Dentro de la Reserva Federal de los Estados Unidos y del Banco Central de la Unión Europea operan sectores que traban el desarrollo de una CBDC.
La amenaza sobre los bancos comerciales
Por caso, Alemania mantiene su negativa a avanzar en ese sentido. El presidente del Banco Central alemán (Bundesbank), Jens Weidmann, manifestó repetidas veces los riesgos que implicaría un euro digital para los bancos.
Las entidades financieras ganan dinero recibiendo depósitos y otorgando préstamos. Dicho de otra forma, “crean” dinero para los consumidores a través de créditos, usando los fondos que fueron provistos (o creados) originalmente por un banco central. La aparición de una CBDC otorgaría a la gente dinero en forma de token digital en forma directa, donde las transacciones estarían inscriptas en una especie de libro de contabilidad digital del banco central. De esta forma, se destruye la intermediación de los bancos comerciales, su principal fuente de ingresos.
En este sentido, aparece una aparente “ventaja” para el avance chino respecto a las cripto norteamericanas o europeas. Mientras las autoridades monetarias de estas últimas son dirigidas en general por ex ejecutivos de los grandes bancos privados, o son directamente representantes del sector, el Banco Popular de China (su banco central) está dirigido por el Partido Comunista, y su banca comercial es casi exclusivamente estatal.
Como vemos, los CBDC abren grandes disputas pero también grandes oportunidades para el futuro de las finanzas internacionales. Las posibilidades son muchas. La creación de CBDC podría complementarse con las Big Tech, quienes podrían intermediar con los usuarios mediante sus herramientas de pago (PayPal o Mercado Pago), o podría tomar ese lugar la banca privada. Los bancos centrales podrían tomar el control total del sistema financiero y desplazar al sector privado. Las Big Tech podrían avanzar decididamente hacia su propia moneda y desplazar a los Estados. Las CBDC podrían llevar a las criptomonedas estables cerca de la extinción, o las stablecoins podrían tomar el control y desplazar a todos.
Las combinaciones son infinitas, y están sobre la mesa de los directorios de los principales bancos centrales del mundo. De esta cuestión depende el futuro de la política monetaria. Detrás de todas las opciones se desprende otra gran incógnita: ¿Quiénes dispondrán de los datos y decidirán sobre la privacidad de las transacciones?