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Este 8M repitan conmigo: cocinar es trabajo

En el Dia Internacional de la Mujer Trabajadora, la organización La Garganta Poderosa presentará en el Congreso un proyecto de ley para que se reconozca a las cocineras de barrios comunitarios como trabajadoras. En esta nota te contamos por qué es justo y necesario. 

Este 8M repitan conmigo: cocinar es trabajo

Tiene sentido que sea difícil desvincular el cuidado y la limpieza del rol de las mujeres. Durante décadas la sociedad se manejó de esta forma y el capitalismo encontró en el amor y la vocación, la precariedad necesaria para mantenernos tranquilas.

Pasaron los años, la revolución industrial, los feminismos y las guerras hicieron (y hacen) lo suyo y hoy las mujeres además encargarnos de las mal llamadas “tareas(trabajo) del hogar” nos dedicamos a todo el resto de las cosas.

Nos viene saliendo bastante mal el negocio del tiempo libre y las prioridades, ¿no? La invisibilización de nuestro trabajo y que siga anclado al amor como propulsor y no a un sueldo digno, es una de las dificultades contemporáneas más latentes. Cuando hablamos de modificar la cultura toda, nos referimos también a quién lava los platos en casa y a quién cree que la comida se prepara sola.

En este caso: el Estado. En nuestro país hay 16 millones de personas que se encuentran bajo la línea de pobreza. Diez millones son alimentadas en comedores barriales y más del 90% de quienes cocinan en estos comedores son mujeres y disidencias. Ese mismo porcentaje se mantiene si hablamos de todos los trabajos comunitarios que se realizan en las villas y en los barrios populares.

Desde la organización social La Poderosa no se quedaron de brazos cruzados y armaron un proyecto de ley para que las cocineras de estos comedores puedan tener un salario digno y reconocer así esta tercera jornada laboral invisibilizada.

En el marco del 8M hablamos con Claudia “La negra” Albornoz ya que el proyecto se presenta en el Congreso Nacional el Día Internacional de las Trabajadoras. 
“Entendemos que es muy necesario el reconocimiento a las cocineras comunitarias estas que vienen trabajando hace treinta años para justamente paliar el hambre y sin ningún tipo de reconocimiento salarial”, sostiene.

“El RENACOM es un registro que está dentro del Ministerio de Desarrollo de la Nación y hay alrededor de 5.000 comedores comunitarios. Ellos dejan registrar por cada comedor a cinco personas que cocinan, aunque creemos que hay muchas más cocineras por comedores. Aún así, el registro no significa que ellas cinco reciben un salario sino que es más bien a nivel organizativo para enviar mercadería”, explica la referente.

La triple J

Según el INDEC, las mujeres trabajamos dentro de casa tres a cuatro horas más que los varones y por fuera representamos más del 45% del trabajo total mundial. Pero a eso, en los barrios más precarios, se le tiene que sumar una jornada más. Tres trabajos distintos en un mismo día.

“En los barrios populares estamos estigmatizados. Muchas veces decís vivís en una villa y te tildan de vaga, que no querés trabajar, que tenés hijos para cobrar un plan. Esa idea se tiene que derrumbar, porque en realidad en los barrios populares se trabaja mucho más que en otros sectores sociales. ¿Por qué? Porque son trabajos de supervivencia. Las mujeres llevamos adelante la triple jornada laboral, trabajamos dentro de nuestra casa, cuidando, criando y trabajamos fuera de la casa en trabajos informales no registrados. Ahí llevamos ingresos para nuestra familia y después llegamos al barrio y la triple jornada se completa con el trabajo comunitario, ese trabajo que hace que las barriadas sobrevivan en la Argentina”, reflexiona.

Estos números que la referente feminista Albornoz tira al azar, no son inventos o aproximaciones sino porcentajes confirmados. “Tenemos un observatorio villero, que es como el INDEC de la pobreza, el INDEC muchas veces disimula los números entonces con nuestro observatorio podemos ver cuál es la radiografía de esos números en el barrio. De esta manera pudimos comprobar a través de encuestas que somos más del 80% somos mujeres y disidencias sexuales quienes llevamos el trabajo comunitario adelante, son comedores, merenderos, son apoyos escolares, son postas de salud, son nuestras casas y los dispositivos que nosotras mismas generamos para acompañar a aquellas vecinas que están en situación de violencia machista, porque también la ruta de la denuncia es muy compleja y muchas veces, el Estado no está en el barrio”, denuncia.

Si bien hay una creencia popular que gira en torno a los estereotipos clasistas de nuestro país y que asegura que ser pobre es, al parecer, más cómodo que no serlo, en esta entrevista “La negra” deja en claro este mensaje erróneo y profundiza en la importancia de la empatía y la realidad más cruel. 

“Es realmente muy difícil, para estas mujeres y para nuestras vecinas salir adelante, es muy difícil llegar a un comedor comunitario y pedir una ración de comida para tu familia, porque esto te genera mucha vergüenza, al contrario de lo que podría pensar la sociedad a veces bombardeada por ideas de desconocimiento. Porque en definitiva no es que van al barrio y ven. Nosotras le decimos desde los barrios populares que es muy avergonzante llegar a un comedor a pedir comida, es muy doloroso, hay que hacerlo porque no queda otra porque realmente no alcanza, pero aceptarlo es durísimo”, expresa.

No son tareas, es trabajo

En este sistema el cariño aún sirve para invisibilizar la labor cotidiana. Y qué decimos cuando decimos es también parte del mensaje. ¿Por qué llamamos tareas al trabajo en el hogar y a los cuidados? Si bien en el diccionario estas palabras figuran como sinónimo, para “La negra”, no son la misma cosa.

No le decimos tareas sino trabajo porque tareas le baja el precio. Son trabajos que no están pagos y que no deberíamos estar haciendo gratis. Lo comunitario es la reproducción de lo que hacemos en lo doméstico y es así como nos hacemos cargo de algo que es importantísimo darle de comer a la gente. Es tan importante entonces que tenemos que generar un salario mínimo vital y móvil para terminar con el reconocimiento de la palmada en el hombro o de decir ´cuánto amor tienen tienen estas mujeres´, y tener finalmente un reconocimiento real por el gran trabajo que se realiza”, sostiene Claudia.

De las 1.700 cocineras que existen en el país de la mano de La Poderosa, hay un 30% que no cobra ningún tipo de salario ni de programa social. “Hay muchas veces que son incompatibles con otras ayudas sociales, por eso creemos que el reconocimiento tiene que ser absoluto en el trabajo, estamos luchando para que este 8M toda la comunidad, toda la sociedad pueda entender lo qué hacemos. ¿Qué hacemos en las cocinas comunitarias? La organización genera 44.000 platos de comida por día, solo La Poderosa, somos muchos más y todas cocinan para este pueblo empobrecido, así que es muy necesario movilizarnos y en todas las plazas de la Argentina vamos a estar entonces juntando firmas para que este proyecto sea ley”, finaliza. 
 

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